El 7 de diciembre de 2023, en un fatídico Día de las Velitas, la tranquilidad de la ciudad de Cali se vio sacudida por un crimen que estremeció a todo el país. Michelle Dayana González, una prometedora estudiante de apenas 15 años, fue brutalmente asesinada a manos de Harold Andrei Echeverry, un vigilante de 41 años que trabajaba en un taller de latonería y pintura en el barrio San Judas.
Lo que inicialmente parecía ser un caso de desaparición tomó un giro macabro cuando las autoridades descubrieron los restos desmembrados de la joven dentro de canecas de pintura en el taller donde Echeverry trabajaba.
Tras una intensa búsqueda y gracias a la georreferenciación de su teléfono celular, Echeverry fue capturado en Villavicencio, luego de intentar huir. En un proceso judicial relativamente rápido, fue sentenciado a 47 años de prisión por el atroz feminicidio, sin que se lograra probar abuso sexual.
Recientemente, Echeverry rompió su silencio desde la cárcel La Tramacúa en Valledupar, donde cumple su condena. En una entrevista al programa El rastro, de Caracol TV, el asesino reveló detalles escalofriantes del crimen, afirmando que todo comenzó con una “discusión” que derivó en un “golpe fatal” en la cabeza de la menor con una “porra de latonería”.
“A mí se me tildó como el ‘monstruo de Cali’, por un homicidio que hubo allá, de tantos que hay. Empezó una discusión y ya, me dio (golpeó) con un destornillador de estrella y yo me defendí (agrediéndola) con una porra de latonería. Le pegué un golpe en la cabeza y ella cayó, empezó a convulsionar, fue horrible. El cerebro creo que salió, le salió algo blanco”, reveló el feminicida.
Según dijo, por el miedo a ser descubierto, Echeverry tomó la decisión de desmembrar el cuerpo de Michel Dayana, ocultando sus restos en las canecas de pintura. Aunque, según dice, no recuerda con precisión cómo lo hizo, las autoridades determinaron que utilizó una pulidora.
“Yo esperé un tiempo, pero el miedo me puso a esconder el acto. Ella termina en una maleta. Dijeron que había sido con una pulidora, pero, la verdad, de esa noche yo no tengo muy buenos recuerdos, estaba desmembrada, pero no recuerdo que haya sido con eso”, aseguró Echeverry.
El entonces vigilante sostuvo que este atroz acto le “cambió la vida”. “Esa decisión es algo que no debería haber pasado. La tomé por miedo, ver una persona muerta por una discusión, un segundo que me cambió la vida. Después empezó a sonar el celular de ella, creo que la estaban buscando, alguien llamaba insistentemente y yo me desesperé”, dijo.
El homicida también aprovechó para enviarle un mensaje a la familia de Michelle Dayana: “No hay razón para hacer lo que hice, es algo que me ha dolido, no tengo cómo pagar el daño a ellos, no tengo cómo devolver a la vida a esa persona. Que me perdonen, yo mismo le desearía la muerte a una persona que hiciera eso, pero no es algo que se haya planeado. Quisiera ser yo el muerto, Dios juzgará, yo mismo me odio por eso”.
Genaro González, el padre de la víctima, considera que la condena debió ser más severa, pero acepta la decisión de la justicia colombiana en este cruel crimen que dejó a una familia destrozada y a un país entero conmocionado por la crueldad del acto.