El pasado 31 de mayo, la vida de la modelo paisa Sara Builes tuvo un dramático giro que la dejará marcada para siempre. A sus 22 años y con una prometedora carrera en el modelaje, se convirtió en la más reciente mujer hermosa envuelta en un escándalo por su relación con un narco. Un caso que está muy lejos de ser el único y que debería llevar a Colombia a preguntarse qué le pasa a una sociedad en la que esto no solo se ha vuelto habitual, sino hasta parte de la farándula.Ese día Sara Builes fue detenida brevemente en el aeropuerto de Río de Janeiro por agentes de la Policía Federal brasileña. Los uniformados no iban por ella sino tras su novio, con quien acababa de llegar en un vuelo desde España. Se trataba de Jhon Freddy Manco Torres.  Conocido con el alias del Indio era uno de los narcos más buscados en Colombia, cuyo nombre se hizo público a fines de 2008, cuando se descubrió que el entonces jefe de Fiscalías de Medellín, Guillermo Valencia Cossio, ayudó a eliminar su foto y su nombre de un organigrama policial en el que figuraba como segundo de la estructura criminal de don Mario. Por el favor, Valencia Cossio recibió una cuatrimoto.  Los brasileños dejaron a Sara Builes en libertad y su familia le compró un pasaje para volver a Colombia. El Indio –y los 30.000 euros que traía para ver un partido de fútbol y pasar unos días en Río con ella– quedaron bajo custodia. La noticia se publicó en muchas partes. Se armó el fugaz escándalo habitual. Y nada más. Hasta que sea sorprendida la próxima bella con otra bestia. Sara hace parte de ese grupo de mujeres que encontraron en el modelaje, los reinados y el mundo comercial que las rodea la forma de acercarse a los mafiosos. Desde hace más de 30 años, los narcos han buscado en las pasarelas a hermosas jóvenes que, casi todas por ambición y unas pocas por amor, terminan hasta arriesgando la vida a cambio de los lujos que les proporciona la riqueza hechicera del narcotráfico. En los primeros días de este año otra modelo, Carolina Arango, de 21 años, fue asesinada en una finca cerca de Envigado. Con ella murieron ocho personas, entre ellas cuatro jóvenes y Jorge Mario Pérez, alias el Morro, un notable de la banda La Terraza y la Oficina de Envigado. Según las autoridades, Carolina estaba con él. Igual destino tuvo la modelo y actriz Liliana Lozano, asesinada en enero de 2009 en una carretera de Valle junto a su novio Fabio Vargas, hermano del asesinado narcotraficante Leonidas Vargas. Hay ejemplos nuevos y viejos. El más antiguo y el más célebre es el de la presentadora de televisión Virginia Vallejo, cuyo romance con Pablo Escobar signó los años ochenta. Maribel Gutiérrez Tinoco, señorita Colombia 1990, renunció para casarse con Jairo el ‘Mico’ Durán, reconocido narcotraficante de la costa, asesinado dos años después. La señorita Guainía 1993 se casó con Efraín Hernández Ramírez, alias don Efra, del cartel del Norte del Valle. Poco después este fue asesinado en 1993 y ella fue condenada a 65 meses de prisión. Entre 2000 y 2003 estuvo casada con Cristian Sale, señalado de pertenecer a la mafia italiana y ser socio de Salvatore Mancuso.  La modelo antioqueña Natalia París sufrió el asesinato de su esposo, Andrés David Mejía, alias Julio Fierro, sindicado de narcotráfico, en 2001 cuando este negociaba con la DEA. Juliana Sosa Toro, que participó en el Reinado Nacional del Turismo por Medellín en 2008, fue capturada dos años después en una lujosa casa en las afueras de México como compañera del capo de ese país José Jorge Valderas Garzas, alias J.J. Angie Sanclemente, reina internacional del café en 2000, está presa en Buenos Aires por hacer parte de la organización de alias el Monstruo, otro mexicano. La lista es interminable. Y plantea a la sociedad que produce estos casos incómodas preguntas. En lugar de atribuir la culpa de todo a las narices de los gringos, ¿qué explica que en Colombia el narcotráfico haya encontrado una sociedad tan apta para su negocio y una cultura tan ávida de sus excesos? ¿En qué otra sociedad ha hecho carrera, de la televisión a los barrios de varias ciudades, la idea de que ‘sin tetas no hay paraíso’? ¿Qué papel desempeñan los circuitos comerciales legales –y una cultura machista en la que la figura lo es todo– en la promoción de las ‘muñecas de la mafia’, que suben sus tarifas por salir en las revistas que se venden en los supermercados? ¿Qué lugar del mundo acuñó el término ‘prepago’? Una ‘bella’ como Sara Builes con una ‘bestia’ como el Indio en el aeropuerto de Río de Janeiro no debería ser solo noticia de un día para consumo de las páginas picantes de los medios. Es todo un caso para que la sociedad colombiana empiece, por fin, a mirarse en el espejo.