Como es habitual, el pasado primero de mayo se llevaron a cabo las respectivas manifestaciones del Día Internacional del Trabajo. Igualmente, se realizó una jornada de movilizaciones en favor del gobierno de Gustavo Petro, quien convocó a todos sus simpatizantes.
Ante la masiva participación ciudadana, el jefe de Estado colombiano decidió salir a las calles del centro de Bogotá para marchar junto a sus seguidores, quienes llenaron la Plaza de Bolívar. Igualmente, el mandatario estuvo acompañado en todo momento de Antonella, su hija menor.
El fuerte discurso del cordobés durante las movilizaciones, sumado a la presencia de la menor de edad, provocaron todo tipo de reacciones. Incluso, la periodista Salud Hernández-Mora le dedicó una columna a la joven, la cual tituló ‘Carta a Antonella Petro’.
“Me dirijo a usted, aunque no leerá esta columna, porque encuentro descorazonador que una adolescente crea que las proclamas incendiarias, calumniar a tus oponentes y mentir sin ruborizarse sean el camino recto que deba seguir la juventud, en un mundo que ya soporta demasiados incendios”, escribió la española en SEMANA.
Frente a estas palabras, la pequeña decidió escribirle una carta en respuesta a Hernández-Mora en la que expresa que siempre le ha interesado la política y que le gusta acompañar a su padre, como cualquier hija, a ciertos eventos, recalcando que es una adolescente normal que tiene criterio propio.
“Primero que todo, cabe aclarar que a todos los actos públicos a los que he ido, lo he hecho por voluntad propia y no porque mi padre me obligue (nunca lo haría). Me gusta aprender de lo que dice y al mismo tiempo sacar mis propias críticas”, precisó inicialmente.
Luego, sentenció: “Estar al lado de mi padre y apoyarlo, como cualquier hija apoyaría a su padre, no debería ponerme en el ‘foco de atención’, como usted lo insinúa, Salud. Sin embargo, parece que usted, respetada periodista, por verme al lado de mi papá buscó la ocasión de utilizarme como instrumento para criticarlo”.
La menor de edad recalcó finalmente que no está de acuerdo con la premisa que expuso la periodista sobre que los “retoños del mandatario de turno” deberían ser “invisibles”, y enfatizó que tiene derecho a expresar sus opiniones, como cualquier ciudadano.
Esta es la carta completa
Respuesta a la periodista Salud Hernández
”A palabras necias, oídos sordos”, es una frase que en incontables ocasiones me han repetido y en la que creo. No obstante, que las palabras necias provengan de una de las revistas más importantes del país como lo es SEMANA y, más específicamente, de la periodista Salud Hernández, amerita una respuesta.
Primero que todo, cabe aclarar que a todos los actos públicos a los que he ido, lo he hecho por voluntad propia y no porque mi padre me obligue (nunca lo haría). Me gusta aprender de lo que dice y al mismo tiempo sacar mis propias críticas. Además, como cualquier otra persona, estoy en mi derecho de marchar por los derechos de los y las trabajadoras, sabiendo que en unos años me convertiré en una más.
Estar al lado de mi padre y apoyarlo, como cualquier hija apoyaría a su padre, no debería ponerme en el “foco de atención” como usted lo insinúa, Salud. Sin embargo, parece que usted, respetada periodista, por verme al lado de mi papá buscó la ocasión de utilizarme como instrumento para criticarlo. Si su intención era juzgar el discurso de mi padre, lo cual es totalmente válido, podría haberlo hecho sin necesidad de mencionarme. Usted a lo largo de su carta estigmatiza mi vida, mi forma de ser y de pensar.
Cito unos cuantos ejemplos: “Encuentro descorazonador que una adolescente crea”; “Este tipo de gestos, lo aprenderás, Antonella”; “De pronto, Antonella, conviene aclararle”, entre muchos más. Sin embargo, es pertinente recordarle que antes de juzgar a una persona, toca conocerla. Por ende, me presento: antes que nada, mi nombre es Antonella Petro Alcocer y, al igual que los adolescentes de mi edad, tengo mi vida propia, alejada de la política; voy al colegio, practico mi deporte, salgo con mis amigos colombianos en Bogotá, no europeos en Italia, como usted lo insinúa. Asimismo, me interesa la política. Es un mundo en el cual crecí y el cual me apasiona.
Si bien me gusta mantenerme al margen de lo que sucede, también me gusta charlar con mi padre de vez en cuando, que me dé su opinión sobre hechos históricos del país o de la actualidad, me gusta que me hable de su plan de gobierno y las reformas que quiere plantear. Sin embargo, a lo largo de mi corta vida, me enseñó también que un punto de vista personal y crítico no se construye con una sola opinión, sino con varias (lo cual es una de las cosas que más le agradezco de mi educación).
Por eso mismo, me gusta leer libros de personalidades que no comparten sus ideologías políticas; por ejemplo, mi más reciente lectura es La explosión controlada, de Alejandro Gaviria. También he aprendido que se tiene que llevar la contraria cuando uno no está de acuerdo en algo, razón por la cual no callo mis opiniones cuando siento que es correcto.
Por ende, concluyo que por más que mi cerebro tiene mucho que aprender y abrirse todavía, no soy una adolescente ni sesgada ni ignorante, como usted lo intenta plantear en incontables ocasiones en su artículo. Por eso mismo le escribo esta carta, ya que no permitiré que mi nombre sea usado para desprestigiar a mi papá.
Cuando hay cosas que deben ser criticadas del gobierno de mi padre (como en cualquier otro gobierno) soy la primera en decírselo y darle mi opinión. Sin embargo, hay unas cosas que usted sugiere que le “plantee” a mi papá, las cuales no comparto. No las citaré puesto que no me parece oportuno; sin embargo, la invito, respetada periodista, primero que todo, a ver las dos caras de la moneda y recordar quiénes fueron los que verdaderamente apostaron por la paz, dejaron las armas y ayudaron a construir la Constitución moderna que hoy tiene Colombia.
Por otro lado, también la invito a ver la diferencia entre una guerra y un genocidio. Para finalizar, pero no menos importante, usted sugiere que yo y los próximos “retoños del mandatario de turno” deberíamos ser “invisibles”. Rechazo energéticamente esta afirmación. Al igual que cualquier otro civil, nuestra libertad llega hasta que afecta la del otro, y por aprovechar la oportunidad de aprender y apoyar a nuestros papás (independientemente de su trabajo) no estamos afectando a nadie.
En este caso puntual del primero de mayo, yo era “invisible”, puesto que por más de que estuviera presente en el acto, la gente estaba pendiente del discurso de mi padre y de las reivindicaciones de los y las trabajadoras, no de mí (como tiene que ser). La que decidió que me volviera visible -una vez más- escribiendo ese artículo fue usted, respetada Salud.
Antonella Petro.