Desde el aire, un dron captó la macabra escena, ahora en poder de SEMANA. En Arauca, dos suboficiales del Ejército son sometidos por una mujer y un hombre, de civil, con camiseta blanca, que a sangre fría y a quemarropa les disparan, aunque están en estado total de indefensión. Es la imagen de una brutal violación al derecho internacional humanitario.
Es aterradora. Un uniformado está reducido en el piso y, por la contundencia de un disparo, los brazos se levantan como si hubiera sido electrocutado. Los asesinos, disfrazados de vecinos, se suben a una moto y se marchan con la tranquilidad de quien acaba de saludar a un amigo.
El acto de barbarie ocurre en tres minutos. Las imágenes que conoció en exclusiva SEMANA ya están en poder de la Fiscalía, junto con una denuncia del Ejército y el relato detallado de los hechos. Los militares están en el suelo mientras los asesinos caminan y hasta los huelen, los desarman, luego disparan y antes de huir, los rematan.Retrocediendo el video hay un hecho que no tiene explicación.
Los uniformados aparecen de pie y detienen la motocicleta en la que se movilizan sus futuros asesinos. El procedimiento es normal, en medio de un operativo militar en una zona controlada por grupos criminales. En esa escena previa quienes están en el suelo son los civiles y los uniformados hacen un registro. El dron se aleja para verificar la seguridad en otro punto y cuando regresa la situación es otra. Los militares están en el suelo, no se mueven, incluso cuando los asesinos les roban sus pertenencias. Están en el piso, no se sabe, en ese momento, si están muertos.
Las imágenes revelan la crueldad y la sevicia de las disidencias en los territorios cuando sus comandantes, como alias Iván Mordisco, engañan al país con discursos en video sobre su intención de paz.
El Ejército confirmó que el sargento Ramiro Cruz y el cabo Jairo Alexánder Velasco, ambos con más de 18 años de servicio, fueron asesinados en el departamento de Arauca con tiros de gracia, si así se puede llamar a esos disparos a sangre fría.El ataque ocurrió el pasado 18 de octubre, cuando el Ejército iba tras alias Pescado, un terrorista de la estructura décima de las disidencias de las Farc. Un delincuente que secuestra, extorsiona y mata, en una confrontación con el ELN por el control de las rutas del narcotráfico que llegan a Venezuela como puerto de salida internacional.
El operativo del Ejército era perfecto. Los militares llegaron a una vivienda y encontraron el material de intendencia listo para entregar a alias Pescado. A 300 metros de altura, un equipo de vigilancia remota prestaba seguridad y observó cuando una camioneta blanca, cargada de uniformados, se acercó al punto. Hubo un enfrentamiento y cuatro disidentes resultaron muertos en un cruce de disparos que quedó también registrado en video.
El sargento Cruz y el cabo Velasco tenían la misión de prestar seguridad en la zona del operativo. Verificar y registrar todo vehículo que pasara por el lugar. Cuando observaron la motocicleta la detuvieron y minutos después, el dron, controlado desde Bogotá y responsable de alertar la presencia de otros grupos armados en la zona, llega al punto y tras confirmar que todo está en orden, se desplaza a otro sector.
Lo que ocurre después es una duda que entrará a investigar la Fiscalía. No hay una explicación, pero sí varias hipótesis. Al parecer, los uniformados fueron atacados a larga distancia en una zona despejada, ideal para un francotirador. La otra, que la pareja de asesinos aprovechó un descuido para sorprender y atacar a los militares.
Al final, sin importar las versiones, el resultado es el mismo: se trata de un hecho sádico a manos de quienes ahora dicen buscar la paz. La denuncia SEMANA conoció la denuncia, de 44 páginas, que radicó el Ejército, por lo que se considera una grave violación al derecho internacional humanitario. El documento en poder de la Fiscalía hace un relato cronológico de los hechos que terminaron en el brutal asesinato del sargento Cruz y del cabo Velasco.
La denuncia, radicada un día después del asesinato de los militares, explica que hubo un operativo contra el frente décimo Martín Villa, de las disidencias de las Farc, en Arauca. Se trata de una organización criminal “dedicada a realizar actividades de terrorismo, narcotráfico, extorsión, reclutamiento ilícito de menores y desplazamiento forzado bajo direccionamiento de su cabecilla principal, alias Willi o Costeño”, señala el documento.
Dos hechos fueron resaltados por los responsables de redactar la denuncia. Primero, el asesinato de los militares ocurrió cuando las víctimas se encontraban en estado de indefensión. Los uniformados estaban en el suelo sin la posibilidad de defenderse, sometidos y luego ultimados. Segundo, que los asesinos, un hombre y una mujer, de civil, escondidos bajo la fachada de habitantes de la zona, no solo dispararon a quemarropa, sino que robaron a los militares cuando confirmaron, con tiros de gracia, que estaban muertos.
De sus cuerpos arrancaron las pertenencias y hasta las armas del Estado. La denuncia ante la justicia en Colombia se anticipa a otra que el propio Ejército presentará ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por considerar que, sin lugar a dudas, se trata de una violación al sistema interamericano y que deja como responsable justamente a un grupo criminal que en redes sociales se suma a la propuesta de paz del Gobierno, pero que en los territorios masacra.
Tierra de nadie
La confrontación entre delincuentes de las disidencias de las Farc y el ELN por manejar las actividades criminales en Arauca cuenta muertos por decenas. En varias zonas del departamento, de acuerdo con fuentes de inteligencia, hay un dicho: “Si se levanta una piedra, de ahí sale un eleno o un disidente”.
Esto como ejemplo de la magnitud y alcance que tienen los asesinos y narcotraficantes en esta zona del país. La primera facción de las disidencias de las Farc instaló en Arauca las subestructuras décima y 28. La primera, al mando de alias Willi o Costeño; la segunda, con alias Antonio Medina, el youtuber de las disidencias, el mismo que en video exige extorsiones y reconoce secuestros, en una descarada burla a la justicia.
Estos dos grupos tenían un acuerdo criminal con el ELN para repartirse las extorsiones y los secuestros, pero ese “negocio” se desbarató cuando no se respetaron los “clientes” o víctimas. El departamento se dividió y habitantes, comerciantes y empresarios deben pagar el doble, mientras la fuerza pública hace lo propio: enfrentar en dos vías la violencia.
Es en este escenario, desolador y lleno de criminalidad, donde el sargento Cruz y el cabo Velasco confiaron en la pareja que luego los asesinó. Su muerte deja huérfanos y viudas, familias orgullosas de sus héroes, pero también víctimas de los tentáculos despiadados, asesinos, de las disidencias en una tierra de nadie.