Bogotá cumple este 6 de agosto 482 años de fundación. Al menos esa es la fecha que se sobrepuso sobre las demás y que pasó a la historia. Pero si hacemos un viaje al pasado y escarbamos en las memorias de la capital del país, está claro que en 1538 no se constituyó como tal la ciudad que hoy es casa de oriundos y foráneos.
Aquel día lo que ocurrió fue la ocupación oficial del territorio muisca por parte de Gonzalo Jiménez de Quesada y su tropa de militares. Con la instalación de un campamento, en lo que actualmente se conoce como el Chorro de Quevedo, y la inauguración de doce chozas en honor a los apóstoles, se dio inicio a la fundación simbólica de la villa de Santafé de Bogotá. El conquistador español celebró una misa, que ofició el fraile Domingo de las Casas, y a partir de ahí comenzó una transformación profunda que sale a relucir casi quinientos años después.
Sin embargo, aunque el ritual fue el punto de partida de Bogotá, faltaba por establecer legal y jurídicamente ese territorio como ciudad. Los espacios a duras penas estaban siendo explorados y trazados en planos por los españoles, mientras los indígenas no terminaban de comprender por qué eran despojados de sus tierras. Tuvieron que pasar más de ocho meses para que se diera la llegada de Nicolás de Federmán, comandante de las tropas que venían de Venezuela, y de Sebastián de Belalcázar, proveniente del sur, para que de una vez por todas se realizara la ceremonia formal de fundación el 27 de abril de 1539 en la Plaza de Bolívar. Ese día se dispuso el lugar de la iglesia principal, en la Plaza de Bolívar, y se creo el Cabildo.
Los archivos de la Alcaldía de Bogotá señalan que no hay acta física de la fundación de la capital porque el documento se quemó en algunos de los dos incendios que hubo en la ciudad, en 1786 y 1900. Además, como dato adicional, el historiador Germán Mejía Pavony contó, según los datos del Distrito, que la ratificación de la fundación se hizo en 1541.
Bogotá pasó por varios nombres y ordenamientos jurídicos, fue epicentro de luchas partidistas y de violentas disputas que destruyeron parte de su historia, pero también se convirtió en la casa de ocho millones de personas a las que no se les pregunta de dónde vienen para recibirlas de la mejor manera. ¿Que es caótica y fría? ¿Que llueve y hace sol al mismo tiempo? ¿Que su movilidad es tan compleja que un mismo trayecto puede tomar horas o minutos? Sí, son algunos rasgos que suelen prevalecer cuando uno de sus habitantes describe la ciudad. Pero también ellos resaltan sus montañas, sus espacios verdes y las oportunidades que brinda en el ámbito cultural, laboral y académico para quienes viven en ella.