La lucha anticorrupción debe estar enmarcada en una impecable estrategia de comunicación antes, durante y después de cada hallazgo. Y esa pedagogía tiene que ser persistente y lúcida, incluso cuando no se logran éxitos. Cuando se hace por movimientos epilépticos, la gente cree que no hay un compromiso serio para asegurar la integridad. Los nuevos hallazgos, si son significativos, dan la idea de que todo está corrupto, y así se pierde la confianza, las instituciones se deslegitiman, proliferan los rumores y los mismos que encabezan la cruzada son objeto de sospecha, porque es fácil insinuar que no se ha hecho mayor cosa o que las campañas esporádicas son para ‘hacer creer’ y que, más que destapar, se está encubriendo. Es muy complejo lidiar con el tema de la percepción de corrupción. Mucho más fácil denunciarla y hasta castigarla. Pero ojo con la percepción que se difunde como una epidemia difícil de contrarrestar.Tomemos el caso más reciente: Odebrecht. Entre diciembre y enero han ocurrido cosas. El fiscal se ha movido, ha tomado decisiones con prontitud. Pero con el paso de los días la gente se pregunta: ¿y por qué tardaron seis años y no ocurrió nada? ¿Acaso en Brasil, la casa matriz de este escándalo, el presidente de la compañía no fue puesto preso hace dos años y las dimensiones escandalosas del comportamiento corrupto de la compañía ya eran conocidas mundialmente? ¿Por qué no se encendieron las alarmas? ¿Acaso esa compañía no trabajaba en Colombia?La corrupción ha existido siempre, aunque ahora es mucho más notoria por las cifras descomunales que se mueven en el mundo de los negocios globales. La tecnología contemporánea permite ocultar los comportamientos indebidos; Odebrecht tenía un departamento dedicado al tema y una plataforma tecnológica para hacer imposible o muy difícil el rastreo. La Justicia americana cuenta con herramientas sofisticadas que le han permitido hacer el seguimiento de muchísimos casos. Ha sido implacable. Las autoridades colombianas deberían interesarse no solo por lo que nos han contado, sino por lo que no sabemos.Integridad y descomposiciónColombia tuvo una tradición de integridad. Muchos controvierten esta afirmación. Con todo, es a partir de los años setenta cuando ocurre una serie de fenómenos que dispararon el abandono de patrones de integridad que habían caracterizado a la dirigencia política, empresarial y judicial. El peor de todos los causantes de este deterioro ético lo produjo el fenómeno de las drogas ilícitas que abrió un apetito insaciable por el enriquecimiento fácil, así fuera ilícito. Enumeremos algunos de esos factores:1 Diversas bonanzas (esmeraldera, cafetera, marimbera, etcétera) generaron miles de millones de dólares, que desataron ambiciones incontenibles de enriquecimiento. Como dijo Clinton: las drogas exacerbaron todos los problemas de Colombia.2 El sistema tradicional de valores se erosionó, en parte, por la pérdida de influencia de la Iglesia católica, de una educación que abandonó la enseñanza de valores y unos medios electrónicos de comunicación, que convirtieron en celebridades a criminales despreciables mientras los colombianos honestos pasaban inadvertidos. Se glorifica el estilo de vida ostentoso, propio de una cultura de la corrupción.3 El sistema de partidos se debilitó y los grupúsculos que sobrevivieron y emergieron se convirtieron en una fácil presa de la corrupción. Y las reformas para aliviar este proceso de desintegración han reducido el problema, no han logrado superarlo. Los partidos ‘personales’ dieron lugar a lo que el expresidente Gaviria denomina “los políticos-contratistas”. Ahí se produjo el maridaje entre política, contratos, intercambio de favores, que ha sido nefasto.4 La ineficacia del Poder Judicial que, aunque ha logrado sancionar ejemplarmente a docenas de dirigentes infractores, tiene fallas notorias y ella misma es víctima de conductas inaceptables.5 La descentralización sin controles ha sido tentación irresistible para