Hay miedo en Quibdó por una nueva ola de violencia que acorrala a la población civil. Las bandas delincuenciales están en disputa, la extorsión está disparada y la fuerza pública no sería suficiente para hacerles contrapeso.

Las autoridades tienen claro que en las calles se mueven los miembros del Clan del Golfo, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y los Mexicanos, una banda local que ha crecido en los últimos años para imponer el orden en los barrios.

Estas organizaciones estarían en confrontación por el control territorial. SEMANA recorrió la ciudad, escuchó testimonios y todos coinciden en decir en que hay fronteras invisibles que, tímidamente, esquivan para no ser asesinados.

El alcalde Rafael Bolaños escribió un dramático comunicado al Gobierno, donde reconoció que la ciudad se convirtió en un epicentro de violencia debido a las disputas de todas las personas que operan al margen de la ley.

“Esta situación ha generado un aumento exponencial de delitos, especialmente de los homicidios, afectando principalmente a jóvenes, y una escalada de extorsiones a establecimientos comerciales, lo que tiene a la población con miedo y zozobra”, dijo.

El crimen más reciente fue el de un reconocido comerciante, identificado como Yaider Padilla, atacado a disparos cuando cerraba las puertas de su local. En ese instante, también estalló un explosivo en una droguería que dejó dos heridos.

Quibdó, Chocó. | Foto: Juan Diego Mercado.

El mandatario le habló al presidente Petro: “Hago un llamado enfático para que no nos deje solos en esta situación difícil. Es imperativo tomar medidas contundentes y efectivas, ya que la seguridad, el bienestar y la paz deben ser la prioridad”.

Los comerciantes -y ciudadanía general- de Quibdó están desesperados por la extorsión en la ciudad. Dicen que la situación ha llegado a tal punto de que deben pagar para pintar las fachadas de sus casas.

Los grupos armados no les permiten a la ciudadanía entrar a ciertas zonas de algunos barrios a llevar un simple domicilio o prestar sus servicios con normalidad, si primero no les pagan una determinada tarifa a manera de “vacuna”.

Aseguran que los delincuentes comunes de cada sector imponen su ley, a tal punto que la Empresa Distribuidora del Pacífico, (DISPAC), ni siquiera puede ingresar para hacer lecturas en los medidores, suspender servicios por falta de pago o hacerle mantenimiento a las redes y equipos de conducción de energía eléctrica; ya que sus empleados pueden ser asesinados.

En Quibdó ningún barrio se libra del accionar de las estructuras al margen de la ley, las cuales envían a sus pistoleros para disparar contra las viviendas o establecimientos comerciales cuyos propietarios se niegan a pagar las cuotas que se les exigen a menudo. A la hora de atacar solo importa generar terror, pero no quién caiga bajo la lluvia de balas; pues este “impuesto” se le cobra hasta a las tiendas más pequeñas.

La delincuencia vive tan pendiente de lo que sucede en su territorio que si en una casa se hace alguna clase de reparación o mejora, como pintar la fachada o arreglar el tejado, la llegada de los materiales es la clave para que aparezcan en la puerta los delegados de la banda del barrio a exigir su parte. Para intentar librarse de esta plaga, las familias y los obreros prefieren optar por una estrategia en la que llegan temprano en la mañana a las viviendas y salen al final de la tarde, pero sin usar ropa de trabajo para no ser detectados.