“En una ocasión que fui vestida con falda, me hizo sentar en la primera fila del salón y no se retiró de mi lado. Cuando me quise cambiar de lugar, me dijo que, si lo hacía, me salía del parcial que estaban desarrollando. Me salí y cancelé la materia”. “Le agarró las manos y le dijo que le gustaban porque eran pequeñas y que todo lo que cogían las manos pequeñas lo veían grande”. “No dejaba de coquetear conmigo”.
Como estas, son más de 131 denuncias y 67 testimonios desgarradores que forman parte de uno de los expedientes más voluminosos que ha llegado a la justicia. El protagonista es el reputado profesor de matemáticas Carlos Antonio Julio Arrieta, de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, acusado por supuestamente cometer actos abusivos en contra de sus estudiantes desde 2017.
SEMANA tuvo acceso a la explosiva cantidad de testimonios en manos de la Procuraduría, a donde llegaron luego de que, por más de tres años, las denuncias fueron archivadas sin que la Distrital adelantara una respuesta o investigación oportuna. No pasaba nada, dormían el sueño de los justos.
Los comportamientos del profesor causaban verdadero escozor. Por ejemplo, en alguna ocasión que se ofreció a llevar a sus casas a un par de estudiantes, les dijo: “Yo no soy taxista, una de ustedes se viene en el asiento del copiloto”. La alumna que se sentó en la parte de adelante cuenta cómo el profesor la empezó a tocar en la entrepierna: “Mi reacción fue tomar la mano y retirarla”. Otra estudiante inició su testimonio con una frase contundente: “Si una mujer era bonita, el profesor no le ponía problema para nada”.
Un día, Arrieta la invitó a un café a la salida de la universidad mientras revisaban la tesis de grado. Allí, cuenta, puso su pierna pegada a la de ella. Cuando intentó correrse, le dijo: “No se corra tanto, porque yo estoy calientico”.
En una copia de captura de pantalla de un chat vía WhatsApp, en poder de SEMANA, aparece el nombre de Carlos Antonio Julio Arrieta. Allí se detallan mensajes enviados a una estudiante de nombre “Heiddy” desde el 12 de junio de 2017 hasta julio de 2019: “Cuándo te dejas ver para que almorcemos?”, “¿Cómo obtienes esos dotes de fotogénica? Me avisas, y nos encontramos”.
En otros mensajes, el docente, claramente aprovechando su posición, pasa los límites de la confianza escribiéndole frases como: “¿Cuándo regresas? Para verte y hablarte. Te me desapareciste y yo queriendo que habláramos un poquito. ¿Cambiaste de perfil? Dejamos la invitación para otro día, siempre quiero que estés bien”. “¿Mañana será que podemos almorzar juntos, o de pronto tomar algo después de tu última clase?”. “Estoy estudiando los puntos del Consejo Académico. Si puedes, nos podemos encontrar después de las 2 pm o más tarde y estudiamos análisis; donde estés, yo puedo ir. Linda esa foto de perfil”. “¿Cuándo podré verte para invitarte al menos a un helado?”. “Por fin apareciste. ¿Cómo están tus cosas? Siempre contigo y pensándote”.
Las víctimas coinciden en admitir que no denunciaban por pánico al profesor o represalias en la universidad. Entre otras cosas, el docente solía repetir, en espacios como reuniones en la cafetería o en los pasillos, que tenía mucho poder en la institución y así se lo hacía saber a sus estudiantes, con quienes no tenía problema en enviarles mensajes simultáneos, intentando buscar una víctima que cayera en sus fauces.
Para finales de septiembre de 2020, la alumna Liseth Juliana contó que, en el segundo semestre de 2017, cuando tuvo la oportunidad de inscribir la materia de Fundamentos de Matemáticas con otro profesor, al salir del salón de clases se encontró con Arrieta. El docente, al insistir en la pregunta de si era estudiante de matemáticas, cuando ella le contestó que sí, él le hizo un comentario que le provocó pánico. “¿Es en serio? ¿Cómo una mujer tan bonita se mete a estudiar matemáticas?”.
Liseth, en la declaración juramentada a la que tuvo acceso SEMANA, cuenta que se sintió incómoda y acosada, “sentía que, cuando pasaba por los pasillos, el profesor se quedaba viéndola”. Parte de las razones por las cuales el profesor Arrieta se sentía envalentonado era porque la asignatura de Ecuaciones Diferenciales, una de las más importantes para poderse graduar en el área de matemáticas, la dictaba solamente él.
Era un filtro en el cual sus víctimas, sí o sí, tenían que soportar los acosos. Pero no paró ahí. Antes de sustentar la tesis, fue a la sala de profesores. Arrieta le pasaba el brazo por el lado y le tocaba el hombro, algo que le pareció incómodo, pero no tanto como la propuesta que venía: “Este favor me lo tienes que pagar, por lo menos tenemos que salir a tomar o salir a bailar”.
Hasta los eventuales problemas económicos, propios de un estudiante de universidad pública, eran aprovechados por Arrieta. Una alumna, de quien nos reservamos su identidad, cuenta que, cuando vio geometría diferencial, se acercaba y le musitaba que si necesitaba un libro él se lo podía prestar. Peor aún, llegó a ofrecerle un apartamento y un computador que ella necesitaba para realizar su tesis de grado.
La investigación de la Procuraduría patentiza la actitud cómplice de los directivos de la institución, a tal punto que algunos alumnos decidieron tomar acciones y presentaron una queja colectiva ante el Consejo Curricular de Matemáticas. Para esto iniciaron una gran recolección de firmas en los salones, obviamente, en secreto por miedo a las represalias que se pudieran presentar por parte de Arrieta. El propósito era que no continuara como docente y frenar así el acoso, pero el plan no funcionó, pues el profesor tuvo una actitud intimidante por su posición en el Consejo Superior Universitario, en el que representa a los docentes.
En este caso de reiterado acoso, no pasó nada en la Distrital, pero la Procuraduría sí tomó cartas. Esta semana el profesor irá a juicio disciplinario. En el auto de más de 70 páginas, al que tuvo acceso SEMANA, está una sentencia que resume el comportamiento de Arrieta, quien “al valerse de su superioridad manifiesta o de poder, acosó sexualmente a las estudiantes de la universidad Distrital Francisco José de Caldas”.
De hecho, entre las razones que expone el documento para llamarlo a juicio, queda consignado que fueron varios actos deleznables teniendo en cuenta la relación profesor-estudiante, como tocarles la cara, cuello, manos y piernas, o hacerles insinuaciones que no son propias de la labor del educador.
Las 131 denuncias se resumen en los delicados adjetivos con los que la Procuraduría señaló a Arrieta: “Acosó, persiguió, hostigó y asedió verbalmente, con fines sexuales no consentidos, por tocamientos y manifestaciones a las alumnas que tenía a su cargo”. Carlos Antonio Julio Arrieta tendrá que darle la cara al Poder Judicial, pero especialmente a sus estudiantes, que hasta hoy no tienen una explicación. Solo piden que se haga justicia.