La dejación de armas que tuvo lugar esta semana en los 26 campamentos de las Farc no solo encierra un significado simbólico para quienes combatieron muchos años en el monte, sino que debería tenerlo para todos los colombianos. A pesar de esto el hecho no generó de inmediato un entusiasmo colectivo en el país. Esta semana el debate se centró en detalles que tenían que ver más con la forma y los tiempos que con su fondo. Los críticos del proceso, como era de anticiparse, no cambiaron de opinión. Para ellos las Farc estaban haciendo trampa y el acto de entrega fue una puesta en escena. A estas alturas del proceso de paz, la postura de cada una de las partes es inamovible. Como lo demostró el plebiscito, la mitad de los colombianos creen en las bondades del acuerdo de La Habana y la otra mitad no. Y a estos últimos ni siquiera el desarme de las Farc los va a hacer cambiar de opinión. Se suponía que el martes pasado el 60 por ciento del total de los fusiles registrados por las Farc en las zonas veredales debieron haber quedado bajo llave en los contenedores. Sin embargo, las Naciones Unidas manifestaron haber recogido solo un 40 por ciento hasta el jueves pasado. Esas complicaciones logísticas le han servido de munición a los opositores del gobierno. El expresidente Álvaro Uribe, por ejemplo, dijo esta semana que, por una “justificada incredulidad”, él no consideraba que las Farc entregaran la totalidad de las armas que poseen. Su  argumento y el de sus seguidores es que el Ejército ha dicho en el pasado que la guerrilla tenía más de los 7.000 fusiles registrados por la ONU. El propio general Javier Flórez, jefe del Comando de Transición, calculó en marzo que la guerrilla podría tener unas 14.000 armas.Puede leer: Ni las Farc pudieron asistir a su entrega de armasOtro argumento de los incrédulos es el de los milicianos. Se alega que según estándares internacionales puede haber dos por cada guerrillero, lo cual significaría que las 7.000 armas serían una fracción de las existentes. Y a esto se suma el tema de las caletas. Si según las Farc hay 949 y en la única que se ha abierto había un arsenal digno de Rambo, cualquier multiplicación cambiaría las cifras de armas conocidas hasta ahora.El gobierno, las Naciones Unidas y las Farc tienen respuestas para estos interrogantes. Aclaran que la cifra de 14.000 armas del general Flórez fue un cálculo en el que se sumaban guerrilleros, milicianos y caletas. Después de la verificación sobre el terreno, cada de una de estas categorías ha sido desmenuzada y tiene una explicación diferente.Para comenzar, los milicianos registrados por la Oficina del Alto Comisionado y las Naciones Unidas fueron alrededor de 3.000. Indudablemente no todos se sumaron al proceso, pues algunos prefirieron quedarse por fuera. Por otra parte sucede que no todos los milicianos tienen armas. Muchos son enlaces con la población civil y sus responsabilidades son tan rutinarias y domésticas como traer el mercado y cuidar niños de guerrilleras. También está el hecho de que esos auxiliares de la guerrilla no tienen armas de guerra. Su dotación máxima sería una pistola, un celular y una moto. Artillería pesada no hay. Muchos de ellos, al no ser parte del ejército guerrillero, prefieren quedarse con sus pistolas por múltiples razones que van desde su seguridad personal hasta la intención de seguir delinquiendo. Eso no lo niega nadie. Pero el proceso de paz no pretende acabar con la delincuencia común, sino con la guerra.Le recomendamos: Ahora sí misión de la ONU tiene el 60 de armas de las Farc¿Y qué sucede entonces con las caletas? Hasta ahora nadie sabe exactamente cuánto armamento se va a encontrar en ellas. La única que se ha abierto hasta ahora tiene un arsenal asustador: fusiles, ametralladoras, lanzadores MGL, morteros, cohetes antiaéreos, granadas y explosivos. Si las otras 900 y pico tuvieran algo parecido, la cifra sería exorbitante. Las Farc aclaran que las caletas son de diferentes tamaños y en algunas hay una fracción de las que hay en otras. En todo caso, como ya no son clandestinas y van a