La mayoría de los colombianos tiene en la mente, por las series de televisión y las películas gringas, que la Justicia en Estados Unidos es técnica, eficiente y ejemplar a la hora de condenar a un asesino. Por eso, el rápido juicio que se le realizó en Houston a la prestigiosa médica colombiana Ana María González -quien era desconocida en el país pero un referente mundial para los oncólogos que luchan contra el cáncer en todo el mundo-, terminó calando la teoría de que los celos la habían enloquecido al punto de intentar asesinar a su amante. Sin embargo esta apasionante historia, que ha llenado titulares en Estados Unidos y en Colombia, terminó en los últimos días generando una impresionante ola de solidaridad e indignación, no solo en Popayán –su tierra natal– sino en todo el país. Correos electrónicos y de celular, cadenas de apoyo, sitios especiales en las redes sociales y miles de mensajes han convertido su condena en una causa nacional. Tanto, que el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, dijo el jueves que el gobierno ayudará a la científica colombiana en la apelación que muy seguramente se presentará para tumbar el fallo o abrir, al menos, un nuevo juicio. ¿Qué argumentos hay para que esto ocurra? ¿Qué tan culpable es de lo que se le acusa? ¿Cómo una médica brillante y prestigiosa termina en el tribunal de los acusado, en un intento de homicidio? ¿Es culpable o inocente? El caso está centrado en un trío amoroso entre la colombiana, su amante y supuesta víctima, el médico George Blumenschein, y la novia oficial de este, la también doctora Evette Toney. La teoría de la Fiscalía, que terminó imponiéndose, es que el médico norteamericano tenía relaciones simultáneas con las dos mujeres. Con la gringa un noviazgo público y con González, uno clandestino. La crisis comenzó en 2012, cuando su novia oficial quedó embarazada y, según la Fiscalía, González, en un arrebato de celos y de despecho, intentó asesinar a su amante en enero de 2013, dándole un anticongelante en un café. Por esta hipótesis, que no fue demostrada plenamente, fue condenada a diez años de prisión y su brillante vida profesional quedó totalmente afectada. Si bien esa es la versión de la Fiscalía, hay elementos y dudas que podrían hacer pensar que el caso puede ser diferente a lo que se ha dicho hasta el momento. Hoy es claro que la relación entre González y Blumenschein era abierta y conocida por algunos compañeros de trabajo en el célebre hospital MD Anderson de Houston, por colegas oncólogos de otros países y por la misma familia, que lo conoció una vez durante las dos o tres veces que George Blumenschein vino con ella a Colombia desde 2010. Precisamente, además de ser un referente de consulta de todos los especialistas nacionales y una pionera en la lucha contra el cáncer agresivo de seno, González ha sido una entusiasta activista de los congresos y simposios que se realizaban en Colombia. Gracias a su reconocimiento y sus contactos internacionales logró, por ejemplo, que más de 50 especialistas de talla mundial, muchos de ellos del MD Anderson, el centro de investigación y tratamiento más importante del mundo, participaran en el Congreso de Cáncer que se realizó en Cali en 2008. Para esa época, ella se estaba separando, en los mejores términos, de su esposo Manuel Caicedo, con quien se había casado en 1998. Dos años después, en noviembre de 2010, González y Blumenschein viajaron a Armenia, en el Eje Cafetero, para participar en el primer Congreso de Hematología y Oncología. Mientras ella dictó varias conferencias sobre terapia molecular contra cáncer de mama, él dio una conferencia sobre tratamiento de cáncer de pulmón. La familia lo conocería en otros viajes al país y hablaba ocasionalmente con él por Skype. También hay contradicciones de cuándo y cómo empezó la relación amorosa. El médico estadounidense dijo ante el jurado que había comenzado en 2011 cuando ella se le metió a la oficina y lo besó en el cuello, y terminó consumándose en otoño, durante un viaje de trabajo en el que los dos estuvieron en Estocolmo. Pero para la familia la historia es distinta, pues los dos permanecían juntos y viajaban a Colombia y otros países. En el país también estuvieron en Bogotá y Santa Marta, como conferencistas en otros congresos. “La invitada de honor era González, pero como ella viajaba con Blumenschein, que era su novio, siempre había que abrirle un espacio en la programación científica para que él pudiera hablar de su trabajo”, dice uno de los organizadores de uno de estos eventos. A su vez Aurelio Angulo, médico radioterapeuta y primo de Ana María, dijo a SEMANA que él estuvo en varios encuentros científicos con los dos. “Para mí y para todos era claro, evidente, por las demostraciones de afecto y otras cosas más, que tenían una relación que en ningún momento fue clandestina”. Si bien en el MD Anderson