Vicky Dávila (V. D.): General, ¿qué lo motivó a escribir este libro?
Mi participación en La Habana fue durante todo el curso del proceso. Estuve hasta el último día y lo que yo cuento en el libro son las vivencias de mi participación como miembro del equipo del Gobierno. Y es la verdad, la verdad de lo que sucedió allá en las discusiones que tuvimos internamente, no solo con el equipo de las FARC, sino internamente con el propio equipo de Gobierno. Ahí abro mi corazón y cuento la verdad.
Yo tenía una costumbre desde que estaba en el mando militar, de llevar una especie de diario. Y en La Habana yo llevé mi propio diario. Sin excepción, todos los días, después de que nos reuníamos y hacíamos los debates, yo llegaba a mi habitación, me sentaba y escribía todo lo que había pasado en el día. Eran mis opiniones, mis críticas, y hoy día ese es un material valioso y fue el que utilicé para escribir este libro.
El libro cuenta la verdad de lo que sucedió en La Habana. Desde mi óptica, desde mi punto de vista.
V. D.: ¿Por qué usted, general, no apareció en la foto final de la firma del acuerdo?
Entiendo que esa foto final hace referencia al famoso cónclave. Fue la noche que se terminaron los acuerdos.
El cónclave fue una decisión del presidente Santos. Entiendo que lo hizo presionado por el tiempo, porque pasaban y pasaban los años. Ya llevábamos cuatro años en el proceso, se acercaba la decisión del Premio Nobel de Paz y el proceso no terminaba.
Entonces el presidente tomó la decisión de manejar lo que faltaba a través del cónclave, que fue el aterrizaje de unos ministros que asumieron el control de las conversaciones, se reunieron con las FARC y en ocho días acordaron todo lo que hacía falta.
Y como yo no participé de esas reuniones, tampoco aparecí en la foto.
V. D.: ¿Quién lo excluyó?
El presidente Santos. Lo hizo por mis posiciones muy críticas sobre lo que estaba pasando. Yo no estaba de acuerdo con muchas cosas que sucedían.
Y no me guardaba mis preocupaciones, sino que las expresaba, y como era supuestamente la parte final del proceso, ante la urgencia de agilizar por el tema del tiempo, porque ya se iba a tomar la decisión del Premio Nobel, había que terminar el proceso.
Cuando los ministros llegaron a La Habana, ellos asumieron el mando, se reunieron con las FARC y acordaron lo que hacía falta. Esa es la fotografía de la que usted me habla.
V. D.: ¿Entonces el afán de Santos no era terminar el proceso de paz, sino el Premio Nobel de Paz?
Sí, yo también tengo esa percepción. Lo cierto es que cuando se cerraron los acuerdos, a los 15 días vino la noticia del Nobel. Total, había que agilizar, había que cerrar, terminar el proceso, para que el acuerdo fuera una realidad y se le otorgar el Premio Nobel al presidente Santos.
Para el presidente Santos era una necesidad urgente terminar el acuerdo y por eso se inventó el famoso cónclave, y ahí está la foto.
Jairo Lozano (J. L.): ¿Cómo es eso de que para Santos el proceso era fundamentalmente saciar su ego?
Yo viví eso en La Habana. Yo me daba cuenta de la urgencia y de la necesidad que el presidente tenía de que los acuerdos terminaran pronto, cosa que en un momento es comprensible, pero que en todo caso estaba supeditado a los intereses políticos del presidente.
También lo digo ahí, intereses personales, por lo del Premio Nobel. Se acababa el tiempo y había que terminar o terminar. Era una decisión que había que tomar para lograr el premio. Se tenía que llegar a ese momento con los acuerdos ya finalizados.
V. D.: ¿Por qué usted dice que Santos quedó hipotecado con las FARC?
Quedó hipotecado con la izquierda. Y me voy a remitir a las elecciones porque tengo que hablar de ellas. Santos perdió la primera vuelta de la reelección. Y la perdió aproximadamente por 500.000 votos. Entre la primera vuelta y la segunda vuelta transcurren más o menos 20 días. En ese lapso se cambió toda la ecuación: de haber perdido por 500.000 votos pasó a ganar por 1 millón de votos.
