Si a algo le tiene miedo Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, al igual que en su momento el narcotraficante Pablo Escobar, es a su extradición. No es para menos, la talla de este criminal lo ubica bajo condiciones extremas de seguridad. Otoniel tendría la misma suerte que el capo mexicano Joaquín ‘Chapo’ Guzmán, quien está en una celda de pocos metros, bajo tierra, sin visitas ni acceso al exterior, y con nulas posibilidades de escape.
Es eso lo que tiene en alerta a las autoridades en Colombia y a algunas agencias internacionales: la posibilidad de que el exjefe máximo del Clan del Golfo, temiendo por su futuro en Estados Unidos, emprenda un plan de fuga, del cual ya se sabe. SEMANA conoció información exclusiva de cómo la organización criminal de Otoniel y hasta los carteles mexicanos están buscando evitar, a como dé lugar, que aborde un avión de la DEA con rumbo a ese país.
La confirmación de los planes sucedió hace un mes, en una operación conjunta contra Jobanis de Jesús Ávila, alias Chiquito Malo, quien habría asumido la jefatura del Clan del Golfo luego de la captura de Otoniel. Allí fueron abatidos hombres de su círculo de seguridad con información que prendió las alarmas.
En los dispositivos electrónicos encontraron mensajes en los que se referían a Otoniel como “el patrón” y eran insistentes en la necesidad de rescatarlo, incluso a sangre y fuego. Mencionaban dos aspectos de forma reiterada: permear (infiltrar) a miembros de la fuerza pública, funcionarios, verdes (policías), que les dieran información sobre las condiciones de reclusión. La finalidad era clara: obtener horarios, quién lo acompaña, dónde está ubicado, sus rutinas, los movimientos y cómo es el búnker en el que se encuentra.
Los planes hallados en los dispositivos de los hombres de Chiquito Malo ponen sobre la mesa la oferta de aliarse con otras organizaciones que operen en Bogotá con “la capacidad de dar un golpe de esa magnitud”. Sus intenciones van en serio. Las autoridades que están manejando la información al más alto nivel contrastaron con fuentes, incluso con quienes pertenecieron al Clan del Golfo y ahora son informantes, y el plan de rescate es un hecho.
No escatiman en gastos. Un eventual intento de liberación de Otoniel requiere mover millones de dólares; por cada dato particular de la reclusión ofrecen desde 50 millones de pesos. El plan contempla atacar tres puntos críticos cerca a las instalaciones de la Dijín, en Bogotá, para convertirlo en un distractor y agotar la capacidad de reacción de las autoridades.
Parece de película. Están listos para simular la conformación de un grupo especial que llegaría uniformado y con carros oficiales en medio del caos para “proteger y rescatar a Otoniel” y llevarlo a un sitio más seguro. Si esto falla, en la retaguardia habría hombres fuertemente armados con explosivos y dispuestos a enfrentarse a la fuerza pública para sacarlo del búnker.
La otra opción que evalúan los criminales es buscar la forma de que sea enviado a un centro penitenciario, sin importar si es de alta seguridad. Ahí hay hombres del Clan del Golfo y otras organizaciones dispuestos a pagar millonarias sumas a cambio de ayudar con la fuga del capo.
Las mismas fuentes han informado de reuniones de jefes de carteles mexicanos que vinieron a Colombia exclusivamente para ir a campamentos de alias Chiquito Malo con dos objetivos: financiar todo lo que se necesite para lograr el escape; y el plan B, si no logran el rescate, es buscar la forma de callar (matar) a Otoniel antes de que pise suelo estadounidense. De llegar a cantar en este país, se desnudaría buena parte de la forma de operar de estas organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico.
Las lágrimas de un criminal
Esta semana, durante una diligencia ante la JEP que se llevó a cabo en las instalaciones de la Dijín, Otoniel llegó esposado de manos y pies, con una cadena que juntaba las dos ataduras, una especie de armadura, chaleco y casco antibalas, y rodeado por hombres fuertemente armados, quienes portaban escudos blindados para repeler cualquier tipo de ataque.
Faltaban apenas unos minutos para que el reloj marcara las nueve de la mañana del martes cuando arribó el escoltado Otoniel. Se sentó frente a los magistrados, el representante de la Procuraduría y sus abogados, y rompió a llorar. Se quejó de malos tratos, que era inhumano lo que hacían con él, y que así lo querían ver.
La queja de Otoniel y su figura de desvalido contrasta con el criminal que a sangre fría no titubeaba en ordenar asesinatos, venganzas y la muerte de policías por medio de los macabros planes pistola.
Pese a las críticas, la falta de privacidad, y las quejas de la JEP y de la Comisión de la Verdad por las complejas condiciones que enfrenta Otoniel para ser entrevistado en su cautiverio, esta diligencia finalmente se pudo dar. La Procuraduría dejó constancia de que no hubo malos tratos.
El arsenal jurídico
Entre las estrategias que parece implementar Otoniel para evitar su extradición, están una serie de medidas que ha tomado su equipo jurídico, compuesto por al menos nueve abogados, quienes han radicado 46 derechos de petición y cuatro tutelas, buscando el cambio del sitio de reclusión, visita conyugal, y una interpuesta por las víctimas de la masacre de Mapiripán.
Han cuestionado la forma como vienen haciendo las diligencias la JEP y la Comisión de la Verdad, y propusieron la visita de garantes, entre ellos, la Cruz Roja Internacional, oenegés y entidades de control (Procuraduría General y Personería Distrital), como efectivamente se ha hecho.
Amparado en un supuesto y repentino interés por las víctimas, Otoniel golpeó las puertas de la JEP y pidió suspender su extradición a Estados Unidos. La duda de fondo es si se trata del empeño por contar la verdad o pretende agotar hasta el último recurso para evitar que le pongan un overol naranja y quedar a merced de las cortes de ese país.
Este guion ya fue escrito. Su autor fue el abatido exguerrillero de las Farc Jesús Santrich, también pedido en extradición y de quien se supo que continuaba traficando drogas; pero, pese a la contundencia de las pruebas, fue dejado en libertad y así se firmó su fuga.
Lo que se ha conocido por fuentes de la Corte Suprema es que la extradición de Otoniel es un tema prioritario. Ya se pidieron las pruebas que amparan la solicitud, para que no vuelva a suceder como ya pasó con Carlos Mario Tuberquia, alias Nicolás, el segundo de Otoniel, pues pasaron casi tres años luego de su captura a fin de tener un concepto favorable de la Corte para la extradición.
Así vive Otoniel
En una pequeña celda con baño, bajo estricta vigilancia, con un circuito de video que lo monitorea las 24 horas, tres mudas de ropa a la semana, aislado y sin contacto alguno con sus custodios, permanece en el búnker construido en las instalaciones de la Dijín. Su rutina empieza a las cinco de la mañana, y su única compañía, solicitada por él, son un pequeño radio y un libro. Recibe tres comidas y un tinto, tiene derecho a una llamada al día de diez minutos y una hora de sol.
En los alrededores de la Dijín patrullan hombres fuertemente armados. Llegaron tanquetas, se hacen pruebas de polígrafo a quienes están cerca del capo, y arribaron francotiradores, comandos jungla y hombres del Comando de Operaciones Especiales (Copes). La misión: evitar un intento de fuga y proteger su vida.