aparentemente pocos sabían de la relación, muchos la sospechaban o hablaban de que algo había entre los dos. Las dudas y el secretismo con que manejaban el affaire se debía a que, supuestamente, Blumenschein vivía con su novia Evette Toney. Y segundo, porque no era bien visto que González, como directora de todas las investigaciones del prestigioso centro, tuviera una relación con alguien que en últimas era su subordinado. Incluso algunos empleados alcanzaron a decir que si la relación era cierta, iba a ocurrir una catástrofe. Según se diría después en el juicio, Toney nunca sospechó que su novio tuviera una relación con la médica colombiana, a pesar de que este pasaba los fines de semana con González, trabajando en una investigación y esta lo llamaba continuamente a su casa o al mismo celular de Toney. Una vez, cuando ella le preguntó si tenía una relación con la colombiana, lo negó, y le creyó: “Me dijo que no se sentía atraído por ella, que no le interesaba y me ponía en altavoz las conversaciones para que escuchara que estaban hablando de trabajo”, dijo ante el jurado. Tampoco dijo nada de los continuos viajes que su novio y González hacían juntos, no solo a Colombia sino a otros países. Con aroma de café En 2012 Toney y Blumenschein trataron de tener un hijo a través de fertilización in vitro, pero ella tuvo un aborto en septiembre. Para esa época, la relación entre González y Blumenschein se había deteriorado, y según él, Ana María se había vuelto muy intensa. Se supo en el juicio, que el 27 de enero de 2013 los dos se pusieron una cita en la casa de ella para ponerle fin al romance. Ese día tomaron vodka, hicieron el amor y al final, ella le sirvió un café negro, su bebida preferida. Al médico le supo extraño, muy dulce, pues acostumbraba tomarlo sin azúcar y González le dijo que le había puesto Splenda. Aparentemente ella también lo probó, y le dijo que estaba bien. Después los dos salieron para el hospital a trabajar. En el transcurso del día Blumenschein llamó tres veces a su novia para contarle que se sentía mareado y que tenía dificultades para hablar. Ella le pidió que fuera a urgencias, pero él se negó diciendo que era por falta de comida. Algo poco creíble en un médico especialista. Evette Toney dijo que en todo momento supo que él estaba con González y que por eso se sintió tranquila, pues sabía que lo iba a auxiliar en caso de ser necesario. A las diez de la noche cuando él no aguantó más, fue a urgencias y le detectaron una insuficiencia renal. Según la pareja, González estuvo con él esa noche, cuidándolo. Al otro día, cuando ella fue a visitarlo, grabó un video, que fue presentado en el juicio. Varios expertos dijeron que Blumenschein estuvo entre la vida y la muerte por haber consumido etilenglicol, un químico de sabor dulce que es usado como anticongelante en los laboratorios para proteger las células o tejidos al momento de ser expuestos a bajas temperaturas. Pero como lo que le encontraron en la orina fue oxalato de calcio, cabe la posibilidad de que el envenenamiento se hubiera producido por otra vía. Linda Herrington, secretaria que trabajó año y medio para el médico estadounidense, dijo al jurado que él había presentado síntomas similares seis meses antes de la hospitalización. Sin embargo, uno de los testimonios que más influyó al jurado fue el de la también médica Jennifer Litton, aseguró que González le contó el incidente del café, le dijo que también había tomado, que tenía etilenglicol en su laboratorio y que tenía miedo de ser víctima de una trampa de Evette Toney, la novia de Blumenschein para culparla a ella. Incluso la colega dijo que el día anterior la vio llorando en su oficina, diciendo que se iba a meter en muchos problemas. Antes de ese encuentro, Ana María estaba afectada. Había perdido peso, se veía mal y emocionalmente afectada, dijo un colega de ella a SEMANA. De hecho, un día llegó al hospital diciendo que había sido agredida físicamente por dos sujetos. Trató de insinuar que uno de ellos era el primo de la novia de su amante. Sin embargo, nunca interpuso una queja ante la Policía. Gracias a los médicos, Blumenschein logró salvar su vida, pero quedó con una pérdida del 60 por ciento de la capacidad de sus riñones. Frente a las sospechas de que González le había dado esa droga, pero con el temor de que ella les hiciera daño, a él y a su novia, la llamó unas 14 veces para grabarla de forma clandestina y obtener pruebas para llevarla a juicio. En medio de esas conversaciones de amantes en crisis, enfrentados, fue cuando ella le dijo que los problemas los “arreglaba a la colombiana”, frase que fue interpretada por la Fiscalía como una amenaza de muerte. En una acción fríamente calculada, Blumenschein la demandó a través de sus abogados, no por intento de homicidio, que en Texas le daría de dos a 20 años de prisión, sino por agresión agravada, que