ser objeto de verificación por parte de la ONU, en pocos meses se sabrá la verdad y lo que ahí aparezca entrará al inventario general.Pero aun cuando las 7.000 armas no fueran el total de las que han tenido las Farc, se trataría de una cifra récord si se compara con los procesos de paz anteriores. En la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia se registraron 31.689 hombres y solo se entregaron 18.024 fusiles, esto es, un fusil por cada dos paramilitares. En el proceso con el EPL la relación fue incluso menor: cada cuatro combatientes dejaron un arma.De por sí, la sola recolección de esas 7.000 armas de guerra ha sido difícil. Sergio Jaramillo explica que la dejación requiere de un trámite administrativo que en los campamentos se torna engorroso. Para que cada guerrillero pueda entrar a la vida civil debe entregar su fusil, firmar una certificación de la ONU y un acta de compromiso, luego de lo cual queda listo para recibir una acreditación. Además se han presentado inconvenientes de todo tipo: nombres o números de cédula que no coincidían, demoras en la llegada de actas a las zonas por razones de transporte, entre otras.Esos inconvenientes pueden poner en peligro la meta de que el 100 por ciento de las 7.000 armas esté en manos de la ONU el 20 de junio. Sin embargo, tanto el gobierno como las Farc, conscientes del estado de ánimo de la opinión pública, están trabajando a marchas forzadas para tratar de cumplir.  Más allá de los obstáculos, del número exacto de las armas y del cumplimiento de las fechas, el hecho de fondo es que el proceso ha sido serio y transparente. Que la verificación, el almacenamiento y la destrucción de las armas estén en manos de las Naciones Unidas le da una credibilidad muy necesaria en este momento.Le sugerimos: Adiós a 2.230 armas de las FarcEn la historia de los procesos de paz en Colombia ninguna guerrilla había aceptado la participación de la ONU. El M-19 y el EPL, por ejemplo, dejaron su armamento en manos de la Internacional Socialista, la organización de partidos socialdemócratas y laboristas. Si aun con el respaldo de la ONU subsiste desconfianza en ciertos sectores es porque este proceso de paz no ha tenido una narrativa clara. La negociación ha sido demasiado larga y hay saturación en la opinión pública. Y en las narrativas cobra importancia no solo el fondo, sino el cómo. En otras palabras, la comunicación.Es difícil que algún colombiano olvide el día en que Carlos Pizarro envolvió una pistola en la bandera de Colombia y la puso encima de una mesa atorada de fusiles, en las montañas de Santo Domingo, en el Cauca. Pero nadie ha visto a un miembro del secretariado de las Farc haciendo algo parecido. La trascendencia del desarme hubiera sido mejor asimilada por la opinión pública si alrededor de este se hubiera montado un gran espectáculo. Las Farc se negaron a esto con el argumento de que la dejación es un acto digno y que un show mediático puede dar la impresión de una derrota. Para el secretariado separar a un guerrillero de su fusil es un acto demasiado doloroso para volverlo un reality.En todo caso, espectáculo no hubo o el que hubo no fue suficientemente bueno. Al mismo tiempo los grandes éxitos mediáticos no siempre corresponden a la realidad. La entrega de armas del bloque Cacica Gaitana de las Farc durante el gobierno de Álvaro Uribe fue de una perfección digna de  Hollywood, pero resultó ser una farsa.  Buena parte de los desmovilizados no eran guerrilleros, sino colados en busca de beneficios.Tal vez por problemas de comunicación la dejación de armas de las Farc no ha sido entendida en su verdadera dimensión por algunos sectores del país. Pero eso no minimiza su importancia. Nunca antes un proceso de desarme se había hecho con tanto rigor técnico. Tampoco nunca antes se había llegado a la entrega de un arma por cada combatiente.  Eso no representa el fin de todos los conflictos colombianos, pero sí definitivamente el fin del más grande y duradero que había tenido el país en su historia.EN CONTEXTO: LAS ENTREGAS DE ARMAS MÁS ICÓNICAS DE LA HISTORIA