Otoniel tenía todas sus cartas jugadas para evitar ser enviado a Estados Unidos, pero su sofisticado plan para eludir una prisión federal fracasó la semana pasada, cuando una decisión del Consejo de Estado destrabó su extradición. En su última edición de portada, SEMANA publicó información derivada de documentos reservados que prueban que las autoridades colombianas no solamente grababan las 24 horas del día los movimientos del exjefe del Clan del Golfo en su celda (salvo las visitas conyugales) y lo escuchaban de manera legal, sino que así descubrieron que tenía como objetivo fugarse.
El temido capo le apostaba a un traslado de la Dijín a otro centro penitenciario o a un centro médico con el fin de concretar un escape. Esa información se pudo obtener gracias a un minucioso plan de vigilancia.
SEMANA obtuvo en exclusiva un video de las cámaras de seguridad de las celdas que vigilaban a Otoniel día y noche. En las imágenes se observan varios momentos del exjefe del Clan del Golfo en prisión. Se le ve acostado, caminando en la habitación, escribiendo y leyendo sobre una mesa de plástico, arreglando sus cosas, barriendo y consumiendo sus alimentos.
Uno de los hechos que más llamó la atención de quienes vigilaban al capo fue cuando notaron que él utilizaba un resaltador de color verde para marcar su ropa, que incluía jeans, camisetas y bóxeres. En dichas prendas, Otoniel escribía letras y símbolos, con los que en su momento se comunicaba con sus secuaces en la clandestinidad. En esa época, dejó de usar teléfonos celulares y dispositivos electrónicos para no ser ubicado por las autoridades. Los mensajes con estos símbolos eran llevados por correos humanos. Lo mismo hizo desde su celda en la Dijín, ya que la ropa marcada era recogida por gente de su confianza.
SEMANA obtuvo las imágenes de esas prendas. Entre las prendas llamaba la atención de los investigadores un jean que Otoniel había marcado con resaltador con un símbolo parecido al de unas gafas y que combinaba con camisetas viejas. Estas tienen las siglas de ET, EL y QAR. En la ropa interior, con un resaltador, se ven algunas x, también con color amarillo. La misma imagen que rayaba en sus calzoncillos Calvin Klein que utilizaba en prisión.
Según fuentes carcelarias, el capo, señalado de enviar por lo menos 400 toneladas de cocaína a Estados Unidos, empezaba su día a las 6:00 a. m., cuando se encendían las luces de su sitio de reclusión. Luego tomaba el desayuno y después de las 9:30 a. m. pasaba unas tres horas estudiando su proceso.
Al mediodía almorzaba (la comida la probaba primero un uniformado ante el riesgo de un envenenamiento) y en horas de la tarde, generalmente, se reunía con abogados. Todos los días tenía derecho a una hora de sol. Hacia las 6:30 p. m. apagaba la luz, y las cámaras de seguridad lo seguían grabando sin parar. No hacía ejercicio y siempre estaba acompañado por una Biblia y una sopa de letras, en cuya tapa se lee “velocidad mental”.
Un documento de inteligencia, conocido por SEMANA, cuenta cómo se habría configurado su frustrado plan. “Se configuraba en la capacidad de retención de información, a partir de la memorización de movimientos cercanos a su seguridad perimetral y la de su entorno, con el fin de identificar puntos de vulnerabilidad y rutinas de los uniformados encargados de la custodia de este criminal, esto con el fin de suministrar dicha información a integrantes del grupo armado para llevar a cabo su fuga”, dice la información.
De hecho, ese plan contempló el envío a Bogotá de presuntos cabecillas del Clan del Golfo que tenían como fin realizar un “outsourcing criminal con bandas delincuenciales a fin de restar responsabilidad a integrantes del Clan del Golfo”, en el escape de Otoniel.
“En los últimos días antes de su extradición, alias Otoniel ya empezaba a trasmitir mensajes de despedida mediante una tipología de rayones, grafitis o runas (mensajes cifrados) a su núcleo familiar y entornos cercanos de confianza”, anota el documento.
