El panorama de violencia que el país ha vivido está marcado por la utilización de minas antipersonal (MAP), munición sin explotar (Muse) y artefactos explosivos improvisados (AEI), una práctica de guerra que ha sido catalogada como una violación al derecho internacional humanitario y de la cual han sido víctimas comunidades campesinas, pueblos étnicos y la fuerza pública, entre otros. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), “Colombia ocupa el segundo lugar en el mundo, después de Afganistán, en número de víctimas de minas antipersonal y el primero en número de víctimas de la fuerza pública por estos artefactos explosivos”. Además, cifras de Descontamina Colombia indican que, desde 1990 hasta la actualidad, el país ha tenido 11.868 víctimas totales por minas, de las cuales el 60,5 por ciento son integrantes de la fuerza pública. Los eventos relacionados con MAP, Muse y AEI se extienden por buena parte de la geografía nacional; sin embargo, los departamentos más afectados son Antioquia, Arauca, Caquetá, Meta, Guaviare, Bolívar y Norte de Santander.

“Queremos que este encuentro nos una en solidaridad y nos convenza de que todos tenemos que contribuir para que el conflicto armado desaparezca”, resaltó Francisco de Roux al inicio del Espacio, presidente de la Comisión de la Verdad. Este Espacio de Escucha se convirtió en un hito para la manifestación plural de las víctimas del conflicto. Los militares expresaron públicamente su sentir sobre lo que significan estas secuelas físicas y mentales, ocasionadas mientras vestían el uniforme: “Quienes portamos dignamente el uniforme y quienes lo hicieron somos amigos de la paz y la democracia, a tal punto que hemos ofrendado nuestra integridad para mantener esos objetivos”, afirmó el general Óscar Tobar, jefe del Departamento Jurídico Integral del Ejército. Con él concordó Jaime Muñoz, víctima de AEI: “Lo vivido jamás lo vamos a olvidar, pero, si tuviera que volver a elegir, elegiría a mi Ejército, no me rindo ni me siento limitado”. Las marcas de la guerra no solamente quedan reflejadas en las cicatrices del cuerpo, las víctimas afirman que permanecen en lo más profundo de la mente y el corazón: “Pisé el campo minado y sentí una explosión sin saber qué pasaba. Perdí mi pie derecho y, cuando lo supe, sentí que las cosas habían terminado”, dijo Jaime Rojas, militar víctima de MAP. La guerra truncó los sueños de miles de jóvenes colombianos. Muchos cambiaron sus planes de vida de una manera forzada, producto de la situación de caer en el flagelo de las minas. Sin embargo, aportan a la construcción social con distintos proyectos que benefician a personas que se encuentran en la misma condición. Este es el caso de Nelson Ramírez, víctima de MAP, quien tiene un proyecto para jugar fútbol sala con víctimas de estos artefactos. Otros han sacado fuerzas no solo para buscar una recuperación física, también para seguir con normalidad sus estudios: “Empecé mi recuperación, terminé el bachillerato, hice un técnico y me uní al equipo Héroes de Honor y con eso he logrado mucho”, agregó Édison Angarita, militar víctima de AEI.

Si bien este flagelo transforma radicalmente la vida de las víctimas, el choque anímico y emocional golpea todo su entorno familiar: “Viví en carne propia esta guerra. Sentí mucha frustración. Hoy pienso que le salvé la vida y las piernas a un campesino de la zona. Recuerdo a mi madre y a mi familia, sus vidas también cambiaron con la mía”, dijo Diego Gómez, militar víctima de mina antipersonal. Miles de madres luchan a diario para que la tragedia vivida con sus hijos sea conocida y concientice a la sociedad sobre la necesidad de que la guerra pare. Íngrid Romero es la madre del soldado profesional Brandon Novoa, asesinado en 2016 producto de una mina: “Hago parte de una mesa de víctimas y esto me da fuerza para continuar. He tratado de superarlo al lado de otras madres con las que hago gestiones sociales. Ellos juraron cuidarnos y nosotros honrarlos”. Los procesos de recuperación son largos y de confusión; por eso, el primer paso es la aceptación: “Lo que no pudo quitarles la guerra a las víctimas fue el derecho a elegir, y ellos deben decidir si se quedan como víctimas o si deciden superarse. Desde el momento en el que ellos son heridos, su vida cambia y pierden sus sueños y sus ilusiones. Aparece el estrés postraumático por los cambios”, dijo Nancy Liliana Bello Quintero, psicóloga. Por último, Saúl Franco, comisionado de la Comisión de la Verdad, se comprometió a que estas voces no se queden en el olvido: “La Comisión los escucha con sus oídos, con su cerebro y con el corazón. Asumimos en público que estas voces no se van a quedar en el silencio. Convocamos a la construcción de un país mejor, en paz, sin artefactos explosivos y sin conflicto”. El 10 de septiembre, a las 4:30 p. m., la Comisión de la Verdad continuará con este proceso de escucha a través de un nuevo espacio con militares de la Fuerza Aérea víctimas del conflicto armado interno. Este será un escenario para comprender los impactos sociales y humanos en la vida de los miembros de esa institución. Esta iniciativa es organizada por la Comisión de la Verdad con el apoyo de la Unión Europea y en alianza con Foros Semana. Sígala por las redes de la Comisión y por las plataformas digitales de Foros Semana.