En marzo se fugó de la cárcel La Picota Juan Larinson Castro Estupiñán, alias Matamba, uno de los narcotraficantes más temidos de la historia reciente. El hecho puso en vergüenza al Inpec y causó revuelo en el país, no se entendía cómo el peligroso mafioso, que estaba listo para ser enviado a los Estados Unidos en calidad de extraditado, había salido como Pedro por su casa del centro penitenciario. Lo que pocos saben, y lo revela en exclusiva SEMANA, es el plan secreto que tenía Matamba con sus poderosos y sanguinarios socios para fortalecer el Clan del Golfo luego de la caída de Otoniel.
La fuga de Matamba fue planeada cinco meses después de que fue capturado, el 18 de mayo de 2021, cuando celebraba su cumpleaños en un conjunto residencial de Floridablanca. Sus socios, poderosos y reconocidos exmiembros de las autodefensas, lo querían en sus filas para impulsar su nuevo proyecto criminal.
Los socios de Matamba, que son al menos ocho ‘narcos puros’, como se les conoce a los traficantes de vieja data, no podían desaprovechar la oportunidad, con la captura y extradición a la vista de Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, jefe máximo del Clan del Golfo, la organización quedaba fracturada y era necesario ocupar ese lugar y planeaban hacerlo de la mano de quien era uno de sus hombres de máxima confianza: Jobanis de Jesús Ávila Villadiego, alias Chiquito Malo.
Los narcos que querían asumir los roles de Otoniel sabían que para lograrlo necesitaban a un hombre como Matamba, que infundiera respeto por su crueldad y por emplear métodos de extrema violencia para ganar terreno. En 2016, alias el Árabe financió a Matamba con 2 millones de dólares para que fuera al departamento de Nariño y se apropiara del negocio criminal del narcotráfico. Con solo 14 hombres agarró camino y para 2018 ya había conformado la banda criminal la Cordillera, tenía arrinconado al ELN y a las disidencias de las Farc.
Además, había logrado meter en su nómina a miembros del Ejército, quienes le entregaban información confidencial de las operaciones. Esas características hacían de Matamba el indicado para lanzar el proyecto que las autoridades conocieron como el Clan del Golfo 2.0.
Era el momento para sacarlo de la cárcel, pero no era tarea fácil. Matamba estaba bien custodiado y listo para ser entregado a las autoridades de Estados Unidos en extradición, donde lo esperaban para responder por delitos de narcotráfico.
Con el tiempo corriendo en su contra, uno de los narcos puros, que había sido comandante del Bloque Central Bolívar de las AUC, que se encuentra detenido y fue expulsado de Justicia y Paz, puso sobre la mesa 4 millones de euros para contratar al equipo que lo sacaría de la cárcel.
La fuga
No resulta un secreto que en Bogotá, en los San Andresitos, además de ser gigantescos puntos de ventas de un sinnúmero de productos, se manejan otra clase de negocios a la sombra. Según inteligencia de la Policía, los socios de Matamba acudieron a un sujeto conocido como el Caballista, quien se mueve en esos tenebrosos círculos.
El Caballista tenía los hombres, la logística y los contactos. Manejaba lo que se conoce como outsourcing o subcontratación de servicios. Con un equipo de al menos 20 personas, calculó cada detalle para lograr la fuga, el pasado 18 de marzo. Compraron, al parecer, a miembros de la guardia del Inpec por un monto, según las autoridades, de 2 millones de euros.
SEMANA conoció la verdadera ruta que tomó el carro que recogió a Matamba en La Picota el día que se fugó y cómo hicieron para engañar a las autoridades y evitar la recaptura en el momento. Al hacer seguimiento de las cámaras de seguridad, encontraron cosas extrañas.
Según los investigadores, no parece coincidencia que el 60 por ciento de las cámaras del Distrito, por donde pasó el vehículo con Matamba, estuvieran dañadas, lo que hacía más difícil descifrar la ruta. La noche del 18 de marzo, luego de ingresar a La Picota, el Renault Symbol que sacó al prófugo tomó varias vías para despistar a los investigadores, hasta llegar a la avenida Boyacá, con rumbo al norte hacia la calle 80, luego la autopista Medellín, siguió por el Alto del Vino, Villeta, Puerto Boyacá, Doradal, Puerto Triunfo, Cimitarra y finalmente llegaron a una finca escondida en zona rural de Bolívar, en Santander.