“Frente a lo anterior, había un contraste entre el valor de sentimiento y la desconfianza que a la vez sentía alias Otoniel por una eventual ‘traición’ de algún integrante de la ‘defensa’ o de su misma compañera sentimental. En la mayoría de sus escritos siempre intentó dar a conocer alguna ‘pista’ que comunicara la forma en trasmitir un mensaje o intención alguna”, agrega el informe secreto. Los mensajes se podían leer al ser sometidos a luces fluorescentes.
El plan de escape de Otoniel contemplaba, principalmente, valerse de una serie de recursos judiciales para ser trasladado de la Dijín hacia el búnker de la Fiscalía o a un centro penitenciario “que le ofreciera condiciones de maniobrabilidad en actividades de coordinación y demandas por parte de alias Otoniel, y así facilitar una fuga”.
Incluso se pusieron en conocimiento supuestos quebrantos de salud del capo para intentar presionar una salida a centros médicos “y así capitalizar este escenario para liberarlo”, advierte el documento en poder de SEMANA.
También se detectó que algunos de los lugartenientes, en alianza con poderosos carteles mexicanos de la droga, trataban de comprar propiedades alrededor de la Dijín para facilitar la huida. La modalidad sería por medio de un atentado terrorista o de cualquier acción armada por parte del Clan del Golfo, según los investigadores. En una oportunidad, las autoridades estuvieron en alerta ante la presencia de una aeronave no tripulada que sobrevoló las instalaciones de la reclusión. Fue imposible determinar su procedencia. Asimismo, algunos familiares estaban viviendo en los alrededores de la Dijín.
Otoniel tenía una “estrategia comunicacional”, según las autoridades, “al intentar demostrar en documentales o historias de vida la vulneración de sus derechos para generar un impacto en el orden nacional que coadyuvara a postergar parcial o totalmente su extradición y a su vez generar caos en su seguridad”.
Otro elemento que llamó la atención de las autoridades fue una orden de visita que firmó Otoniel y que está en poder de SEMANA. Con ella se autorizó el ingreso de tres abogados el 2 de noviembre de 2021, y uno de ellos era Álvaro Leyva. En total, nueve abogados de confianza, a los cuales les había dado poder, ingresaron en 91 oportunidades a su lugar de reclusión. También tuvo 45 visitas de sus familiares, incluidas las conyugales.
El miércoles, cuando lo notificaron de su extradición, los policías le dieron solo 20 minutos para que se alistara con el uniforme de color caqui, de rayas naranjas. Otoniel se llevó las manos a la cabeza. No lo podía creer. Estaba a solo un paso de responder por gravísimos cargos de narcotráfico ante una corte federal.
Cumpliendo con todos los trámites legales, el capo fue enviado la tarde del 4 de mayo a Estados Unidos. Encadenado de pies y manos, vistiendo el overol gris, las cámaras lo captaron lanzando madrazos, con los ojos llenos de lágrimas, respirando profundo, inquieto, y luego con su habitual sonrisa desafiante, la misma que mostró el día en que lo capturaron. Ese gesto le cambió apenas pisó territorio estadounidense. Las primeras fotos lo dejaron ver con el ceño fruncido.
Subido en una tanqueta, en completo silencio, acompañado de los Comandos Jungla y las Fuerzas Especiales, solo llevaba consigo las gafas y las pastillas para regular su presión arterial. El operativo de seguridad fue impresionante y congestionó la calle 26 de Bogotá. El capo fue trasladado a la base militar de Catam, donde tuvo que ponerse el uniforme gris con un chaleco antibalas y un casco blindado para ser trasladado en un avión de la DEA, rumbo a Nueva York. Allí aterrizó poco después de la 1:00 a. m. Antes de irse de Colombia, Otoniel solo les dijo a los uniformados: “Yo soy el trofeo que buscaban”.