SEMANA: ¿Cómo se siente al cumplir un cuarto de siglo de su gobierno? Los colombianos recuerdan esos cuatro años como una época muy turbulenta. Ernesto Samper Pizano: Yo soy consciente de que al mencionar mi gobierno lo primero que salta a la mente es la crisis política que vivimos. Uno de los propósitos al celebrar estos 25 años es llevar a cabo, la semana entrante, un seminario sobre las políticas públicas del Plan del Salto Social durante el cual mostraremos a los que no nos querían dejar gobernar que precisamente nos defendimos gobernando, planificando, financiando, cumpliendo metas y objetivos que siempre tuvimos claros.
SEMANA: ¿Para usted cuál es la herencia de su gobierno a la Colombia de hoy? E.S.P.: El mío fue el último gobierno liberal y el primero en resultados sociales de fines de siglo. Logramos enfriar la economía y corregir los estragos en el sector productivo que dejó la apertura económica de mi antecesor. Mi sucesor, el gobierno del hueco negro, desmontó varios de los programas sociales, frenó la economía hasta cifras negativas y duplicó el número de víctimas del conflicto armado. SEMANA: No está siendo usted muy amable con los expresidentes Gaviria y Pastrana. ¿Cómo van sus relaciones con ellos? E.S.P.: Con Gaviria necesariamente distantes para seguir siendo cordiales. Y que conste que no me he retirado del Partido Liberal, que Gaviria convirtió en un club familiar. A esta edad uno no se separa de la esposa, del equipo de fútbol ni del partido político. Allá estoy y allá me quedo, aunque no sé si me alcance la longevidad para ver la salida de Gaviria del partido. Le puede interesar: "No sé si Duque tenga el pulso suficiente para marcar distancia como Santos": Samper SEMANA: ¿Y de Pastrana qué? E.S.P.: Ni idea. Solo sé que viene de vez en cuando al país, después de asistir a partidos de fútbol o fiestas con magnates internacionales cuestionados, a insultarnos. Cuando lo hace, me acuerdo del verso vallenato “y ese hombre que está más sucio que un inodoro viene ahora a limpiarse las uñas con mi honradez”.
SEMANA: Entremos al tema que a usted no le gusta. Mucha gente cree que el Proceso 8000 no lo dejó gobernar. E.S.P.: Todo lo contrario: me defendí del proceso gobernando, cumpliendo con rigor mi agenda pública. Y aunque entiendo que mis detractores siempre tratarán de que la historia me juzgue por el proceso que ellos iniciaron y alimentaron, reclamo mi derecho a aspirar a que se me juzgue por los hechos de mi gobierno. Puede leer: “¿Cuánto tiempo seguirá circulando impune por el mundo...?”, fuerte columna contra Samper SEMANA: ¿Cuáles, por ejemplo? E.S.P.: Por el Ministerio de Cultura. Por las leyes de libertad de cultos y baldíos para los afrodescendientes. Por las normas que trabajamos con Horacio Serpa y abonaron el terreno para la paz como el alto comisionado de paz, la Oficina de ONU para los Derechos Humanos, los Protocolos de Ginebra sobre el Derecho Internacional Humanitario o el Sistema Nacional de Atención de Desplazados. “He visto gobiernos malos y gobiernos buenos, pero este, hasta hoy, es un no gobierno”, aseguró Samper. SEMANA: ¿Cómo ve a Duque? E.S.P.: Duque, como persona –aunque no lo conozco– me cae bien, tiene ángel. Del presidente Duque no sé qué decir: a lo largo de mi vida pública he visto gobiernos malos y gobiernos buenos, pero este, hasta hoy, es un no gobierno. Funciona como un automóvil con una carrocería nueva, que es él y su equipo joven, y un motor viejo que es el uribismo y sus fanáticos seguidores. SEMANA: ¿Pero qué le gusta y qué no le gusta de Duque? E.S.P.: Me gusta su discurso: sus ideas en materia de competitividad, de infraestructura, de tecnología, de sostenibilidad ambiental y su manera humana, para sintonizarse con la gente humilde. No comparto el sesgo ideológico de su política internacional ni la manera como está desperdiciando el capital internacional que representa para el país la defensa de los acuerdos de paz. Si Santos fue el presidente del conflicto, Duque debería convertirse en el presidente del posconflicto, una tarea más difícil que la firma del silencio de los fusiles. “He visto gobiernos malos y gobiernos buenos, pero este, hasta hoy, es un no gobierno" SEMANA: ¿Pero él está hablando de un pacto nacional? E.S.P.: Los pactos nacionales son muy socorridos cuando los gobernantes ven que los barcos se les hunden con las luces encendidas. Aquí no necesitamos pactos a favor de temas con los cuales todos estamos de acuerdo, ni más penas que alimenten el populismo punitivo tan recurrido en estos tiempos. Aquí lo que necesitamos es un acuerdo para el posconflicto y la terminación de las negociaciones con el ELN para acabar la tarea inconclusa de la paz. Si Duque quiere asegurar la gobernabilidad de su mandato en los próximos