Para confundir a las autoridades, se utilizaron varios vehículos idénticos al que transportaba a Matamba. Los enviaron por otras rutas rumbo a Cali y Pasto, con el propósito de que los investigadores pensaran que se dirigía a su fortín criminal: el departamento de Nariño.
Clan del Golfo 2.0
Al otro día de su fuga, a Matamba lo estaban esperando varios de los narcos puros del Magdalena Medio, exmiembros de las autodefensas y un delegado del Clan del Golfo. Entre los presentes estaba alias Gonzalito, hombre de confianza de Chiquito Malo. También estaba alias Pájaro y un delegado del exjefe paramilitar que pagó la fuga. El propósito de la cumbre mafiosa era encomendarle a Castro Estupiñán que conformara un ejército de matones a sueldo, como lo hizo en Nariño, pero esta vez el teatro de operaciones sería Santander.
Una nueva versión del Clan del Golfo para que se expandiera por todo Colombia, siguiendo los pasos de Otoniel, pero con nuevos jefes. Estaban dispuestos incluso a enfrentarse contra las disidencias de las Farc de Iván Mordisco, la Segunda Marquetalia de Iván Márquez y el ELN para quedarse con el control del tráfico de drogas. Querían que Matamba replicara el modelo que lo hizo famoso en Nariño.
Allí, entre 2016 y 2018, logró conformar una de las bandas criminales más poderosas que le permitió adueñarse de pistas, cultivos, laboratorios, socios y demás eslabones de la cadena criminal del narcotráfico. Lo que no sabían los promotores de esta nueva idea criminal es que detrás de ellos había un equipo de 60 investigadores de la Policía Antinarcóticos siguiendo sus pasos. Todo estaba registrado en la investigación que se había abierto para recapturar a Matamba.
“En todo este trabajo estuvo el Gobierno de Estados Unidos, con los agentes desde Miami que habían capturado desde el año pasado a este delincuente. De nuevo se activó este equipo especial que viajó a Estados Unidos, se reunió con varias personas que nos dieron información importante (...) nos enteramos de la reunión que hubo en el Magdalena Medio, con delincuentes de las extintas AUC”, dijo el director de la Policía, el general Jorge Vargas.
La bruja
Acomodado en su nuevo hogar, una casa de campo, sin lujos, en una región ganadera de Santander, Matamba mantenía sus gustos como comer cachama, su plato preferido, que era difícil de conseguir en la zona. Ese detalle lo hizo visible.
También tenía contacto permanente por teléfono con una bruja o vidente. Los investigadores sabían que si lo querían volver a capturar, tenían que voltear su mirada hacia esta mujer, a quien ubicaron con apoyo de la DEA en Maracaibo, Venezuela. Con ella sostenía conversaciones cortas pero certeras, y con la paciencia de un relojero, los agentes de la Policía fueron ubicando la zona donde se encontraba el mafioso.
Para desenredar la madeja, se inició la recopilación de datos con fuentes humanas, interceptación de llamadas, búsqueda selectiva en bases de datos, infiltración de personal en terreno, revisión de cámaras de vigilancia, cotejos morfológicos, vigilancia con aviones no tripulados y drones, así como trazabilidad de mapas.
Con detalles que lograban obtener de sus conversaciones con la pitonisa, más la entrega de información de fuentes humanas, a quienes se les pagará la recompensa por su colaboración, las autoridades ubicaron la finca donde se encontraba Matamba. Así, el lunes 23 de mayo, terminó su carrera criminal. Un grupo de seis comandos Jungla de la Policía Antinarcóticos se internó a 21 kilómetros de la casa de campo, esperando a que les dieran luz verde.
El jueves 26, en la mañana, con la ubicación confirmada, los Jungla llegaron a la casa y fueron recibidos por los disparos del único escolta de Matamba, quien prefirió escapar antes que morir defendiéndolo. Rodeado por la policía y peleando en solitario, Matamba se terció un fusil AK-47 con el que respondía los ataques de los uniformados y, en un momento de desespero, les lanzó una granada, que por fortuna no alcanzó a ninguno de los policías. En medio del tiroteo, Juan Larinson Castro Estupiñán, quien iba a ser uno de los narcotraficantes más poderosos del país, cayó muerto.