Sentado frente al televisor, Franklin* empezó a sentirse incómodo. No sabía sí pararse o quedarse ahí mientras el fiscal Francisco Barbosa anunciaba en el noticiero que sus investigadores habían encontrado 163 ampolletas de fentanilo en una vivienda en la localidad de
Kennedy, en el sur de Bogotá, el pasado 27 de mayo, y que eran insumo para sustancias narcóticas que vendían al menudeo. “Esta es una droga que no se había visto en el país. Es la famosa droga que se denomina captagon en Siria, es la droga de los yihadistas”, dijo el jefe del ente acusador, aclarando que el fentanilo mata a 300 personas al día en Estados Unidos, tiene sacudida a África y algunos países árabes. Franklin, un médico que intentó especializarse como anestesiólogo, sabe los estragos que causa esa sustancia.
Apenas vio la noticia recordó que es uno de los pocos sobrevivientes y le genera escozor cada vez que recuerda aquel medicamento que lo llevó a experimentar el máximo placer y pasar a la desgracia en tan solo segundos. “El Fentanyl es la puerta al infierno”, dijo a SEMANA evidentemente inquieto.
Hablar que esta droga solo hasta ahora llega a Colombia es relativo, ya ha causado estragos, sobre todo en trabajadores de la salud. El Fentanyl es utilizado en salas de cirugía y Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), para dormir a los pacientes. También la hay en parches para que la utilicen quienes sufren de dolores crónicos. Es un opioide sintético que en Colombia cuenta con una rigurosa reglamentación. Pero eso no ha sido límite para que se venda en el mercado negro.
Cada vez hay más clientes que preguntan por esta sustancia. Es la misma que llaman droga zombi porque quien la consume solo vive para drogarse y se droga para vivir. Las autoridades, inicialmente, identificaron que las ampolletas de Fentanyl eran desviadas, ya sea bajo la modalidad de hurto en clínicas y hospitales con complicidad de funcionarios o bajo la modalidad de fórmulas falsas, entre otras estrategias, que ellos llaman desvíos técnicos.
La mayoría de los adictos, de unas décadas para acá en Colombia, son médicos internistas, anestesiólogos, enfermeros y trabajadores de la salud. Con el paso de los años, esas mismas ampolletas han terminado en manos de fabricantes de drogas sintéticas que le mezclan el fentanilo a una papeleta de tusi u otras sustancias que terminan siendo cocteles mortales. La estrategia de los microtraficantes es clara, el fentanilo genera una adicción 100 veces más potente que la heroína.
“Es como un orgasmo”, recuerda Franklin que le dijo una paciente de 20 años que estaba sobre la fría cama quirúrgica. Él tenía 24 años y estaba realizando su segundo año de residencia en anestesiología, cuando ella le preguntaba una y otra vez cómo se llamaba el medicamento que le puso para sedarla. Esa fue la primera vez que él sintió la curiosidad de saber qué se sentía. Era el estudiante más destacado del semestre, así que no generaba sospecha que leyera tanto sobre el tema, lo hacía en la biblioteca de la Universidad Nacional, en las salas de cirugía y en su casa.
Pero quiso pasar, por curiosidad, de la literatura a la práctica. Sabía que corría el riesgo de morir por una reacción del fentanilo que hace que, a la altura del pecho, el aparato respiratorio se ponga tan rígido que cause un paro. Consiguió en una colega suya la cómplice perfecta para lo que consideró una aventura más. Ella monitoreó su respiración mientras él se inyectaba con la aguja llena de fentanilo que se había robado de la farmacia del hospital. “
Sentí mucha paz y tranquilidad, mi alma iba y volvía. No era como un orgasmo, era mejor. La verdadera felicidad”, confiesa. Aclara que esa sensación duró, por mucho, dos minutos y que nunca más volvió a sentir lo mismo. La segunda vez no tuvo éxito. La tercera solo quería no estar enfermo, porque el síndrome de abstinencia empezó casi de inmediato, dolor abdominal y en las piernas. Mantenerse de pie le costaba.
