En la ciudad de Valledupar se dieron cita víctimas y victimarios para escuchar aterradoras y dolorosas historias que nunca debieron ocurrir. Se trata del asesinato de civiles por parte de militares adscritos al Batallón de La Popa, para presentarlos como bajas en combate, lo que es denominado con el eufemismo de falsos positivos.
Al menos 15 militares aceptaron su responsabilidad en 127 casos. Allí, los ahora exmilitares confesaron cómo, con toda la frialdad, asesinaban a personas inocentes. Todo esto, a cambio de premios, que podían ir desde una caja de arroz chino hasta viajes al batallón del Sinaí. El trofeo era lograr el asesinato de campesinos, jóvenes inocentes, para ser reportados como guerrilleros.
El soldado profesional Álex José Mercado contó cómo las cabezas del Batallón La Popa, cerca del año 2002, tenían toda una estrategia para galardonar a las personas que más producían ejecuciones extrajudiciales: “Con los comandantes que trabajé, ellos premiaban con una medalla, algunos también con ir al Sinaí. El miedo de los soldados en ese momento era porque los comandantes tenían vínculos con los paramilitares”.
A tal punto llegó la “Máquina de guerra”, que hubo un hombre, relató Mercado, que fue asesinado después de que saliera de su casa a comprar una torta de cumpleaños para su hija.
Con muestras de dolor y señalando que el soldado que hablara era un soldado que no volvía a aparecer, señaló que “el 3 de octubre de 2005 asesiné, por orden de mi comandante, al indígena Deiber de José Mendoza. El 16 de julio de 2003, a Uriel Evangelista Arias; a él no lo asesiné, pero encubrí que lo asesinaran, que asesinaran a ese campesino que recuerdo que solo llevaba una mochila, un mico y un balde”.
Por su parte, el subteniente Elkin Burgos explicó que fue, precisamente, la presión de sus superiores lo que los llevó a cometer actos ilegales y terminar matando a cientos de inocentes: “Quizá como lo ofrecían los comandantes del batallón, después de 7 bajas le daban a uno una medalla que se llama “la gris”, quizá después de siete resultados operacionales seríamos candidatos a un viaje al Sinaí”, relató visiblemente conmovido.
Algunos de los comparecientes citados por la JEP son: Elkin Rojas, Guillermo Gutiérrez Riveros, Heber Hernán Gómez Naranjo, José de Jesús Rueda Quintero, Juan Carlos Soto Sepúlveda, Manuel Valentín Padilla y Yeris Andrés Gómez Coronel, entre otros.
Aunque en la mayoría de estos crímenes las víctimas fueron civiles, también estuvieron involucrados guerrilleros a quienes no se les prestaron los primeros auxilios, tal como lo indica el Derecho Internacional Humanitario.
Según el crudo relato de otro soldado, Yeris Andrés Gómez Coronel, soldado que en ese entonces militaba en ese batallón, un guerrillero quedó herido en medio de un enfrentamiento, contra el llamado Frente 6 de diciembre del ELN. Gómez contó que recibió la orden del mayor José Pastor Ruiz Mahecha de asesinarlo. “No le prestamos los primeros auxilios que se merece un excombatiente, violando el derecho a la vida y violando el derecho a la seguridad ciudadana”, dijo el ahora exsoldado.
Pero lo que más sorprendió en su testimonio fue el premio que recibió de sus superiores por haber cometido ese asesinato. “El comandante del batallón La Popa, en el rancho de tropa, me dio 100 mil pesos y también le compró un arroz chino a todo el grupo especial. No nos merecíamos eso porque violamos los derechos de las personas”, dijo arrepentido.
Al contrastar la información que forma parte del acervo probatorio, la JEP determinó que cada uno de los imputados, de los 15 militares, “tuvo un rol esencial en la configuración de los patrones criminales y participó en conductas especialmente graves y representativas, sin las cuales no se hubiera desarrollado y perpetuado el plan criminal”, señaló la JEP.
Una caja de arroz chino y 100 mil pesos por falsos positivos
Según el crudo relato de Yeris Andrés Gómez Coronel, soldado de ese entonces que militaba en ese batallón, un guerrillero quedó herido en medio de un enfrentamiento contra el llamado Frente 6 de diciembre del ELN. Gómez contó que recibió la orden del mayor José Pastor Ruiz Mahecha de asesinarlo. “No le prestamos los primeros auxilios que se merece un excombatiente, violando el derecho a la vida y violando el derecho a la seguridad ciudadana”, dijo el ahora exsoldado.
Pero lo que más sorprendió en su testimonio fue el premio que recibió de sus superiores por haber cometido ese asesinato. “El comandante del batallón La Popa, en el rancho de tropa, me dio 100 mil pesos y también le compró un arroz chino a todo el grupo especial. No nos merecíamos eso porque violamos los derechos de las personas”, dijo arrepentido.
Gómez Coronel también sorprendió a los magistrados por otras duras declaraciones. “Los soles de los generales Mario Montoya Uribe, el general Justo Eliseo Peña, el general Juan Pablo Rodríguez Barragán, el general Raúl Antonio Rodríguez Arévalo y el coronel Monsalve Hernández están manchados de sangre, así como mis manos”. Según Gómez, estos altos mandos eran quienes daban los premios y permisos por estas operaciones y agregó que “hasta el presidente de entonces, Uribe Vélez, pedía resultados. Tropa que no daba resultados no tenía permisos. Esa era la seguridad democrática, matar inocentes”.
¿Viajes a Cartagena?
Según Gómez, estos altos mandos eran quienes daban los premios y permisos por estas operaciones. Agregó que “hasta el presidente de entonces, Uribe Vélez, pedía resultados. Tropa que no daba resultados no tenía permisos. Esa era la seguridad democrática, matar inocentes”.
Al contrastar la información que forma parte del acervo probatorio, la JEP determinó que cada uno de los imputados, de los 15 militares, “tuvo un rol esencial en la configuración de los patrones criminales y participó en conductas especialmente graves y representativas, sin las cuales no se hubiera desarrollado y perpetrado el plan criminal”, señaló la JEP.
“Daban viajes para Cartagena, San Andrés, daban pistolas como premio, fiestas y daban reuniones con trabajadoras sexuales”, contó.
Una competencia para lograr el mayor número de muertos
“El personal que integraba el Batallón La Popa, bajo el mando del coronel (r) (Publio Hernán) Mejía sabía lo que estaba pasando. Traíamos personas incluso vivas que finalmente eran asesinadas como si fueran guerrilleros, pero eran inocentes”, contundente, fría y dolorosa, así fue la declaración del sargento primero (r) Efraín Andrade Perea, quien reveló detalles escalofriantes de lo que ocurrió cerca del año 2002, en el Batallón La Popa, donde se ha demostrado cómo, por órdenes de superiores, los militares de esta guarnición se convirtieron en una máquina de asesinar civiles para presentarlos como bajas en combate, lo que se conoce como falsos positivos.
Andrade era la cabeza de inteligencia del batallón, uno de los más grandes del país. Allí, ante familiares de víctimas reconoció su responsabilidad por participar en lo que denominó “toda una logística para encubrir muertes de inocentes, falsamente presentados como subversivos”.
“Acepto hoy frente a ustedes a título de coautor de homicidio, conductas que también constituyeron crímenes de lesa humanidad, de asesinato y desaparición forzada de personas”, dijo ante los magistrados de la JEP.