Lo cierto es que cuando nosotros nos enterábamos por los medios de comunicación, sobre lo que había pasado en el proceso de la reelección, entendimos que en la segunda vuelta vino todo el respaldo de la izquierda. Le depositaron a Santos el millón de votos que la izquierda había ganado en Bogotá, le depositaron todos los votos de la izquierda en el país.
Vino, además, todo ese escándalo que se formó por el dinero de Odebrecht, lo de los ‘ñoños’, en fin. Todo eso que el país ha escuchado y que llevó a que la reelección de Santos se ganara por más de 1 millón de votos.
Tan es así, que la noche de la victoria los agradecimientos del presidente a la izquierda por el respaldo fueron inmensos. A partir de ese momento la izquierda desembarcó en La Habana con todo el apoyo y con todas las capacidades, con todo el poder.
El senador Iván Cepeda viajaba a partir de ese momento de manera permanente a La Habana y tenía la puerta abierta para entrar a las conversaciones a reunirse con las FARC, y eso es producto del apoyo político de la izquierda al presidente Santos y a su reelección.
Cuando uno ve la situación política del país de hoy no se le puede hacer extraño que eso hubiera pasado en ese momento.
V. D.: ¿Para qué fueron convocados ustedes los negociadores a La Habana, después de la primera vuelta?
A mí me parecía imposible esa propuesta de ir hablar con las FARC en ese momento. Yo les pregunté: ¿qué vamos hablar con las FARC? ¿Es que le vamos a pedir ayuda?¿Vamos a pedir respaldo a las FARC para el presidente en la segunda vuelta?
No, yo no creo. Nosotros no tenemos absolutamente nada que ir a hablar con las FARC, les dije. Pero lo cierto es que en La Habana aterrizaron y hablaron con las FARC. Lógicamente, las FARC tenían interés en mostrar su respaldo al presidente Santos.
El cierre del punto del narcotráfico se hizo unos días antes de la reelección. Las FARC también declararon un cese al fuego que hicieron ver cómo el respaldo a Santos. Las FARC necesitaban que el presidente Santos fuera reelegido. Y lo respaldaron declarando el cese unilateral del fuego y apurando el cierre del tema del narcotráfico, que para ellos era muy importante y ventajoso.
Todo eso era para demostrarle al país que el proceso de paz era muy importante y que para eso había que reelegir al presidente.
J. L.: ¿Es cierto que Iván Márquez le propuso al presidente Santos quedarse un tiempo más de lo que establecía la Constitución?
Claro, él lo propuso y yo lo digo en el libro. Pidió que se extendiera por dos años más el mandato al presidente Santos. Esa fue una de las propuestas de las FARC. Eso, además, es una muestra de cómo las FARC interpretaban la política nacional. A la guerrilla le parecía muy bien que se ampliara el período del presidente en aras de poder continuar o de asegurar que terminara el proceso de La Habana.
V. D.: Ese debate –recuerdo– se alcanzó a dar públicamente en Colombia. ¿Entonces usted confirma que la idea sí fue de las FARC?
El tema de la reelección de Santos fue un asunto de discusión en La Habana. Y el presidente decidió que la reelección era el proceso.
Yo creía que el proceso de paz era un asunto importante para el país, pero también creía que no había necesidad de relacionarlo con la reelección. Y así lo manifesté, pero el presidente determinó que el tema de campaña para su reelección era el proceso de paz.
Obviamente, para las FARC eso fue un halago y trataron de hacer todo lo que pudieron para fortalecer al presidente.
V. D.: ¿Por qué usted llega a esa conclusión tan grave de qué Santos quería hacer el proceso a como diera lugar?
Sí. Yo creo y lo digo con la mayor sinceridad y con el mayor respeto para el presidente, que él vio que el proceso era lo que le garantizaba la reelección. Y se comprometió tanto, inclusive, dándole ventajas a las FARC, porque ellas se dieron cuenta de la necesidad que el presidente tenía de firmar pronto.
En alguna parte del libro yo digo que las FARC, como equipo, fueron más sólidas que el equipo del gobierno. Ellos estaban absolutamente compactados en sus aspiraciones y necesidades. Y para ellos era importante darle respaldo al presidente a través del proceso. Y así lo hicieron.
