No cabe duda, dijo la juez 42 penal del circuito de Bogotá, la muerte de Ana María Castro fue un feminicidio. “Al considerar a una mujer como una cosa que podían tirar a la calle, con el mayor desprecio y discriminación”. La víctima le habló a su mamá en un sueño y ella descubrió que las pruebas del crimen estaban en el cuerpo de su hija.

La tragedia para dos familias (víctimas y condenados) arrancó el 5 de marzo de 2020, a solo días de que iniciara la cuarentena por la covid-19. Ana María decidió aceptar una invitación que ella misma extendió a quienes fueron declarados culpables de su muerte: Paul Naranjo y Julián Ortegón.

Solo unas horas después de ese encuentro de rumba en el norte de Bogotá fue declarada muerta, preliminarmente en un accidente de tránsito. Su propia madre, Nidia Romero, debió reconocer el cuerpo cuando aún tenía los aparatos quirúrgicos que usaron en el hospital para revivirla en varios intentos infructuosos.

“Aquí los muertos hablan y los cuerpos enseñan”, dijo Nidia cuando entendió que no era un accidente, a su hija la habían asesinado. Fue ella quien tuvo la verdad desde el inicio y nadie le creyó, por eso se convirtió en investigadora. “Me fui a recoger videos, a hablar con los policías y los testigos”.

El tiempo la obligaba, el Gobierno estaba por declarar la cuarentena y Nidia aún no completaba la investigación que debió hacer la Fiscalía. Hizo lo que pudo, pero la covid-19 trajo un año de impunidad para su caso.

Las capturas

En febrero de 2021, la Fiscalía obtuvo las primeras y últimas órdenes de captura. Paul Naranjo y Julián Ortegón pasaron de convertirse, uno de fotógrafo y el otro de administrador de restaurantes, en los responsables de un crimen que conmocionó al país. Los videos y fotos de su captura ya los tenía condenados.

Ellos contaron su versión, que coincidió con otro testigo: Mateo Reyes, el hombre que estaba en el lugar, hora y fecha de los hechos, pero que dijo sufrir de lagunas mentales por el consumo del alcohol; su declaración, según la juez, fue determinante para la condena.

Mientras mira las fotografías de Ana María, la señora Nidia se pregunta por qué Mateo Reyes nunca dio la cara, por qué no dijo la verdad y por qué solo dos están respondiendo si eran tres quienes estaban con la víctima. “Un testimonio lo dejó por fuera de la camioneta cuando lanzaron a Ana María y por eso la Fiscalía lo consideró testigo”.

Las pruebas

El manojo de evidencias, que al inicio de la investigación fueron recaudadas por las propias víctimas, incluyó videos de seguridad y declaraciones, que luego la Fiscalía sumó al proceso, al juicio y a la condena.

Sin embargo, llama la atención la ligereza de las autoridades con las mismas evidencias. SEMANA obtuvo todo el expediente del caso y allí las pruebas dejan “lagunas” como las que aseguró tener Mateo Reyes, testigo del feminicidio. Dudas que en este caso se resolvieron en contra de los acusados.

Dos testigos fueron claves en la condena: un conductor de una plataforma de servicio público que transitaba a la misma hora por la calle 80, la escena del crimen, y Mateo Reyes, el mismo testigo que entregó una versión diferente en cada declaración, incluso cuando trató de explicarle a la señora Nidia de qué manera su hija había muerto cuando solo habían programado una noche de rumba.

Otro punto que llamó la atención estuvo en el dictamen de Medicina Legal. Si bien los forenses no pudieron determinar si Ana María fue lanzada de un vehículo en movimiento, esto no le impidió a la juez considerar los hechos tal y como los dibujó la Fiscalía; sin un ápice de duda, los capturados eran responsables de un hecho que no estaba claro.

“No fue posible asociar si estas se produjeron por una interacción con la superficie de la calzada luego de una posible caída de un vehículo”, decía el dictamen de Medicina Legal.

Sin duelo

A Ana María la sepultaron el día de la mujer y desde ese momento ni ella ni su mamá han descansado. La señora Nidia aseguró que en estos casi dos años ha soñado con su hija, ha “molestado” a las autoridades, ha hecho plantones sola frente a la Fiscalía y sigue buscando la verdad.

Nidia Romero, en entrevista con SEMANA, dijo que su vida se detuvo con el asesinato de Ana María. De un día para otro perdió a la niña de temple firme y llena de sueños. La heredera de una belleza que su mamá entre risas recuerda cuando le decía “la que es linda es linda, nada que hacer”.

Cuando el cuerpo de Ana María le habló, la señora Nidia decidió embarcarse en una lucha que inspiró a otras madres y que incluso tejió una amistad, por hechos comunes, con la familia Colmenares; ellos, que padecieron la muerte Luis Andrés, se sintieron identificados con este caso. “Más o menos obramos de la misma manera como madres. Moleste y moleste buscando pruebas”, dijo Nidia.

Condenados

Paul Naranjo y Julián Ortegón, conductor y copiloto de la camioneta de la que, según los testigos, con dudas, fue lanzada Ana María, se declararon inocentes. Se defendieron en un juicio que avanzó rápido y ahora se exponen a penas que pueden llegar a los 40 años de cárcel.

Para la juez, la Fiscalía logró derrumbar la presunción de inocencia y confirmó la responsabilidad de Naranjo y Ortegón en el crimen. De cómo ellos se movilizaban en la camioneta y luego de dejar a Mateo Reyes siguieron la marcha con Ana María para luego expulsarla del vehículo en un zigzagueo que confirmó un testigo con dudas al respecto.

El abogado de la familia de Ana María, Abelardo de la Espriella, afirmó que “no íbamos a permitir que la muerte de Ana María Castro quedara en la impunidad. Una juez de la república ha condenado a los asesinos, a quienes segaron la vida de esta inocente muchacha. Me siento satisfecho con la decisión, se ha condenado a este par de infames delincuentes por el delito de feminicidio y pasarán de seguro el resto de sus días tras las rejas”.

La defensa de los acusados, por razones obvias, convencida de que no hubo un feminicidio, sino un accidente de tránsito, apelará la condena. Insistió en que las pruebas de la Fiscalía y que usó la juez para condenarlos son conjeturas, testigos que dudan de lo que vieron o dictámenes forenses que solo confirman la muerte, pero no cómo ocurrieron los hechos.

La juez reconoció que algunos testigos dudaron en sus respuestas, que los resultados de Medicina Legal no eran concluyentes y que faltó indagar en una herida en la rodilla de Ana María, aun así los condenó. “Debemos darles credibilidad a esos testimonios”, dijo la juez.

¿Qué faltó?

Aún con la condena, la señora Nidia insiste en conocer la verdad. Saber realmente qué pasó esa madrugada, pues lo único claro es que su hija fue asesinada, pero cómo terminó ella en el pavimento es un asunto que no tienen explicación. “Cuando vi su carita ella tenía una expresión de angustia, de miedo”.

Para la mamá de Ana María no había necesidad de ser experto forense o un avezado investigador para saber que a su hija la asesinaron. “Solo eran tres los que estaban con ella, no era necesario buscar mucho, ahí estaban”.

Nidia Romero lamenta la situación que atraviesan los ahora condenados y sus familias, sin embargo los invita a hablar, a contar lo qué pasó realmente con su hija, que no carguen con una responsabilidad. “Me pregunto qué pasó con Mateo Reyes, él estaba con ellos y no puede ser invisible”.