El comandante del Ejército Nacional, general Luis Mauricio Ospina, lleva varios días envuelto en un estruendoso escándalo por acusaciones en su contra de montajes y seguimientos ilegales. Mientras tanto, la institución sufre el desgaste.

El presidente Gustavo Petro y su ministro de Defensa, Iván Velásquez, han decidido proteger a Ospina y atornillarlo al cargo, a pesar del alto costo en la moral de las tropas y la imagen pública de la institución. Misteriosamente, y siendo tan crítico de las Fuerzas Armadas y los generales, el mandatario ha guardado silencio ante las graves denuncias. Velásquez, en cambio, se pronunció esta semana para apoyar al general Ospina, diciendo que no creía que hubiese “una orden ilegal del Comandante del Ejército”.

Pero las pruebas reveladas por SEMANA son contundentes y comprometen en materia grave al general Luis Mauricio Ospina. Por un lado, el general Jhon Rojas, con pruebas en la mano, lo señala de hacerle un montaje con otros generales y coroneles, para sacarlo del Ejército. Mientras tanto, el teniente Acuña, oficial activo, confesó en la Fiscalía que participó del complot contra Rojas y reveló quiénes le dieron las órdenes, al tiempo que le pidió perdón al general Rojas.

Por otra parte, la confesión de una agente de inteligencia, grabaciones e imágenes, dejaron al descubierto que el general Ospina ordenó a inteligencia y contrainteligencia investigar al profesor Leonardo Colmenares, quien había sido maestro de inglés de su esposa y con quien ella mantenía una amistad.

En todo esto llama la atención que el ministro Iván Velásquez ha tenido una actitud que no parece digna de su cargo. En el caso del profesor de inglés, justificó que el aparato de inteligencia y contrainteligencia del Ejército se pusiera al servicio de los intereses personales del comandante de la institución, absolviéndolo, aunque al ‘Teacher’ lo siguieron ilegalmente para investigar los encuentros que tenía con la esposa del general Ospina y hasta incluyeron su nombre en un informe secreto, como si perteneciera a las Farc de Mordisco para poder rastrear su celular a través de la Bigam.

Más extraño aún es lo que hizo el ministro de Defensa en el caso del general Jhon Rojas. A mediados de octubre, Velásquez terminó hablando telefónicamente con el teniente Acuña, quien desesperado le confesó desde Tumaco, donde estaba castigado para evitar que hablara, todo lo que sabía sobre el montaje al general Rojas, a quien ya habían retirado del Ejército en medio de un fuerte escándalo. Acuña le contó los pormenores al ministro de Defensa, le dijo que él participó del montaje y le reveló cómo se hizo y quiénes le dieron las órdenes.

Iván Velásquez escuchó al teniente Acuña y ordenó su traslado casi inmediato al Ministerio en Bogotá. El oficial llegó el 30 de octubre a su nuevo destino y desde entonces no ha vuelto a hablar con el alto funcionario, quien tampoco hizo nada con la información que tenía entre las manos, no reportó a la Fiscalía que conocía la confesión de Acuña, un testigo clave, aun sabiendo que a Rojas ya lo estaban investigando por una denuncia falsa firmada y entregada por la Cúpula Militar al fiscal Francisco Barbosa el 23 de septiembre.

El que sí habló con el teniente Acuña en Bogotá fue el coronel (r) Juan Carlos Mazo, mano derecha del ministro de Defensa. Según Acuña, Mazo le dio la razón y le aseguró que le habló a Velásquez de la solidez de su testimonio que pone al descubierto el montaje contra Rojas. Pero Mazo tampoco reportó a la Fiscalía. Acuña terminó confesando ante fiscales lo que sabe por sus propios medios. En últimas, en el Ministerio de Defensa escondieron su testimonio y los oficiales, generales y coroneles que participaron en el complot siguen en sus cargos y más atornillados que nunca, ¿por qué?

Mientras tanto, el Ejército internamente está que arde y aunque no lo puedan expresar públicamente, miles de oficiales y soldados no se explican cómo Petro y el ministro de Defensa están protegiendo a los “malos” y favoreciendo la corrupción.