tres años, tiene que tender un puente hacia la otra orilla y hablar con los del otro lado de los temas que nos dividen. SEMANA: Cuando uno habla de Duque la gente también piensa en Uribe. Usted y él fueron muy cercanos en una época... E.S.P.: Es verdad, él formó parte de mi movimiento, el Poder Popular, hasta que ocupó la Gobernación de Antioquia. Entonces tomó el camino de la derecha ideológica del cual todavía no ha salido. Desde entonces partimos cobijas. Hoy nos dividen la paz, los derechos humanos, el posconflicto, la integración hemisférica... Grandes abismos. Le puede interesar: La pelea sobre el metro de Peñalosa y Samper en Twitter: ¿Quién tiene la razón? SEMANA: Pero ya que habla usted del Poder Popular, ¿cuáles fueron las banderas de ese movimiento que se volvieron realidad durante su gobierno? E.S.P.: En primer lugar lo que llamamos el “Salto Social”, que duplicó en cuatro años la inversión social respecto al PIB a través de programas como el Sisbén, que llevó salud efectiva a más de 18 millones de colombianos; la Red de Solidaridad, que focalizó recursos en programas para jóvenes, familias y ancianos, y que después, enhorabuena, continuaron, aunque cambiándoles de nombre. El Salto Social también se concretó en ampliación de acueductos, titulación de predios y cupos escolares. SEMANA: Usted apoyó el proceso de paz de Santos. ¿Cómo lo ve ahora? E.S.P.: Aunque Santos nunca fue amigo político, lo acompañé sin ningún egoísmo en su proceso de paz, así él no lo haya reconocido. Uribe dice que Santos lo traicionó buscando la paz. Enhorabuena: si no lo hubiera hecho hoy, estaríamos llorando 100.000 nuevas víctimas del conflicto. En Colombia, todo el mundo está con la paz, el problema es que cada quien tiene una idea distinta sobre ella. Para unos es la terminación del enfrentamiento armado. Para otros, es la paz de los sepulcros. Para otros, dentro de los cuales me incluyo, es la posibilidad de reconciliarnos, mediante la reconstrucción del tejido social, la infraestructura económica y las bases institucionales. SEMANA: ¿Y qué opina de la reciente controversia sobre Odebrecht y la campaña de Santos? E.S.P.: Lo de Odebrecht es capítulo de otro libro, aunque me llama la atención que en Colombia se demoró más que en otros países de la región en llegar arriba. El país debe enfrentar con valentía, como hizo Perú, el destape de estos entramados de corrupción, al precio que sea. Pero no debe caer en el uso de la corrupción como arma política, que es peor que la corrupción misma. La corrupción es una hija bastarda de haber llevado las prácticas del mercado al terreno de lo público. Confidencial: La cápsula de cianuro de Samper SEMANA: ¿Le recuerda al 8000? E.S.P.: Claro, es otra forma de penetración ilícita de las campañas presidenciales pero esta vez con recursos públicos. Lo paradójico es que algunos de los implicados de hoy eran entonces mis enemigos políticos. Mi consejo para ellos es que luchen con la verdad y para sus jueces, que les garanticen el debido proceso que no tuve. Espero, por supuesto, que al final terminen, como yo, absueltos por el bien de la democracia, la justicia y la tranquilidad de sus familias. SEMANA: ¿De qué se arrepiente ahora que conmemora los 25 años? E.S.P.: De muchas cosas. Me arrepiento, por ejemplo, de no haber expulsado al embajador de Estados Unidos como me lo pedía mucha gente, entre ellos Hernando Santos y García Márquez. Me arrepiento de haber nombrado algunas personas desleales y lidiado con varios amigos vergonzantes aun dentro del Gobierno. Me arrepiento también y mucho más hoy de no haber tomado las precauciones para que Peñalosa no conejeara a Bogotá con el metro subterráneo, que hace ocho años podría estar funcionando en su primera línea. SEMANA: Dígame tres cosas por las que quisiera ser recordado… E.S.P.: Más bien le cuento por quiénes quisiera ser recordado: por los campesinos cocaleros a quienes les ofrecí el Plan de Sustitución Social de Cultivos (Plante), que hoy están fumigando. Por los maestros a los cuales mejoré sus condiciones de vida, dignificando así la educación colombiana. Por los usuarios de los servicios de salud que hacían colas mortales en los hospitales públicos. Por todos los colombianos que creen en la salida pacífica del conflicto armado. Por los artistas, escritores y trabajadores de la cultura que fueron reconocidos. Y por todos aquellos que creen que todavía hay muy pocos arriba y muchos abajo... SEMANA:¿ Y a qué se dedica hoy? E.S.P.: Sencillo: a la paz, a construir una agenda social para América Latina, a servir de reina de Inglaterra en algunas fundaciones que atienden intereses sociales y el resto del tiempo a “abueliar”, a disfrutar los nietos, verbo aún no reconocido por los abuelos de la Real Academia de la Lengua.