A José González, conductor de tractomula, la caída del puente El Alambrado sobre el río La Vieja, que comunica a los departamentos del Valle y Quindío, lo sorprendió cuando transitaba por la mitad del paso vehicular.
Los segundos posteriores no los recuerda con lucidez, pero sí tiene claro que sintió un vacío inexplicable mientras el automotor sucumbía ante la gravedad. Le faltaba poco para pasar, bromea ahora que puede contar el cuento. Su tractomula no se salió de la estructura, es decir, no terminó en el río, como sí le ocurrió a uno de los camiones de la Policía que venían detrás.
“Logré salir por la ventana, estaba muy aturdido y el carro ya estaba echando llamas. Escuchaba a lo lejos gritos de auxilio, pero no pude hacer nada, sino ponerme a salvo”, cuenta José. Parte de esos gritos de auxilio eran de los policías que quedaron atrapados entre el asfalto y el camión que los transportaba.
Por este desplome fallecieron el intendente José Flórez Márquez y el patrullero Nelson Pérez. Los demás, en total son nueve, quedaron heridos. “Todo era un caos, nadie sabía lo que estaba pasando. Yo me di cuenta de que el puente se había caído varios minutos después, porque uno no se imagina que algo así vaya a ocurrir”, relata José.
El puente El Alambrado se desplomó pasadas las 3:30 p. m. del miércoles 12 de abril. No había advertencias previas de mal estado y hasta ahora no hay indicios de un atentado terrorista. La estructura, hecha en 1968, se vino abajo.
Hasta ahora, todo es un misterio. Autopistas del Café, la concesión que opera el puente desde 2006, señaló que hace tan solo tres meses le hicieron una inspección de rutina y todo estaba en orden, pero al gobernador de Quindío, Roberto Jairo Jaramillo, algo no le cuadra.
“Ese puente soporta una carga de tractomulas impresionante y, en ese momento, no estaban pasando tractomulas. Eran camiones, literalmente, de tráfico liviano. Ya la gente experta podrá decir qué pudo haber pasado. Está descartado lo de un acto terrorista. Es que el puente estaba revisado”.
José Carrillo, otro de los sobrevivientes, no escuchó sonidos extraños cuando el puente se vino abajo. “No recuerdo eso, solo recuerdo que yo venía manejando a una velocidad relativamente considerable cuando perdí el control del carro. Me pegué del freno, pero nada de eso funcionaba. Fueron segundos espeluznantes cuando uno va cayendo”, señala.
No sabe cómo se salvó, pero por el golpe sufrió lesiones considerables en la cadera y la pierna derecha. “Le cuento que uno en la carretera se prepara para todo, menos para que el carro vuele. Los que más llevaron del bulto fueron los policías, porque ellos, en el aire, se salieron del camión”, agrega.
¿Qué pasará ahora?
Una de las problemáticas más fuertes en todo este episodio es la pérdida de conectividad entre Buenaventura y el centro del país, pues este puente era un paso obligado para los camiones cargados de productos que diariamente viajan desde el principal puerto sobre el Pacífico.
Se estima, según proyecciones del Ministerio de Transporte, que la nueva estructura esté lista en 18 meses, pero tanto la comunidad como las autoridades locales son escépticas en el cumplimiento de estos tiempos, pues hace seis meses muy cerca de esa zona también se derrumbó un puente y hasta la fecha no han hecho ni siquiera los trabajos de remoción.
“Es un puente de más de 70 metros, ¿cuánto puede demorar ese puente en construirse nuevamente? No sé. Le vamos a pedir al Gobierno el menor tiempo posible o hacer puentes temporales”, recalcó el gobernador de Quindío. Así las cosas, el tiempo es el peor enemigo de una economía fracturada, que, ahora, deberá lidiar también con un puente quebrado.