da penas hasta por 30 años, delito por el que sería condenada finalmente. El 11 de junio de 2013, casi cinco meses después del supuesto envenenamiento, la doctora fue detenida y dejada en libertad tras pagar una fianza. Al comenzar el juicio, hace unas semanas, González se declaró inocente. Fue la única vez que habló, pues no se sabe si por recomendaciones de sus abogados o por no tener que exponer su vida privada en público, tal y como lo tuvo que hacer el doctor Blumenschein, decidió no sentarse en el banquillo de los acusados para responder las preguntas de los fiscales. En el juicio nunca se demostró si el médico tenía daño renal antes de ser hospitalizado, si otra persona le pudo suministrar el etilenglicol ni se planteó el hecho de que la colombiana hubiera también sido víctima de un montaje. Uno de los argumentos de la defensa es que el médico ingirió la droga mucho antes del famoso café colombiano. Esto, porque la Asociación Norteamericana de Toxicología describe tres estadios clínicos evolutivos en la intoxicación por etilenglicol: el primero es el neurológico, que se presenta entre 30 minutos y 12 horas después de ingerir la sustancia. El segundo, el cardiopulmonar, que ocurre entre 12 y 36 horas mientras en el tercero, de 24 a 72 horas después de la intoxicación, aparecen las complicaciones renales, las mismas que le fueron diagnosticadas a Blumenschein pocas horas después de su último encuentro con González. “Prácticamente todos los argumentos de la Fiscalía fueron desmontados científicamente por la defensa, pero ella terminó condenada por evidencias circunstanciales y testimonios”, dijo una persona que estuvo en el juicio. Uno de los puntos que más polémica ha generado en el caso es la influencia que pudo tener sobre el jurado y la juez el hecho de que González fuera colombiana, que hubiera usado un café de este país y que hubiera dicho cómo resolvía sus problemas a la “Colombian way”, frase que directamente llevó al jurado a pensar en la serie Breaking Bad, una de las más exitosas y laureadas de la televisión estadounidense. En ella, uno de los protagonistas dice, “eso lo resuelvo a la colombiana”, antes de ir a asesinar a alguien. Todo esto, unido al imaginario que la violencia, el narcotráfico y los carteles de la mafia han creado en Estados Unidos, facilitaron que surgiera un estereotipo de maldad y la doctora acabara condenada en un rápido juicio. Paradójicamente, González había adquirido la ciudadanía estadounidense. Como su vida profesional se desarrolló en ese país y sus éxitos y logros los consiguió en calidad de médica norteamericana, resulta injusto que haya sido tratada por el jurado como una extranjera. Si González hubiera sido de otro país, probablemente el desenlace habría sido distinto. “Ella todavía podría ser una investigadora, tratando de curar el cáncer de seno”, dijo al finalizar el juicio su abogado Derek Hollingsworth. Puntos encontrados Otra cosa piensa Brian Rogers, quien cubrió el juicio para el Houston Chronicle. En entrevista con SEMANA dijo que todo el caso se resume en un triángulo amoroso en el que González quería tener un hijo y él le dijo que no, pero trató de tenerlo con su novia. “Ella simplemente perdió la cabeza y lo trató de envenenar. Eso es todo. El juicio terminó”. Leonard Zwelling, antiguo colega de González en el MD Anderson y colaborador del Kansas Letter, señala que para los fiscales el caso fue muy difícil de armar debido a la poca colaboración de los oncólogos y amigos de la pareja. Además, la investigación policial no fue hecha por la Policía de Houston sino que estuvo a cargo del departamento de Policía de la Universidad de Texas, que según Zwelling está preparado para lidiar con robos de computadores pero no con casos de asalto agravado. Todo esto, sumado a que nunca apareció otra teoría diferente a la del triángulo amoroso, llevó a ese veredicto. “Al jurado, y a todos los que seguimos el caso, nos dejaron sin otra alternativa para pensar que no era culpable”. Sin embargo, para muchos amigos y allegados, es increíble que González terminara en prisión a pesar de también ser víctima de la doble relación que promovió Blumenschein, quien tiene fama de haber tenido otros affaires. Precisamente algunos colegas y expertos dijeron que si una persona con el conocimiento y preparación de la doctora González hubiera querido asesinarlo, hubiera podido usar drogas o productos que no hubieran dejado huellas. Los argumentos que se han usado para defender a González van desde lo científico y jurídico hasta lo novelesco. Entre estos últimos, hay algunos defensores que han expresado la posibilidad de que detrás de todo haya una conspiración. Como Blumenschein ha recibido apoyo financiero de GlaxoSmithKline desde 2011 para sus investigaciones, empresa en la que trabaja su novia oficial, una ruptura con la colombiana podía frenar o acabar con las