Déjese consentir como los gatos”, es la frase que se repite en la mente de las presuntas víctimas de abuso sexual del profesor Fabián Sanabria. En poder de la Fiscalía hay cuatro denuncias que dejan al antropólogo de la Universidad Nacional en medio de un proceso judicial en el que es indiciado. “Me dijo que mejor nos viéramos en su apartamento para hablar sobre el proyecto… Al subir me recibió en bata de seda y supuse lo obvio”, advirtió a SEMANA un denunciante.
“Tienes cara de gato”, “¿por qué eres tan bravo?”, “lo que te hace falta es que te consientan”, dijo una supuesta víctima de Sanabria mientras trataba de dibujar con palabras los gestos “morbosos” que, según su declaración, salían del profesor y en ese momento director del Instituto Colombiano de Antropología e Historia. “Estirando sus labios, en un gesto muy desagradable que es común en su lenguaje corporal”, dijo la víctima.
La denuncia está en poder de la Fiscalía y data de octubre de 2012. El lugar, nuevamente, es el apartamento de Sanabria, en el centro de Bogotá. La presunta víctima también soportó durante días, según su relato, el asedio del profesor en un encuentro con indígenas en el parque arqueológico de Tierradentro, Cauca.
“Cada media hora, en promedio, él seguía acosándome con preguntas como ¿por qué no pruebas estar con un hombre?, ¿por qué eres tan brusco?, ¿por qué no te dejas consentir?”, continúa el testimonio de la presunta víctima, mientras recuerda otros acontecimientos que dejan a Sanabria lejos de los principios de los que se ufana en público de manera constante.
“Los tewalas le ofrecieron mambe y cualquier antropólogo sabe que este hace parte de un ritual, y cuando el director del parque le dejó este polvillo blanco de cal en el dorso de su mano, a Sanabria le pareció muy chistoso aspirarlo, en una de las acciones más irrespetuosas contra la comunidad indígena que he visto como antropólogo”, dijo el denunciante.
Las insinuaciones de Sanabria, según el testimonio, se extendieron de regreso Bogotá, con unos ofrecimientos repetitivos de “almorzar con él, llevarme en su carro, tomar vino y recitar poesías, invitaciones que también rechacé”, señaló la supuesta víctima, quien ya entregó toda la información a la Fiscalía, al advertir que el profesor y jefe entonces le hizo una oferta laboral.
La cita para concretar la posibilidad de trabajo sería la sede del Instituto de Antropología, pero, según la denuncia, Sanabria cambió el lugar y lo invitó a su apartamento, el espacio descrito por las otras presuntas víctimas como escenario de los abusos del profesor. “Empezamos una conversación amena sin ninguna insinuación hasta que llegamos al tema del trabajo, me dijo que era sencillo, que tenía que darle algo a cambio: solo te tienes que dejar consentir”.
Tras rechazar la que considero una vulgar propuesta y una copa de vino, dice la víctima, salió del apartamento y trató de advertir a sus jefes directos, pero se burlaron y además “ellos mismos me dijeron que Fabián Sanabria había pedido mi retiro del proyecto como investigador y me despidieron”.
Más víctimas
Un año antes de este caso, un estudiante de primer semestre de sociología en la Universidad Nacional, con la ilusión de convertirse en monitor de una clase del famoso profesor Sanabria, terminó en su apartamento recogiendo un libro para compartir con sus compañeros. “Me ofreció un vino, nos tomamos el vino y nos sentamos en el sofá. Entonces él me invitó a tocarlo, que lo tocara, incluso posó su mano en mi mano para que yo lo tocará”, señala la víctima en diálogo con SEMANA.
“Se sacó el miembro y quería que yo lo acariciara. Entonces me dijo, ‘si usted lo hace conmigo, yo lo quiero hacer con usted’”, explica el denunciante mientras advierte que la posición dominante del profesor se impuso sobre la ingenuidad de un estudiante menor de edad. “Utilizó palabras como bonito, mi gatico, mi cosita… cosas así para halagarlo a uno. Yo era muy noble, sin carácter e inmaduro”.
Guardó su testimonio por más de una década, ahora como profesional en sociología hace una reflexión, “yo fui muy inmaduro y di papaya”. Aseguró que solo cuando escuchó las denuncias se atrevió a hablar. “Con el tiempo me di cuenta de que el tipo era así con todo el mundo y como que intentó ocultar las cosas, no hablar del caso, no hablar con nadie”.
Las denuncias están reunidas en tres informes de Las que Luchan, el colectivo feminista que puso contra las cuerdas a varios profesores de la Universidad Nacional, entre ellos a Fabián Sanabria, recordado no solo en sus frustrados intentos por llegar al Congreso, sino por criticadas actuaciones como simular que tomaba cianuro mientras una familia lloraba la muerte de dos seres queridos, Jorge Enrique Pizano, controller de la Ruta del Sol 2, y su hijo, Alejandro, quienes fallecieron al ingerir esa sustancia.
Riesgo de prescripción
Como las denuncias en Colombia tienen fecha de vencimiento, el tiempo corre en favor de Sanabria y por lo menos en un caso la sentencia de las autoridades fue definitiva, prescribió. Se trata de un acto de agresión sexual que ubica al profesor Sanabria y a la supuesta víctima en el Museo Nacional de Bogotá, en el lanzamiento de un libro.
“Él pasó muy cerca mío, me agarró el pene, lo soltó y siguió su camino… En ese momento me sentí avergonzado y seguí mi camino a saludar al amigo de mi padre, sin contarle”, recuerda la presunta víctima mientras advierte que no denunció a tiempo por la misma razón expuesta en los otros casos. “Se rieron, solo por el hecho de haber sido acosado por una persona homosexual, como si se tratara de una broma y no de un acoso”.
“Les comenté el ofrecimiento de un cargo en el instituto a cambio de favores sexuales y también se rieron. De allí que no tuve ánimo para presentar la denuncia ante ningún organismo de control”, aseguró quien ahora reclama por justicia a la Fiscalía y a la Universidad Nacional.
Regaño de la Corte
Las denuncias en contra de Sanabria son apenas eslabones de una supuesta cadena de abusos en la Universidad Nacional, principalmente en el departamento de Antropología y que ahora reciben un espaldarazo de la Corte Constitucional, luego de un fallo de tutela que ordenó reabrir, con enfoque de género, una investigación archivada por la Veeduría Disciplinaria del alma mater.
La Corte concluyó que la universidad ignoró por tres años los hechos de una denuncia y ese tiempo llevó a la prescripción y a prolongar la vulneración de derechos. “Para este Tribunal, en los casos de violencia contra mujeres, la falta de determinación judicial genera una amenaza seria, real y protuberante de los derechos fundamentales”.
Lo que sorprende de esta tutela fueron las respuestas de la Universidad Nacional a las denuncias de acoso, que hábilmente calificó de “chistes” entre conocidos, refiriéndose a la relación entre el presunto agresor y una trabajadora de la Universidad. “Ese trato amistoso ajeno al trato institucional no implica necesariamente la existencia de acoso sexual”, con ese y otros argumentos la denuncia fue archiva por la universidad.
La Corte, en un claro reclamo, deja una advertencia a la Veeduría de la Universidad Nacional, que debería ser evaluada también por la Procuraduría, que sin sonrojarse anticipa que los casos prescribieron y no puede hacer nada. Las presuntas víctimas aseguran que radicaron las quejas en el Ministerio Público, pero la dinámica fue similar a la Veeduría, empolvar el proceso y dejar que el tiempo se convierta en justiciero.