Tenía que meterse al baño del hospital cada dos horas para inyectarse, se pinchaba en la vena de los pies e incluso en el pene para que no fuera evidente entre los compañeros que se estaba drogando. Dice que el efecto no era el mismo. Los buzos manga larga se convirtieron en aliados. Hoy muestra que sus venas están casi calcificadas de tanto Fentanyl que se inyectó. En el hospital se dieron cuenta de que las ampolletas se estaban perdiendo, no era difícil pensar que era él, del joven responsable y disciplinado no quedaba nada. Así que las escondieron.
Él empezó a hacer fórmulas falsas a pacientes que no existían y él mismo las reclamaba en la droguería, un día dejaron de venderle y Franklin consiguió a alguien que de manera ilegal le surtía. Pagaba por la droga cinco veces más de lo que costaba en realidad. Vendió todas sus pertenencias para poder comprar, necesitaba en promedio diez ampollas al día. Empezó a robar las joyas de su mamá. “Un día ella entró a bañarse y se quitó una cadena gruesa de oro que usaba a diario, cuando salió ya no estaba. Esa quizás fue la tapa. Ella y mi hermano se fueron de la casa, cuando regresé ya no había nadie y empecé a vivir en la calle”, recuerda. Todo lo que narró pasó en un mes.
“El Fentanyl lo acaba a uno muy rápido”, afirma. Estando en la calle intentó atracar una droguería y terminó en una persecución de película. “El fentanilo lo lleva a uno a las cárceles, hospitales y cementerios”, dice el doctor Franklin. Esa historia, que sucedió hace más de una década, no ha cambiado, hace un par de semanas murió otro médico por sobredosis de fentanilo. Muchas de esas muertes quedan en secreto por no afectar la reputación de las instituciones.
Lo preocupante hoy en día es que la droga que genera que de 1.000 personas que se vuelven adictas sobrevivan solo tres, según estadísticas de estudios internacionales, ya está en el radar de grupos narcotraficantes de México y Colombia, por la rentabilidad que genera y la practicidad en producción. La DEA ha alertado que la cocaína está siendo reemplazada por el fentanilo. El mercado en Estados Unidos crece y crece. Así que los narcotraficantes están buscando otras alternativas.
Los países asiáticos son los que más producen precursores de fentanilo sintético, China seguido de India. Estos son enviados a mercados en Estados Unidos, México y Chile. Hasta hace poco, Colombia había sido considerado únicamente como país de tránsito. Sin embargo, según la información obtenida por SEMANA, se ha confirmado que el fentanilo está ingresando al territorio nacional desde Ecuador por carretera.
A partir de 2019, se han realizado varias incautaciones en las capitales del Eje Cafetero –Armenia, Pereira y Manizales–, así como en otras regiones como Neiva, Bogotá, Medellín y municipios del Valle del Cauca. Casualmente, esas eran las zonas que iban a visitar dos hombres de nacionalidad mexicana capturados en el Aeropuerto El Dorado, por uniformados de la Dijín que trabajan de manera mancomunada con la DEA en la lucha contra el crimen trasnacional. Los dos hombres, que responden a los nombres de Félix Gutiérrez y Francisco Mariano, en realidad son miembros del cartel de Sinaloa, el mismo que durante años fue liderado por el Chapo Guzmán, antes de su nueva captura, pero que sigue teniendo tentáculos en las organizaciones del narcotráfico más temidas del mundo.
Los miembros de esa organización que llegaron al país, al parecer, pretendían hacer contactos para traer químicos y crear en Colombia laboratorios de fentanilo, con la capacitación de asiáticos. SEMANA conoció un documento de la Fiscalía en el que retoman apartes de la solicitud de extradición que hacen las autoridades de Estados Unidos.
Señalan que tanto Mariano como Gutiérrez participaron en “concierto para distribuir, importar, fabricar y distribuir, a bordo de una aeronave registrada en los Estados Unidos, 400 gramos y más de mezclas y sustancias que contienen una cantidad detectable de fentanilo”, se lee en el documento al que se tuvo acceso. Además, estos hombres también traficaban ametralladoras y artefactos de destrucción en relación con el delito de tráfico de drogas.
