“Una flor con un tallo lleno de espinas”. Así calificó el presidente Juan Manuel Santos la propuesta de cese al fuego unilateral indefinido propuesto por las Farc la semana pasada. El equipo negociador de la guerrilla en La Habana anunció a partir del 20 de diciembre y sin límite de tiempo el fin de sus hostilidades. No obstante, la histórica propuesta, que bien podría ser un gesto genuino de paz, vino con un fuerte condicionamiento: “Se daría por terminado solamente si se constata que nuestras estructuras guerrilleras han sido objeto de ataques por parte de la fuerza pública”. Para las Farc esa aclaración no es más que registrar el derecho a la defensa. Sin embargo, para el uribismo, para el gobierno y para buena parte de la opinión pública la fórmula no era aceptable pues en la práctica, las Farc obtendrían el cese al fuego bilateral que han buscado sin éxito desde el inicio de las conversaciones. En momentos en que ambas partes de la mesa de conversaciones en Cuba están discutiendo mecanismos para el desescalamiento del conflicto, el ofrecimiento del silencio de los fusiles de las Farc debería caer como anillo al dedo. Otro anuncio de las Farc, la petición de perdón por la masacre de Bojayá en 2002, también podría ser interpretado como un gesto de buena voluntad. Sin embargo, independientemente de las posibles buenas intenciones detrás de esa mano tendida, era políticamente imposible para el presidente estrecharla sin reservas. La oferta guerrillera definitivamente, a pesar de las espinas, era una flor bonita. Las Farc han decretado treguas temporales dos veces por fin de año y en la temporada de elecciones presidenciales. Sin embargo, esta es la primera vez que el anuncio no tiene fecha de vencimiento y que se justifica como el inicio de un “recorrido definitivo hacia la paz”. El balance humanitario que generaría ese cese no es menor. Para el centro de estudios Cerac, “el cumplimiento de las Farc de sus treguas ha sido cada vez más completo y progresivo”. En un conflicto más caracterizado por escaramuzas y bombardeos que por grandes batallas, ésta nueva tregua de la guerrilla es “en la práctica desescalar”, afirma Jorge Restrepo, director de ese centro. La discusión no estaría tanto entonces en la ‘belleza’ de la flor sino en las espinas que la rodean. La primera tiene que ver con estrategia militar. Para las Fuerzas Armadas detrás del cese al fuego indefinido de las Farc está la confirmación del efecto que la presión de la fuerza pública ejerce sobre los frentes guerrilleros. La fórmula de tregua propuesta por las Farc –sin hostilidades hasta que los militares los ataquen– entraña automáticamente para esa organización guerrillera, por ejemplo, la garantía de que no será objeto de bombardeos aéreos, que han sido hasta ahora su peor amenaza. Por eso esa iniciativa, si bien ha sido presentada por Iván Márquez como un gesto humanitario, también tiene consideraciones estratégicas. No obstante, la sola idea de que las Fuerzas Militares colombianas reciban la orden de no atacar a la guerrilla tendría serias implicaciones constitucionales. Se podría interpretar que el ejército estaría incumpliendo la ley si se encuentra con unidades guerrilleras y no las combate. Por ese motivo, la tregua de las Farc es difícil de cumplir en la realidad del conflicto. Aun si las Farc son fieles a su palabra de frenar hostilidades, eventualmente tropas militares y guerrilleros chocarán y el cese al fuego llegaría a su fin. Una segunda espina toca un punto central para un cese al fuego: la verificación. La oferta de la guerrilla incluía la propuesta de una “veeduría de Unasur, Celac, el CICR y el Frente Amplio para la Paz”. Sin embargo, el problema es que ninguna de estas organizaciones cuenta con la experiencia suficiente para verificar treguas pues se trata de una ciencia compleja que requiere experiencia. Además, para que un cese al fuego unilateral sea viable se requieren otros elementos que no están en la propuesta guerrillera: alguna forma de concentración geográfica que facilite el control de los veedores y una definición de qué tipos de acciones se incluyen en la tregua. Las Naciones Unidas, a través del coordinador residente Fabrizio Hochschild, ha manifestado que tiene la experiencia y capacidad necesarias para llevar a cabo ese tipo de verificación, siempre y cuando las dos partes se lo pidan. Pero ese organismo no estuvo mencionado entre los cuatro que las Farc aceptarían como garantes de la tregua, y aun si lo hicieran la realidad de que se trataría en la práctica de un cese bilateral seguiría constituyendo un problema político inmanejable para el gobierno. El problema de fondo es la opinión pública. Al decretar una tregua que se rompe si el ejército los ataca, los guerrilleros ponen sobre los hombros de la fuerza pública la responsabilidad de que regresen las hostilidades. Además, actividades como el narcotráfico tienen que ser combatidas permanentemente, con o sin tregua, y aunque lo niegan el mayor cartel de Colombia son las Farc. En esas circunstancias sería difícil hacer la diferenciación de qué frentes de las Farc pueden ser atacados y cuáles no. De hecho, después de valorar el gesto de la contraparte en La Habana, Santos dijo que no es el momento ni para aceptar la veeduría ni para suspender la misión constitucional de las Fuerzas Armadas. En las actuales circunstancias políticas es una posición razonable. Además, la oferta de la tregua mencionaba unos desarrollos posteriores en términos de un ‘armisticio’ (cese al fuego bilateral) y finalmente una Constituyente. Esos planteamientos son prematuros, discutibles pero no absurdos. No todas las iniciativas de las Farc tienen que ser descartadas de entrada o registradas como trucos sólo por provenir de esa organización guerrillera. Las dos partes están igualmente comprometidas con el actual proceso de paz y se ven buenos vientos para que en 2015 se llegue a un acuerdo. En esas circunstancias no hay nada más trágico que los “muertos de la víspera”. Esas son todas las personas que pierden la vida en los últimos meses de un conflicto que tiene perspectivas de poder terminar. En ese contexto la propuesta de las Farc puede haber sido prematura e incompleta, pero el espíritu de la misma va en la dirección correcta.