“Nos estaban devolviendo objetos contundentes, nos tiraban piedras. Yo apunto a la esquina (...) levanto el arma que tenía, una escopeta Mossberg. Proyecté mi disparo hacia la esquina de la carrera Cuarta con 19. Entonces, veo que cae un manifestante al suelo… Se atravesó. De inmediato pedí parar el procedimiento”, de esta manera, el capitán Manuel Cubillos, quien está siendo investigado por el homicidio de Dilan Cruz, describió el momento en el que el joven murió.

El asunto es claro; el capitán Cubillos no niega que haya sido él quien disparó el proyectil Bean Bag que cortó la vida de Dilan Cruz, de tan solo 18 años. Lo que sostiene con vehemencia es que no apuntó hacia el joven, no fue su intención que se diera esta tragedia. Así se lo dijo a la Procuraduría General, en versión libre, durante más de dos horas y media, una narración con detalles escalofriantes a la que tuvo acceso exclusivo SEMANA.

Era el sábado 23 de noviembre de 2019, y el reloj marcaba poco más de las 3:30 de la tarde. Bogotá vivía días de intensas protestas y manifestaciones, el Escuadrón Antidisturbios no daba abasto, en el marco del paro nacional en contra del gobierno del hoy expresidente Iván Duque. “Nosotros estábamos inicialmente en la Plaza de Bolívar. A pocas cuadras, en la sede del Icetex (calle 19 con carrera Tercera), algunos compañeros, por vía radial, nos dijeron angustiados que estaban solo quince policías, la mayoría mujeres, y que había más de 700 personas, manifestantes, yendo hacia él. Lo que querían era quemar el edificio del Icetex. Mi coronel Néstor Cepeda nos pide desplazarnos para reforzar o apoyar”, era el preámbulo de la tragedia.

“Llegamos a la conocida carrera Séptima, exactamente en la calle 19. Los manifestantes se dispersaron, y lo que hicimos fue empezar a caminar hacia arriba, hacia Monserrate. Vimos que había un grupo de muchachos protestando. Nosotros veníamos en moto. Decidimos dejarlas parqueadas y empezar a caminar. Llegamos al punto en el que estaba la manifestación, encontramos personas de la Defensoría, gestores de convivencia”, contó el capitán Cubillos.

Hasta ese punto, los gestores y personal de la Defensoría les pidieron a los agentes del Esmad respetar los protocolos, a pesar de los ánimos caldeados y de la violencia que se traducía en piedras, bombas molotov y arengas. Ellos aceptaron cumplir los protocolos; eso les dijeron a los gestores de convivencia. Sin embargo, la adrenalina crecía. Era una verdadera batalla campal. Los agentes, probablemente exhaustos por el recorrido, el peso del uniforme y el armamento, y días frenteando protestas, se fueron acercando más, no sin antes advertirles a los manifestantes que empezarían a hacer uso de la fuerza. Les pidieron subirse al andén porque estaban bloqueando la calle 19, una vía principal del centro de Bogotá.

“La respuesta de ellos fue empezar a lanzar cada vez más objetos contundentes hacia todos nosotros, incluso a personas de la Defensoría y a los gestores. En un momento, hacemos un primer lanzamiento de algunas granadas de aturdimiento, algunos cartuchos de gas”. En ese instante, cuenta Cubillos, ordenó a sus compañeros no lanzar más agentes químicos porque el gas estaba empezando a afectar a personas que estaban en los concurridos andenes de la calle 19.

Continuó el relato: “Teníamos armas traumáticas, escudos, ellos seguían lanzando objetos contundentes contra nosotros. La manifestación avanzó una cuadra hasta la carrera Cuarta. Ahí algunos manifestantes se van hacia el sur y otros hacia el norte. Nosotros íbamos en sentido occidente-oriente”.