En un momento Catatumbo, de hecho, lo dijo: ¿Cómo podemos ayudar a la reelección del presidente?
Y ese fue un tema de discusión allá en La Habana.
V. D.: ¿O sea que las FARC sí ayudaron?
Claro que sí, ellos entendieron que la ayuda era respaldando el proceso. Vendiéndole al país la idea de que la paz era una posibilidad. Pero que para lograrla había que reelegir a Santos.
J. L.: ¿Usted cree que Santos engañó a los colombianos con este proceso de La Habana?
Yo no diría que el presidente engañó a los colombianos. El presidente se comprometió con el proceso en la forma en que él lo entendía. Y que lo utilizó para su reelección, claro que sí.
El tema de campaña de su reelección fue el proceso de paz con las FARC. A los colombianos se les vendió la idea de que la paz era lo mejor que le podía ocurrir al país y yo no discuto eso; yo no soy enemigo de la paz, los militares en Colombia no somos enemigos de la paz.
El soldado va a la guerra pensando que en últimas lo que quiere es la paz.
El general Mora estaba en La Habana convencido de que la paz en Colombia era una necesidad. Lo que pasa es que hay formas de llegar a la paz y creo que el equipo del gobierno fue extremadamente condescendiente con las FARC para que no se levantaran de la mesa, y las FARC se dieron cuenta de esa necesidad y de esa angustia del presidente y amenazaban con levantarse de la mesa.
Cuando las FARC decían que se iban a levantar de la mesa, eso significaba un terremoto terrible que había que trancarlo a toda costa.
De esa manera ellos iban logrando lo que querían poco a poco. Descubrieron que el Gobierno accedía a sus pretensiones fácilmente. Y así transcurrió el proceso.
V. D.: Usted asegura en el libro que el propósito del gobierno de Santos era satisfacer a las FARC. ¿Cómo así que satisfacer a las FARC?
Pues sí, porque las FARC exigían muchas cosas que para mí eran inaceptables. Me voy a referir a una, el tema de los menores. Lo que quedó en el acuerdo sobre ese tema es un absurdo.
La posición de las FARC era que los menores que estaban en sus filas, eran protegidos por ellos. Cosas como esa, tan inaceptables, terminaron lográndolas las FARC.
Ellos finalmente terminaron entregando a unos menores, pero no se los entregaron a Bienestar Familiar. Vetaron al Gobierno en ese sentido. Se los entregaron a una ONG y el Gobierno terminó aceptándoles.
J. L.: ¿Las FARC protectoras de niños reclutados por ellos a la fuerza para la guerra? ¡Qué es eso!
JEM.: ¡No, pues terrible! Pero esa es la realidad.
Hay un documento que las FARC entregaron durante el proceso, que dice: “Con el propósito de avanzar hacia la materialización de un acuerdo final de paz, el Gobierno nacional y las FARC establecerán, con apoyo internacional, mecanismos para atender a menores de 15 años que como consecuencia de la confrontación se encuentran bajo protección de las FARC”. Esto es imposible entenderlo.
Y sigue el documento: “Las FARC se comprometen a ceder su labor de protección, tomando en consideración los siguientes lineamientos…” Y sigue la declaración.
Es una posición absurda e inaceptable..
V. D.: ¿El Gobierno aceptaba esos términos?
Pues miren los resultados de los menores en el proceso de La Habana. Inclusive hoy día la guerrilla no acepta cuántos son, no dan explicaciones, no aceptan nada. Los guerrilleros de las FARC niegan absolutamente todo en relación con los menores que llevaron a la guerra.
J. L.: ¿Qué sabe usted, general, de afirmaciones que el presidente Santos habría hecho atribuyéndose éxitos militares, pero que según usted, no fue así?
En uno de los escritos del presidente Santos él se califica como “halcón y paloma”. Dice que fue el ministro de Defensa qué más duro les dio a las FARC. Desconoce la autoridad del presidente de la República, porque dice que él como ministro tomó las decisiones autónomamente. .
