Juan Pablo Beltrán Ochoa, conocido en las filas de las Farc como alias Murrapo, fue durante varios años el jefe de la columna móvil Arturo Ruíz de las Farc. Esta semana, confesó ante la JEP su participación en el secuestro de los diputados del Valle del Cauca, quienes, con excepción de Sigifredo López, terminaron asesinados en cautiverio.
SEMANA tuvo acceso, en exclusiva, a su aterradora confesión. Mientras los diputados estaban siendo secuestrados en la Asamblea en el centro de Cali, alias Murrapo estaba forcejeando con uno de los policías que custodiaban a los diputados.
El episodio es, verdaderamente, escalofriante.
Cuenta alias Murrapo: “Yo pertenecía a la columna Miller Perdomo. Mi rol en el secuestro comienza a finales de marzo, cuando me escogen para participar en el secuestro. Yo llegué a la asamblea, vestido de militar, se me pidió una misión: la seguridad dentro de la asamblea. Tenía que mantener ocupado u ocupados a los policías que estuvieran allí. Yo iba con dos compañeros: Yesid y otro conocido como La Muerte, un compañero explosivista”.
Cuenta ante los magistrados de la JEP que, al llegar a la Asamblea, se dirigieron al baño. Sus dos compañeros se quedaron afuera y él tenía la misión de reducir al agente que estaba en el lugar: “Le quitamos el arma, un revólver 38, y le dije que lo íbamos a amarrar y a dejarlo dentro del baño. El compañero La Muerte, que era el encargado de poner el explosivo, no me dio tiempo de amarrar a Carlos Alberto (el policía), no queríamos activar el explosivo, sino dejarlo ahí como amenaza. Tampoco contemplamos matar al policía”, dijo.
Ante lo que estaba ocurriendo, Carlos intentó golpear al exguerrillero porque, cuenta Murrapo, le entró “el desespero porque tenía que cuidar la seguridad del lugar”.
“Me puso contra la pared, me puso un pie en la garganta, mi reacción es defenderme, tenía un puñal. Las primeras puñaladas que le propiné fueron en una pierna. Ahí me lo quité de encima. Me trató de quitar el puñal, forcejamos en el baño, salimos de ahí y también lo herí en la garganta. Se producen las lesiones. Él queda malherido; con su arrojo y valentía, trata de pararse. En ese momento, Yesid hace dos disparos. Pero no recuerdo si a Carlos lo impacta un disparo o dos. Eso está en el proceso. Teníamos prohibido hacer disparos. Carlos Alberto queda en el piso, sin alientos de reaccionar. Inmediatamente, empezamos a descender hacia abajo, al primer piso donde estaban sesionando los diputados, pero el salón estaba solo, ya no había nadie. Ya se los habían llevado”, cuenta.
El secuestro y asesinato de los diputados
El 18 de junio del 2007, el país amanecía con la noticia de la masacre de los 11 diputados del departamento del Valle del Cauca que habían sido secuestrados cuando se encontraban en la Asamblea, el 11 de abril del 2002, sobre las 11:00 a. m., hecho del que únicamente sobrevivió una persona: Sigifredo López.
Este año, se cumplieron 15 años después de saber que, aquellos por los que se habían entregado lo que las -entonces- Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) habían pedido, con la única esperanza de verlos “liberados” y con vida, habían sido víctimas de una guerra que azotó a un país trabajador y con ganas de salir adelante.
Juan Carlos Narváez, Jairo Hoyos, Alberto Quintero, Edinson Pérez, Héctor Arizmendi, Ramiro Echeverri, Rufino Varela, Carlos Charry, Carlos Barragán, Nacianceno Orozco y Javier Giraldo fueron asesinados a manos de las extintas Farc. Y luego de haber anunciado su muerte, esa guerrilla dilató la entrega de los cuerpos de los diputados durante casi tres meses.
Finalmente, los cadáveres fueron recibidos por el Comité Internacional de la Cruz Roja y el entonces ministro, Álvaro Leyva, el 8 de septiembre de 2007.
En su momento, esa guerrilla afirmó: “Nos sumamos a las voces de condolencia para los familiares y amigos de los diputados por la infausta pérdida de sus seres queridos”. Ello claramente sonó hipócrita, luego de tantos crímenes cometidos.
Aseguraron, además, en un comunicado emitido nueve días después de la masacre, que los 11 diputados secuestrados habían muerto “en medio del fuego cruzado cuando un grupo militar, sin identificar hasta el momento, atacó el campamento donde se encontraban”.
Sin embargo, meses después, el análisis de peritos de medicina legal y la información contenida en el computador del abatido jefe guerrillero Raúl Reyes demostraron que los asambleístas fueron ajusticiados con tiros de gracia y su muerte no fue producto del fuego cruzado.
Entre tanto, Sigifredo López y los 11 diputados estaban en la lista de personas con las que ese grupo armado buscaba canjear por guerrilleros presos en cárceles del país y del exterior.
Posteriormente, luego de ser liberado el 5 de febrero de 2009, afirmó que no murió como sus otros compañeros porque no estaba en ese momento en el campamento guerrillero en donde sucedieron los hechos.
En diciembre del 2016, en medio de una reunión en símbolo de “perdón y reconciliación”, los miembros de las Farc reconocieron ante las familias de los diputados que habían cometido una “injusticia” con el secuestro de los 12 diputados y el asesinato de 11 de ellos.
“Cometimos una grave injusticia con ustedes al asesinar a sus seres queridos”, dijo el entonces comandante guerrillero Pablo Catatumbo, quien agregó: “Nunca fue una acción intencionada, porque no teníamos nada en contra de los diputados”.