El pasado 18 de enero, toda Colombia se sorprendió con la declaración hecha por Jhonier Leal, quien, en medio de la audiencia de imputación de cargos en su contra, aceptó su culpabilidad en el doble asesinato de su hermano, el estilista Mauricio Leal, y su madre, Marleny Hernández.

“Tuve la oportunidad de hablar con mi abogado y debidamente he tomado una decisión superimportante y muy personal de manera libre y voluntaria de aceptar los cargos a través de un acuerdo con la Fiscalía, y aprovecho la oportunidad para una manifestación de arrepentimiento, pidiendo perdón antes que nada a mi familia, mis hijos, a las víctimas y a todo Colombia por los hechos acontecidos, y a comprometer a que jamás volverá a ocurrir una situación de tal magnitud”, declaró Leal.

Por supuesto, al conocerse esta noticia, el país se paralizó y las redes sociales empezaron a llenarse de mensajes de rechazo en contra del hombre que mató a su propia familia, mientras que otros hicieron un análisis mucho más espiritual, asegurando que “‘Maito’ ya podría descansar en paz sabiendo que toda la verdad ya había salido a la luz”.

Una de las personas que decidió hablar sobre el aura espiritual de esta situación fue Alberto Linero, conocido como ‘l padre Linero. El conferencista y motivador espiritual aseguró que esta historia trae a su memoria el que, según la Biblia, fue el primer asesinato de la historia: la muerte de Abel a manos de su hermano, Caín.

En la reflexión que hizo en la emisora Blu Radio, Linero manifestó que “más allá de las explicaciones legales y forenses que se han realizado, creo que esta dramática situación posibilita una seria reflexión existencial. ¿Qué motiva a un hijo y a un hermano a cometer este asesinato? ¿Qué valores mueven a quien actúa así? ¿Qué tipo de relación tuvieron para este desenlace? ¿Cuál es su perfil psicológico?”.

Así, recordó lo ocurrido entre estos dos hermanos, hijos de Adán y Eva, los primeros seres humanos creados de la mano de Dios. En Génesis capítulo 4, de los versículos 1-16, Moisés (quien, según la cultura judía fue quien escribió este libro), relata la forma en que la envidia de Caín, dolido por el beneplácito de Dios con la ofrenda de su hermano (las primicias de su ganado) y el rechazo hacia la suya (fruto de la tierra), se llenó de odio y muerte en su corazón; misma que lo terminó consumiendo y controlando para quitarle la vida a Abel mientras caminaba con él.

“El relato, más que una crónica histórica de un acontecimiento, es la develación de esa tendencia de la condición humana de hacer violencia contra aquel que es objeto de la envidia, sin importar qué tipo de relaciones se tengan, y creer que los problemas se resuelven eliminando al otro, olvidando que la envidia, los celos, la avaricia, tienen su causa primera en el interior de cada uno y que no se solucionan con acciones externas, sino con asumir quién se es, qué se tiene y qué se puede realizar”, añadió Linero.

Asimismo, indicó que no todas las familias tienen las condiciones necesarias para sanar sus propias relaciones, y que el odio puede cegar a sus propios miembros, tal como le ocurrió a Jhonier Leal, quien prefirió asesinar a su hermano y madre, en lugar de sanar las heridas y conflictos interiores que la envidia y relación con Mauricio le habían causado.

“Este hecho particular (…) nos permite cuestionar cómo nos relacionamos con nuestras familias, la forma en la que realizamos nuestros proyectos de vida y los valores que nos mueven. No dejemos que la envidia se apodere del corazón”, concluyó.

Cabe recordar que tal como se presenta en Génesis 4:9, cuando Caín le responde a Dios que él no es el cuidador de Abel y que no tiene idea de dónde se encuentra, lo mismo ocurrió con Jhonier, quien el lunes había asegurado que nunca tocaría a su madre y hermano, pero, después, como si replicara lo dicho por Dios “Desde la tierra, la sangre de tu hermano reclama justicia”, Leal sintió la culpa de sus actos y sabía que ya no podía callar lo que a simple vista era innegable.