Los cambios de ministerios llegaron antes y diferentes de lo esperado. Antes, porque frente al paro nacional del 21 de noviembre, muchos creían que el presidente Duque esperaría a ver el resultado del mismo antes de renovar su gabinete. Y diferentes porque, ante el problema de falta de gobernabilidad evidenciado tras la moción de censura al ministro Botero, se consideraba prioritario crear una coalición de gobierno que garantizara mayorías en el Congreso.  Individualmente, los ministros recién nombrados son idóneos. Carlos Holmes Trujillo tiene estatura política no solo por su larga trayectoria, sino por su peso en el partido Centro Democrático. Es de conocimiento público que el excanciller aspira a ser el candidato presidencial de su partido en 2022, y el Ministerio de Defensa le agrega un galardón para ello. Sin embargo, después de su paso por la Cancillería, en que Trujillo se convirtió en la punta de lanza del Gobierno en el fallido cerco diplomático contra Maduro, entregarle el control de las Fuerzas Armadas puede ser considerado un acto hostil con el Gobierno venezolano. Esa no es una decisión sin consecuencias. Colombia desde hace un año no tiene relación diplomática alguna con el vecino, con el que comparte una frontera de 2.000 kilómetros. Eso nunca había sucedido. Aun en los momentos de tensión con el chavismo en épocas de Uribe y de Santos había algún tipo de representación diplomática en ambos países. Estos contactos, así fueran en cuanto a cónsules o agregados militares, mantenían abierto un canal de comunicación para cualquier emergencia. 

De hecho, en los momentos más álgidos de la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética tenían el denominado teléfono rojo para evitar que alguien oprimiera el botón nuclear por accidente. Proporciones guardadas, en el ámbito local, el riesgo de que un malentendido pase a mayores existe en una frontera que combina paramilitares, guerrilleros, contrabandistas y una crisis migratoria de marca mayor. Paradójicamente, a Trujillo, quien se caracterizó por guerrerista en la Cancillería, quizás le va a tocar ser diplomático en el Ministerio de Defensa.  El nuevo ministro también tendrá que lidiar con el asesinato de líderes sociales, indígenas y exguerrilleros desmovilizados. Además, deberá tomar decisiones frente a la fumigación aérea, lo cual podría desatar marchas cocaleras y generar una fuerte oposición en sectores importantes de la justicia. Los retos de esta cartera van más allá de Venezuela. Trujillo llega en un momento en que la cúpula está cuestionada por el escándalo de las controvertidas directrices del general Nicacio Martínez. El nuevo ministro también tendrá que lidiar con el asesinato de líderes sociales, indígenas y exguerrilleros desmovilizados. Además, deberá tomar decisiones frente a la fumigación aérea, lo cual podría desatar marchas cocaleras y generar una fuerte oposición en sectores importantes de la justicia. Así mismo, tendrá la tarea de enfrentar al ELN, a las disidencias de las Farc y a otras bandas criminales. Todo esto en medio del debate sobre el bombardeo en que murieron ocho menores, que ha creado un ambiente diferente en la opinión pública respecto al combate. 

El nombramiento de Claudia Blum en el Ministerio de Relaciones Exteriores sorprendió más que el de Carlos Holmes Trujillo en el de Defensa. Su hoja de vida está llena de ejecutorias en los campos político y diplomático, pero llevaba una década marginada de la escena política nacional. En estos últimos años ha alternado su vida entre Cali y Nueva York, donde residía en el emblemático Trump Tower. La nueva ministra tiene las credenciales para ese cargo. Conoce la política internacional, pues se desempeñó cuatro años como embajadora de Colombia ante las Naciones Unidas, donde reemplazó a otra futura canciller, María Ángela Holguín. En ejercicio de esa embajada, jugó un papel importante en el Consejo de Seguridad de ese organismo. Hoy forma parte del Diálogo Interamericano, el principal think tank sobre América Latina con sede en Washington.   Antes de esa etapa internacional había tenido una vida pública muy activa en el país. Comenzó como concejal de Cali en 1984 por el Partido Liberal y se reeligió hasta 1991 por el Nuevo Liberalismo. En esa corporación lideró importantes iniciativas en los días álgidos en que los Rodríguez Orejuela controlaban la capital vallecaucana. En 1991, después de la constituyente y la revocatoria del Congreso, tuvieron lugar unas nuevas elecciones para el Congreso. Blum se lanzó al Senado por la lista de la Nueva Fuerza Democrática, el movimiento de Andrés Pastrana en ese momento. 

En 1998 fue reelegida al Senado por Cambio Radical, y en 2002 fue uno de los primeros miembros del Congreso en adherir a la campaña de Álvaro Uribe, cuando el reconocimiento de este en el ámbito nacional no pasaba de 4 por ciento. Desde ese momento se convirtió en una furibista, y logró ser la primera mujer elegida a la presidencia del Congreso en 2005. Un año más tarde decidió no presentarse más al Senado y trabajar en la reelección de Uribe, quien la nombró embajadora ante las Naciones Unidas.  En 2010 salió de la embajada y de ahí en adelante abandonó la escena política. Ha mantenido una relación personal muy cercana con Álvaro Uribe, pero ha sido ajena al proceso de creación y consolidación del Centro Democrático. Por esto, aunque es una uribista triple A, la bancada de ese partido no considera representativo su nombramiento.  En la Cancillería, Blum enfrentará varios retos importantes. En relación con Venezuela, anunció en rueda de prensa que continuará con la línea dura que mantuvo su antecesor frente a ese país. No obstante, a mediano plazo deberá buscarle una solución a las necesidades consulares de los colombianos que viven en el vecino país, ante la nueva realidad de que Maduro no se cayó. Con Estados Unidos tendrá que desnarcotizar la agenda y lidiar con un aliado temperamental como Donald Trump. Y no menos importante es la necesidad de buscar ayuda internacional para atender la crisis migratoria que crece día tras día.  Respecto a Cuba, también continuará con la línea oficial que dejó Trujillo. Esta consiste en presionar al Gobierno de la isla para que extradite a Colombia a los negociadores del ELN que se quedaron en La Habana. Respecto a Cuba, también continuará con la línea oficial que dejó Trujillo. Esta consiste en presionar al Gobierno de la isla para que extradite a Colombia a los negociadores del ELN que se quedaron en La Habana. Estos no han podido regresar al país por una sinsalida diplomática en torno a los protocolos que Colombia, Cuba y otras naciones firmaron para la eventualidad de un rompimiento en la mesa de negociación. De los movimientos ministeriales de los últimos días sorprendió sobre todo que ninguno aporta a la gobernabilidad del presidente; para la mayoría de los observadores, debería ser la prioridad de este. La caída del ministro Botero y las protestas del 21 de noviembre podían haber ofrecido una oportunidad para construir una coalición de gobierno que solucionara el bloqueo político que tiene hoy en el Congreso. Ni el cambio de ministerio de Carlos Holmes Trujillo ni la designación de Claudia Blum en la Cancillería le suman en el capitolio un solo voto al Gobierno. En esta ocasión, este no aplicó el refrán de que toda crisis genera una oportunidad.