Eran las 3:41 de la tarde. Cubillos sacó el arma que como agente solía usar en el servicio: una escopeta Mossberg. Disparó, y entonces vio cómo, del otro lado de la calzada, caía sobre el suelo un joven con un guante rojo: era Dilan Cruz, quien había sido impactado en la cabeza.

El capitán Cubillos le dijo a la Procuraduría que al ver que había alguien herido, hizo una señal a sus compañeros para que detuvieran de inmediato el procedimiento. Acto seguido, allí mismo, en medio del caos, los gases y las arengas, buscó a un enfermero para que socorriera a Dilan. Mientras el joven era atendido en el suelo, solo se escuchaban los gritos desesperados de sus compañeros: “Socio, socio”, que parecían ahogarse ante la impotencia del momento. Fue muy rápido, cuestión de segundos. Cubillos mira los videos de lo ocurrido, guarda silencio, hace una pausa y continúa: “Nos impidieron llegar hasta donde estaba él para prestarle los primeros auxilios. Fueron sus propios compañeros los que le ayudaron”.

Su mirada parece no haber borrado todavía lo ocurrido esa tarde. Dilan Cruz seguía en el piso sangrando y, al otro lado de la calzada, el capitán Cubillos aún no era consciente de lo que vendría; se trataba de una doble tragedia. “Cuando yo proyecto el disparo, las personas que estaban al otro lado, los manifestantes, estaban a más de 30 metros de distancia, siguiendo la parábola de todo objeto. Estaba proyectado para que, si llegara a impactar a uno de ellos, pegara en las partes inferiores y causara el daño menor”, explicó el capitán.

Cubillos se refiere a una munición conocida como Bean Bag, que es una bolsa de materia textil que contiene múltiples perdigones de plomo, es un proyectil expansivo, no letal, disuasivo, pero al no caer en las partes inferiores sino en la cabeza se convirtió en un cartucho letal. En uno de los informes que reposa en el expediente, Dilan, en su intento por responder a los gases disparados por el Esmad, ingresó de manera repentina en el ángulo de visión previamente establecido por el tirador, el capitán Manuel Cubillos; se cruza en la línea de tiro, recibe el impacto y cae al suelo. Cruz usaba, momentos antes de desplomarse, un guante rojo conocido como “guante ignífugo”, que le permitía devolver las granadas con su mano sin quemarse.

La versión del capitán Cubillos coincide con el primer documento de Medicina Legal que hace casi tres años, tras el hecho, fue concluyente en advertir que la muerte de Dilan ocurrió por el impacto del arma del Esmad, pues indica “que la muerte del joven es secundaria al trauma craneoencefálico penetrante ocasionado por munición de impacto disparado por arma de fuego”. Esto no lo niega el capitán Cubillos, pero lo que sí afirma es que fue un disparo con la intención de disuadir, nunca de acabar con la vida de Dilan.

Al final de la diligencia, el capitán Cubillos pidió la palabra una vez más. Entre sollozos, contó el drama que ha afrontado desde que Dilan murió, “aparte de que salga la foto, el nombre, las amenazas, es muy complicado que lo tilden a uno con todo lo que han querido mostrar sin saber. He recibido amenazas en contra mía y de mi familia. Hay compañeros, incluso lo tildan a uno de asesino… esto es muy difícil”.

“Nadie sabe cómo pasó todo, ha sido muy complicado. Tengo una esposa y un hijo. Una familia…”, y al decir esto, Cubillos estalló en llanto en plena audiencia. Su abogado aprovechó para preguntarle cuál es la situación de sus seres queridos.

“Ellos han tenido problemas a donde van, el bullying de parte de los compañeros de mi hijo, es una situación complicada para todos. Uno tiene un buen nombre, 15 años de estar laborando sin problema, y para que le nieguen a uno muchas cosas, estudio, becas…”. Tal como lo cuenta, la sombra de aquel trágico 23 de noviembre lo atormenta hasta el día de hoy y la Procuraduría decidirá en los próximos días su suerte, en el juicio disciplinario que está cerca de concluir.