La periodista Marcela Ulloa, quien ha pasado por City Tv, Blu Radio y otros medios, vio cómo su vida estaba en el limbo, cuando la intubaron tres veces a causa del coronavirus. Su bebé nació en el proceso, extraído por una cesárea urgente, en medio de la crisis.
Durante su embarazo, se cuidó muchísimo. Le temía a la covid-19 y por eso, trataba de salir lo menos posible, prefería quedarse en casa con su esposo y su hijas de 5 años. Y aún así, el virus entró a su casa, a las 30 semanas de gestación.
La niña comenzó a tener algunos síntomas muy suaves, pues su “nana”, sin creer mucho en el virus, estaba contagiada. Como una cadena, como suele suceder con el virus, el contagio llegó a Marcela y tuvo malestar de garganta y fiebre.
Para ella, esa fue la parte menos preocupante. Lo que le causó miedo fue el ahogo persistente, por el que tuvo que asistir a la Clínica del Country por medio de una ambulancia. El diagnóstico no fue alentador, le dijeron que tenía un trombo que podría llegar a causarle un paro cardiorrespiratorio. Además, la neumonía estaba en estado avanzado.
No mucho después, vino la primera intubación en la misma institución, el 27 de mayo, antes de trasladarla a la Clínica Reina Sofía en donde seguiría el tratamiento. Ni siquiera aguantaba el trayecto, ni ella ni la bebé podían correr ese riesgo.
Marcela temió en ese momento, porque los médicos decidieron intubarla con urgencia y dejar a la pequeña María Gabriela en su vientre, al menos por el momento, pues todavía necesitaba desarrollarse un poco más.
Antes de que la conectaran al ventilador, tomó a su esposo de la mano y le dijo “por favor, cuida a nuestra niña”. Sentía mucha incertidumbre, no sabía si iba a volver, el terror se apoderó de ella, más cuando recordaba el abrazo que le dio a su otra hija antes de salir de casa.
Después de siete días, aún con el tubo en su cuerpo, le bajaron el nivel de sedación y pudo oír los audios que le enviaba su familia. Su mamá le hablaba, le decía la fecha, y fue así como entendió cuánto tiempo llevaba acostada.
Recobró la consciencia y vio a su pareja, quien ingresó a la unidad de cuidados intensivos y le dijo que la saturación no estaba ayudando como lo esperaban los profesionales de la salud. “Hoy va a nacer nuestra hija”, le dijo él, frente a la decisión de practicarle una cesárea para salvar la vida de la bebé.
“La niña ya no tenía movimientos fetales, duró tres días en que no se movía por la sedación que me había proporcionado”, recuerda Ulloa y explica que al entender que podía haber una garantía de que su bebé sobreviviría, estaba dispuesta a aceptar el procedimiento. Todo lo que le dijo a su esposo, lo hizo por escrito con una libreta, porque con el tubo en su boca y algo sedada, no podía pronunciar palabra.
Luego de la cesárea, el 2 de junio, volvieron a intubarla. Pasaron alrededor de seis días, aunque no tiene claro exactamente el lapso, porque de solo pensarlo se siente incómoda y los recuerdos son dolorosos.
La pequeña María Gabriela no se contagió con el SARS-CoV-2 y ni los médicos ni Marcela se explican cómo es posible que no todos los bebés con madres contagiadas, se enfermen también. Aún así, los médicos la intubaron también por tres días, debido a su nacimiento prematuro. Actualmente, está con una cánula de alto flujo.
Cuando le bajaron nuevamente la sedación y estaba pasando por los primeros momentos sin intubación, volvió el ahogo, el desespero, la angustia de no poder respirar. Entró en crisis y los médicos pensaron que estaba pasando por un paro cardiorrespiratorio, y por tercera vez, la intubaron.
Con la voz ronca, Marcela recuerda que pasó exactamente un mes en la unidad de cuidados intensivos.
“Estar en una UCI es estar, todos los santos días, temiendo por la muerte. Todos los días y escuchaba cómo los médicos registraban esa marca cero latidos de corazón (...) personas jóvenes, personas de 27 años, de 32 años, deportistas y no había día en que no se escuchara ese sonido de una culminación de una vida de esperanzas, de ilusiones. Una persona que se iba totalmente sola, sin la compañía de su familia y yo pedía que me sacaran de ahí”, cuenta.
Además, pudo darse cuenta de lo fuerte que es la covid-19 contra las mujeres embarazadas como ella. Durante su estadía en UCI, estuvo con dos mujeres más en gestación y sólo ella sobrevivió.
“Vi apagar la vida de dos mujeres en gestación, solamente yo salí con vida. Una de ellas dos tenía gemelos y no aguantó”, relató.
Mientras tanto, su esposo debía ir por las mañanas y por las tardes a “cangurear” a la bebé recién nacida. Además, más de una vez intentó colarse a la UCI de Marcela, para verla por algunos segundos.
Gracias a la evolución positiva de su organismo, el 27 de junio la pasaron a hospitalización, después de extubarla lentamente durante cinco días.
Piensa en lo dichosos que estaban los médicos cuando vieron que salía adelante y está agradecida por todo lo que hicieron por ella. Más de once ángeles la cuidaron, incluyendo a las enfermeras que le hablaban y le decían “Marcela, tus hijas te necesitan, sal adelante”, le ponían música y le daban ánimo. Aunque algunos pensaban que no oía, ella dice que entendía perfectamente cada palabra.
Después de tanto tiempo, está en casa. Se está recuperando lentamente de un virus raro, que afecta gravemente a algunos y a otros no les provoca ni un resfrío. Aún no es capaz de levantar a María Gabriela y solo la abraza cuando está sentada o acostada, pues se siente muy débil aún.
Con toda la experiencia que pasó, hay tres mensajes cruciales que quiere decirles a las personas que no han sufrido lo que ella vivió. “En las pocas oportunidades en que estaba consciente veía las noticias y yo pensaba ‘Dios mío, tanta gente inconsciente en aglomeraciones’, haciendo fiestas, en paros”, señala, asegurando que está bien que las personas se manifiesten, pero está segura de que no saben lo mucho que se están exponiendo.
Además, piensa que la familia debe volver a ser la prioridad, que la tecnología y el ritmo de la vida hiperconectada no aleje a las personas de quienes más aman en el fondo.
Por último, espera que los empresarios dejen que las personas en gestación puedan teletrabajar, en la medida de lo posible, porque vivió en carne propia lo fuerte que puede llegar a ser la covid-19 para ellas.