Los miembros del cartel de Sinaloa que pretendían liderar el mercado de fentanilo en Colombia están detenidos en una de las cárceles de Bogotá a la espera de su extradición. La DEA tiene identificadas cuatro recetas claves para fabricar fentanilo, las autoridades de todos los países ya tienen el perfil químico de la sustancia y el detalle de las moléculas que lo componen.
El fentanilo ya no solo se consigue en ampollas, ahora se encuentra en polvo, en píldoras e incluso en cristales que se derriten en zonas húmedas como los ojos, la lengua, el ano y la vagina. En el Centro Internacional de Estudios contra el Narcotráfico de la Policía Nacional de Colombia, único de esa especie en Latinoamérica, reportan que al país ya ha llegado fentanilo con alteraciones químicas, unas con paraflourofentanilo, otras con betahidroxitiofentanilo y algunas que llegan de Estados Unidos que se mezclan con heroína.
Las criptomonedas han sido pieza clave en la venta de precursores de fentanilo desde 2018, según la plataforma de análisis blockchain Chainalysis. Eso se pudo detectar al identificar criptodirecciones asociadas a tiendas de productos químicos sospechosas de vender precursores de fentanilo en América Latina, América del Norte, Europa y Asia, moviendo más de 37,8 millones de dólares en criptodivisas en los últimos cinco años. La Oficina de Control de Activos Extranjeros alertó en 2019 que varios ciudadanos chinos participaban en el tráfico internacional de opioides sintéticos, precursores químicos y que blanqueaban su dinero a través de bitcoins.
Muchos jóvenes están comprando papeletas de drogas sintéticas sin saber en realidad qué contienen. Al ingresar al Centro Internacional de Estudios contra el Narcotráfico de la Policía Nacional de Colombia y tomar una muestra de fentanilo, los químicos del lugar se ponen guantes y antes de destapar el frasco con la sustancia que está con doble cobertura de plástico, aíslan el fentanilo a través de un vidrio de extrema seguridad, porque solo 1,2 miligramos bastan para matar a alguien, es altamente tóxica comparada con la cocaína, cuya dosis letal es de 1 gramo.
El equipo periodístico de SEMANA, incógnitamente, recorrió puntos claves del microtráfico en Bogotá en barrios como San Bernardo, Plaza España y otros lugares del centro de la ciudad. Es normal que allí ofrezcan marihuana, bazuco, tusi o cocaína. Cuando se pregunta por el fentanilo, la voz de los traficantes baja. Se ponen nerviosos y dicen: “Eso es delicado, se la consigo, pero no dé tanta boleta”.
Acto seguido, llevan a su cliente con personas que no parecen del sector, mucho mejor vestidas. Verifican que no haya cámaras escondidas, ni micrófonos y ponen cita para entregar el producto horas después. No dan precio exacto, todo depende de la triangulación con otras bandas criminales y la oferta de la sustancia. El director de la Policía, general William Salamanca, desde el primer día en su cargo, advirtió a las mafias que su esfuerzo estará encaminado a no dejar que el mercado de fentanilo ilegal se apodere de la población colombiana; será tema clave en cumbres de Ameripol y otras internacionales.
En 2021, a la sala de urgencias de un hospital de Cartagena, llegaron dos jóvenes que no superaban los 25 años, al borde de la muerte. En sus bolsillos encontraron dos papeletas, era un coctel de drogas sintéticas. Requirieron ser preparados para intubación, el médico les aplicó Fentanyl para realizar el procedimiento, casi mueren de una sobredosis. Cuando el equipo de toxicólogos de antinarcóticos revisó las sustancias que consumieron, se dieron cuenta de que tenía fentanilo.
Alcanzaron a actuar a tiempo y les salvaron la vida. Lo que pasó frente a su adicción después de eso se desconoce. “Yo creo que las autoridades tienen que actuar pronto porque no hay adictos crónicos al fentanilo, mueren rápidamente. Siempre sucede en población joven que tiene grandes cosas que ofrecer al país”, puntualiza Franklin, recordando un sinnúmero de adictos a los que el fentanilo los abrazó tan fuerte que los ahogó.