La primera parte del complot se gestó a finales de septiembre pasado. Era ambicioso. Consistía en intentar instalar varios micrófonos ocultos en el despacho, y eventualmente en el apartamento del entonces vicefiscal general, Jorge Perdomo. La idea también era apoderarse de uno o varios computadores portátiles del alto funcionario. Aunque el asunto parecía sacado de una película de la saga Misión imposible, sus responsables lo pusieron en marcha. Su objetivo era tratar de conocer los detalles de algunos procesos a cargo de Perdomo o con sus directrices. El hombre detrás de esa operación ilegal estaba particularmente interesado en conocer las instrucciones que el vicefiscal impartía al entonces jefe de la Fiscalía Especializada contra el Crimen Organizado, Álvaro Sarmiento. Se trata de un cuestionado empresario de la costa Caribe, investigado desde 2009 por su presunta responsabilidad en un homicidio en la Ciudad Amurallada y por sus posibles vínculos con corrupción, paramilitares y bandas criminales. En noviembre de 2014 la Fiscalía lo capturó pero al mes un juez lo dejó en libertad. Un año más tarde, en agosto de 2015, ese juez, dos colegas suyos, un fiscal y media decena más de funcionarios y abogados fueron arrestados al comprobarse que habrían maniobrado para favorecer y conseguir la libertad del polémico personaje. Esas detenciones le dejaron en claro a este que Perdomo, Sarmiento y la Fiscalía evidentemente seguían tras él. De ahí que optó por pasar a la ofensiva. Para septiembre del año pasado un periodista reconocido, quien en sus ratos libres oficiaba como una especie de relacionista del empresario, lo puso en contacto con el dueño de una conocida empresa en Bogotá que ofrece servicios de laboratorios de informática forense y equipos de seguridad y vigilancia electrónica. La idea era que este suministrara los micrófonos para instalarlos en el despacho del vicefiscal. Inicialmente planearon que el periodista serviría como una especie de caballo de Troya, ya que por su ejercicio profesional podía tener fácil acceso al despacho. Una de las personas que estaban en esa reunión, al conocer lo que estaban planeando, decidió alertar sobre lo que iba a ocurrir. Con la ayuda de este informante, el CTI diseñó un plan que  consistía en que, bajo la figura de agente encubierto, el informante llevaría  a un miembro del CTI a una de esas reuniones para documentar la conspiración. Pero el periodista se enteró y alertó al empresario y al dueño del laboratorio de informática. Por eso tuvieron que suspender de momento el plan de meter los micrófonos y de, eventualmente, robar el computador de Perdomo. El Plan B  Por instrucciones del vicefiscal, la Fiscalía Especializada contra el Crimen Organizado, a cargo de Sarmiento, era la punta de lanza de la investigación para regresar a la cárcel al cuestionado empresario. Por ello, mientras retomaban el plan de plantar los micrófonos, este último y sus aliados acudieron a una estrategia más simple pero mucho más efectiva para sacar del camino al coordinador de la investigación y tratar de desprestigiarlo. De ese modo, a finales de noviembre pasado llegó al búnker y a algunos medios de comunicación un anónimo que señalaba a Sarmiento de haber recibido pagos y coimas de personas cercanas a narcos extraditados y bandas criminales. Simultáneamente el periodista asumió la función de llamar a varios de sus colegas para ratificar lo que decía el anónimo contra el funcionario, uno de los más cercanos a la Embajada de Estados Unidos en Bogotá. Frente a la gravedad de las sindicaciones, el vicefiscal relevó momentáneamente de su cargo a Sarmiento y lo pasó a un puesto administrativo en la Dirección del Sistema Penal Acusatorio, en donde actualmente se encuentra mientras se adelantan las investigaciones. Ese cambio paralizó varios procesos que ese funcionario venía adelantando en coordinación con autoridades estadounidenses. Sin Sarmiento, el vicefiscal continuó impulsando las investigaciones contra el empresario. A comienzos de marzo de este año desconocidos ingresaron al apartamento del alto funcionario y se robaron un computador, curiosamente uno de los objetivos que en septiembre de 2015 habían planeado el empresario y sus amigos. Querían buscar en el portátil información para desprestigiar a Perdomo, evitar que fuera incluido en la terna para fiscal general y, de paso, sacarlo del camino, como a Sarmiento, para impedir que prosiguiera las investigaciones contra ellos. En abril pasado una fiscal delegada ante la corte, que adelanta la investigación contra Sarmiento, llamó a declarar a uno de los mencionados en los anónimos. Se trataba de la misma persona que en septiembre había alertado sobre el plan de meter micrófonos al despacho. En su declaración quedó claro que Sarmiento nunca recibió dinero o dádivas. Todo parece indicar que se trató de un montaje para torpedear investigaciones y procesos claves que el funcionario venía adelantando, relacionados con vínculos de empresarios con paramilitares, narcos y bacrim. Pero ese mismo testigo que reveló gran parte de los detalles de esa conspiración, hace pocas semanas comenzó a recibir amenazas y tuvo que esconderse. Sin embargo, no es el único que conoce los detalles del complot. Otros están estudiando la posibilidad de acercarse a la Fiscalía para contar más detalles de un plan que comenzó en septiembre y que dará mucho de qué hablar.