los “políticos-contratistas”. Los municipios se enriquecieron con las participaciones de un presupuesto cada vez más apetecible y los partidos políticos ya no estaban ahí para exigir comportamientos que los acreditaran ante la ciudadanía. La alianza de políticos y grupos armados ilegales, como los paramilitares, fue nefasta. Casi 70 dirigentes políticos están presos. El contralor Maya tiene toda la razón en proponer unas Contralorías diferentes a las que existen hoy.6 El costo desbordado de las campañas electorales ha arrasado con los mínimos éticos. Llevo décadas planteando la urgencia de que haya una financiación estatal total y un control muy riguroso. Es lo que ahora ha propuesto el presidente Santos.7 La ausencia o la debilidad de la oposición política facilita la proliferación de comportamientos corruptos.8 En general, la debilidad de las instituciones gubernamentales.Herramientas exitosas¿En qué ha sido exitoso el Estado colombiano en la lucha anticorrupción? Desde hace varios años me he ocupado del asunto. Hay mucha receta que funciona a medias o no sirve de mucho, como está demostrado. Y por ello es indispensable identificar estrategias o instituciones exitosas. Quiero presentar cinco:1 La pérdida de investidura o muerte política: por lo menos 60 congresistas han sido sancionados por el Consejo de Estado desde 1991. ¿Acaso está perdiendo vigencia?2 El Decreto 1895 de 1989 (gobierno de Barco, de autoría de Alfonso Gómez Méndez). Fue la herramienta que facilitó el proceso 8.000 que llevó a la cárcel a muchos congresistas y altos funcionarios.3 Los poderes exorbitantes del contralor general y del procurador que los facultan para destituir servidores públicos por un procedimiento abreviado. Históricamente, el procurador lo ha utilizado; el contralor no tanto; ha afectado a miembros del Congreso, ministros, gobernadores, alcaldes y altos oficiales de la fuerza pública.4 Los poderes ordinarios de estas agencias y de la Fiscalía.5 El presidente Santos nos deslumbró con una estrategia que puso en marcha al comenzar su gobierno (objetivos de alto valor en la lucha contra la corrupción) en virtud del trabajo de un comando conjunto de las principales agencias, parecido al que se puso en marcha esta semana y en virtud del cual en breves semanas identificó tres casos críticos:Corrupción en la oficina de impuestos (cobro del IVA en exportaciones ficticias).El caso de Saludcoop (pagos ficticios, pagos dobles, facturas infladas, etcétera).La existencia de estudiantes y escuelas ‘fantasmas’. El gobierno obró con rapidez en la investigación, en desmantelar redes criminales y en propiciar la captura y procesamiento de los principales implicados, con una rara rapidez.Ni sobreestimar ni subvalorarLa revista The Economist escribió que Colombia debía ser admirada por los jueces que preferían morir a ser sobornados. Podríamos hablar de una gran mayoría de funcionarios honestos, de empresarios que compiten en condiciones de desigualdad y no desmayan. Aquí ha habido un combate heroico contra la corrupción. Las familias presidenciales, congresistas, magistrados, jueces, miembros de las Fuerzas Armadas, gobernadores, periodistas, miembros de familias honestas adineradas han sufrido amenazas y exilios temporales o definitivos, han sido brutalmente asesinados, o han sufrido la extorsión y el secuestro. Nos hemos enfrentado contra organizaciones criminales. Algunos de esos grupos son más poderosos que en el pasado, pero ya derrotamos algunos que el mundo miraba con asombro. Claro, ha habido notables excepciones. Y es posible que una estrategia equivocada de comunicaciones haya propiciado una percepción muy diferente, que no nos permite ver la Colombia honesta que es mucho más fuerte que la corrupta.La corrupción no puede sobreestimarse y mucho menos subvalorarse. La exageración no ayuda. El cinismo tampoco. La complacencia mucho menos y la estigmatización entre los adversarios tampoco. Es una lucha que requiere unidad nacional.