Las cifras son contundentes. Este año el Congreso alcanzó el porcentaje más alto de desaprobación de los últimos 20 años con una imagen desfavorable de 87 por ciento, según la más reciente encuesta de Invamer. La cifra no es un simple número. Es una muestra del gran inconformismo de la ciudadanía.
Aunque la desfavorabilidad no es nueva y desde hace años el Legislativo se ubica en el ranking de las instituciones más desacreditadas, la coyuntura ha hecho que los problemas salgan a flote y los colombianos sean aún más críticos.
Sin duda, la pandemia del coronavirus y la crisis pusieron a prueba el trabajo de senadores y representantes. Y, a juicio de lo que piensa la gente, los congresistas perdieron la asignatura. “La pandemia superó las intenciones del Congreso y eso se refleja en la imagen desfavorable”, aseguró el analista Carlos Arias, profesor de la Universidad Externado.
La crisis del actual Congreso empezó desde que se instaló el 20 de julio de 2018, pues ocurrieron los primeros choques por la conformación de las mesas directivas. El primer presidente del Senado fue Ernesto Macías (Centro Democrático). Luego, la tarea la asumió Lidio García (Partido Liberal), y ahora Arturo Char (Cambio Radical) está a punto de entregar el cargo. Los tres, duramente criticados. La preparación y la trayectoria fueron algunas de las razones para los cuestionamientos.
Atrás quedaron las épocas en las que los presidentes del Congreso debían ser políticos preparados y con un amplio reconocimiento en todo el país. Hoy la elección de la mesa directiva se efectúa, sencillamente, con base en unos acuerdos políticos que deben respetarse. “Muchos pueden criticar por sus posturas a Germán Vargas Lleras, a Dilian Francisca Toro, a Nancy Patricia Gutiérrez o a Fabio Valencia Cossio, entre otros, pero eran personas con experiencia. No hay comparación con lo que hemos visto recientemente”, admitió un congresista del Partido Conservador.
Adicionalmente, el Legislativo también se quedó sin sus figuras más votadas. Antanas Mockus (Alianza Verde) tuvo que dejarlo por decisiones del Consejo de Estado; Álvaro Uribe renunció por el proceso judicial que afronta en la Fiscalía; y, recientemente, Ángela María Robledo perdió su curul en la Cámara de Representantes. En este momento las caras más visibles del Capitolio están más pendientes de las movidas electorales de 2022 que de la agenda necesaria para enfrentar la crisis del país.
Este Congreso, que terminará funciones el 20 de julio de 2022, podría pasar a la historia como uno de los de más baja productividad. “El trabajo legislativo ha sido mínimo. Por falta de legislación es uno de los peores Congresos de la historia”, dijo el profesor Arias. Quedó en deuda con el país para hacer las principales reformas que no han podido ser discutidas: salud, pensiones, política, y un verdadero revolcón a la justicia, pues lo que se aprobó recientemente fue una ley estatutaria que no introduce cambios de fondo al sistema.
Los debates de control político tampoco han sido notorios ni trascendieron. Los temas para los que citaron a los funcionarios no han tenido un análisis profundo y se quedaron atascados en disputas políticas pasajeras. Además, la moción de censura se convirtió en un mecanismo de la oposición para obtener réditos políticos y para que algunos aprovechen y presionen al Gobierno por burocracia.
La única ocasión en que una moción de censura estuvo a punto de concretarse fue la de Guillermo Botero, quien estaba al frente del Ministerio de Defensa. El senador Roy Barreras, con pruebas contundentes, denunció que el Ejército bombardeó en agosto de 2019 una zona donde había presencia de las disidencias de las Farc y murieron ocho menores de edad. Barreras logró tener las mayorías, y, por eso, Botero decidió dar un paso al costado para no caer en las lonas del Capitolio.
Los demás intentos han sido fallidos. El entonces ministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo vivía en el Congreso atendiendo las mociones de censura que nunca prosperaron. “A decir verdad, el Legislativo siempre ha sido un apéndice del Gobierno de turno, y por esa razón no hay nada más improductivo que una moción de censura”, manifestó un congresista del Centro Democrático.
El perfil del Congreso ha bajado por completo. Aquellos tiempos en los que se veían grandes exposiciones y argumentos quedaron en el pasado, y ahora solo suceden confrontaciones sin sustento alguno. Los debates pasaron a las redes sociales, la nueva tribuna política, en las que unos y otros se insultan abiertamente. En Twitter, los congresistas expresan sus posturas pensando más en los aplausos que en la argumentación y las ideas.
Casos como el de Gustavo Bolívar, que graba videos en los recintos del Congreso insultando a unos y otros, son la muestra del declive institucional. Los argumentos se cambiaron por los insultos, y el mejor congresista, a juicio de algunos en las redes sociales, es el que más grite u ofenda a sus compañeros. La virtualidad, además, le restó seriedad al trabajo del Legislativo, y muchos tuvieron salidas en falso. La agenda ha sido escasa; en muchas ocasiones, los congresistas no tienen proyectos importantes por discutir, y se aprueban iniciativas que poco le aportan a la sociedad.
Los líderes del Congreso están en deuda. Por ejemplo, Gustavo Petro, sobre quien recaía la mayor expectativa por su trabajo en años anteriores, demostró desde 2018 que su interés era presidencial y legislativamente no ha hecho mayores aportes. La oposición se centró en pedir una renta básica para los colombianos sin calcular el impacto fiscal. Y, por su parte, los partidos de la coalición de Gobierno se dedicaron a tratar de modificar la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), sin éxito. Al final no pasó nada. Estas razones explican el declive del Congreso en materia de favorabilidad.
Asimismo, como pocas veces ocurre, hay decenas de senadores y representantes a la Cámara con intereses presidenciales, por lo que están concentrados en una posible campaña y no en los electores y en las peticiones de la ciudadanía. Los próximos 12 meses serán una nueva oportunidad para que el Legislativo se sintonice con los colombianos.
Vienen discusiones cruciales, como la reforma tributaria, la reglamentación de la protesta social, la ley que anunció el presidente Iván Duque sobre el vandalismo, la reducción de los recesos legislativos, la reglamentación de las plataformas de transporte y una reforma agraria. Es la última oportunidad del Congreso elegido en 2018 para salvar su desprestigiada imagen.