nuevas drogas que estaban probando. Por eso el médico habría intentado montar una trama para sacar a González del MD Anderson y proteger su trabajo. Si bien el mismo centro dijo durante el juicio que no había ninguna incompatibilidad entre los trabajos de Blumenschein y su relación con González, hace un par de años salió una denuncia en la que se mostraba cómo Ronald Dphino, uno de los directivos del MD Anderson, tenía 8 millones de dólares en acciones de la empresa Aveo Oncology, que estaba trabajando en una nueva droga contra el cáncer. George Blumenschein era el líder de las pruebas clínicas de esa nueva droga. Más allá de todas las teorías, para Zwelling, antiguo colega de González, el caso demostró una gran falta de liderazgo por parte del MD Anderson pues aunque era evidente que los dos expertos tenían una relación personal y ella, particularmente, lucía afectada por la situación –pues había perdido peso, se notaba agitada y de mal humor–, nadie dijo ni hizo nada para evitar una catástrofe. “Eso llama la atención en un hospital cuya razón de ser es salvar vidas pero que no está equipado para ayudar a los médicos cuando están bajo estrés sea por alcohol o por una relación afectiva. Todo el mundo sabía de su situación emocional, pero nadie hizo nada para evitarlo”, dice el experto. Alejandro González, hermano de la doctora y quien estuvo con ella en el juicio, dijo a SEMANA que “como familia acatamos el fallo, lo respetamos, pero estamos completamente seguros de la inocencia de Ana María. Todos los que la conocen saben que esto es un error, y por eso estamos estudiando la posibilidad de apelar”. Y el exministro y exgobernador de Cauca Guillermo Alberto González, dijo todos “estamos devastados con la decisión. Ana María toda la vida ha generado nuestra admiración, por su trayectoria, por su comportamiento ético. Ella ha dedicado su vida a salvar vidas, por eso es imposible que cometiera un crimen tan burdo”. Independientemente de si Ana María es culpable o inocente, está claro que la Fiscalía no pudo probar su culpabilidad de manera directa, sino por evidencias circunstanciales, por testimonios y porque tenía motivos para hacerlo. Nunca evidenció que el veneno salió de manos de la doctora ni tuvo una prueba reina. De igual forma la defensa no fue capaz de convencer al jurado de su inocencia, pues así como fue víctima de la trilogía amorosa, no era imposible que también fuera victimaria. En situaciones como esa, donde todo es posible y nada es seguro, la teoría del derecho sostiene que debe existir una duda razonable que en estricto sentido favorezca al acusado. Algo que en este caso no ocurrió. Lo cierto es que los crecientes interrogantes sobre el caso de la médica González, unidos a los vacíos que dejó el fallo y a su talante profesional y personal, dejan claro que su caso, a pesar de haber terminado el 30 de septiembre con la condena a diez años de prisión, apenas comienza. Una vida para la medicina Esta menuda mujer nació en 1971, en una de las familias más tradicionales de Popayán. Su tío, Guillermo Alberto González, fue gobernador del Cauca y su madre, Eugenia Angulo, es descendiente de Tomás Cipriano de Mosquera. Aunque la política ha estado presente desde su infancia, esa nunca fue su pasión. Al igual que su tío, el prestigioso oncólogo Mario Angulo, ella descubrió desde muy pequeña que lo suyo era la Medicina. En 1988, luego de graduarse con todos los honores del colegio San José de Tarbes, se fue a estudiar inglés a Estados Unidos. Un año después volvió a su casa con la firme idea de convertirse en una gran médica. En la Universidad del Cauca se destacó como la mejor de su promoción. El decano de esa facultad, José Luis Diago, le dijo a esta revista que ella ha sido una de las mejores estudiantes y a pesar de la fama, nunca se olvidó de ayudar a los demás. Al terminar su universidad, González logró obtener por méritos propios una residencia en Medicina Interna en el reconocido Centro Médico de Mount Sinai en Miami. Posteriormente, obtuvo una beca para estudiar Oncología Médica en la Clínica Ochsner de Nueva Orleans y continuó sus estudios en la escuela de Medicina de la Universidad de Texas, en Houston. Finalmente se vinculó como profesora e investigadora del MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas, el mismo que le había señalado su tío Angulo como su destino final. Allí se desempeñó como jefa de Investigación Clínica y Desarrollo de Fármacos del Departamento de Cáncer de Mama, y fue en donde conoció a su colega George Blumenschein, quien trabaja contra el cáncer en cuello y cerebro. A la fecha, ha publicado más de 120 investigaciones concentradas en buscar la cura para los tipos más agresivos de cáncer de seno y en desarrollar tratamientos alternativos a la quimioterapia. A lo largo de su carrera, ha participado en múltiples congresos alrededor del mundo.