Por ejemplo, en el caso de la acción contra Raúl Reyes, dice que tomó la decisión autónomamente. Eso no es cierto. Las decisiones de la guerra y la paz le corresponden constitucionalmente al presidente de la República. Es el presidente el que toma las decisiones.
Santos se atribuye los éxitos de las operaciones, desconoce el trabajo de planeación, de inteligencia del mando militar.
En los casos en que se dieron de baja a Reyes, al Mono Jojoy y a Cano, Santos presenta casi una novela de cómo él fue el que tomó la decisión y desconocen la acción del mando militar.
Los líderes deben reconocer la labor de sus hombres, de la gente que trabaja. En el campo de las operaciones militares, los militares planean, pero el que toma las decisiones es el presidente de la República.
V. D.: ¿O sea que las tomaba era Uribe?
Claro que sí. En el caso concreto de Raúl Reyes fue una operación que se realizó fuera del territorio nacional, muy cerca de la frontera, porque el campamento de Reyes estaba a 2 km de la frontera. Pero de todas maneras en territorio ecuatoriano.
Para planear y ejecutar esa operación, indiscutiblemente tenía que ser con la autorización del presidente. Y el presidente era Uribe, pero Santos se atribuye la decisión.
V. D.: ¿Entonces Santos sí mintió?
En todo sistema democrático las decisiones de la guerra y de la paz las toma el presidente de la República.
V. D.: Usted también habla de Eduardo Montealegre, el exfiscal. ¿Qué papel tuvo él en el proceso?
Él realmente no participó en nada relacionado con el proceso de La Habana. Él nunca estuvo en La Habana. Yo no me acuerdo que alguna vez nos hubiéramos reunido con el fiscal. Los pronunciamientos del doctor Montealegre, como fiscal general de la Nación, en relación con la responsabilidades jurídicas de los militares y de la guerrilla en la guerra eran muy extraños. Le faltaba investigación sobre la guerrilla. También sobre el caso Andrómeda, yo nunca supe que al equipo del Gobierno lo estuvieran monitoreando.
Pero presentaron la noticia de que desde ese café internet los militares estaban interceptando a los negociadores del proceso. Y eso jamás quedó demostrado.
J. L.: ¿Entonces Montealegre sí tuvo que ver con la manipulación de casos como el de Andrómeda?
Es que desde ese momento prácticamente se inició el desmantelamiento de la inteligencia. Los generales con mayor experiencia en el tema de la inteligencia militar pidieron su retiro llevados por esa situación.
J. L.: ¿Para usted quién fue el arquitecto del proceso de paz con las FARC?
Pues el presidente Santos. De ese proceso que yo crítico, porque quedaron cosas inaceptables y estamos viendo los resultados hoy día. El responsable es Santos.
El arquitecto de lo que se firmó en La Habana es el presidente Santos. Es el responsable de lo que estamos viviendo hoy día.
V. D.: ¿Cuál fue el papel de Sergio Jaramillo en el proceso?
La figura que yo tengo en mi mente es que Humberto de la Calle era el jefe el equipo negociador, pero no tenía el poder. Y Sergio Jaramillo no era el jefe, pero tenía el poder. Eso fue una realidad en La Habana.
Sergio es una persona muy culta, ha estudiado en las mejores universidades, pero con una forma de ser muy especial. Muy compleja, muy difícil, y fue quien prácticamente manejó con su equipo técnico la negociación.
V. D.: ¿Por qué dice usted que Sergio Jaramillo estuvo muchas veces más a favor de las FARC que del equipo del Gobierno?
Mis diferencias con Sergio fueron muchas. Permanentes. Humberto de la Calle, en su libro, también menciona el tema.
J. L.: ¿A Humberto de La Calle le faltó carácter?
Humberto es un personaje de la vida nacional que merece todo mi respeto y consideración. Él era el líder del equipo. Y el líder es el personaje que aglutina. Que convence al equipo. Que saca el equipo adelante. Yo en La Habana me sentí miembro de un equipo del que Humberto era el líder.
V. D.: ¿Por qué sus críticas al general Naranjo?
Si alguien conoce del tema del narcotráfico en el país es el general Naranjo. Es una persona a quien todo el país respeta por el conocimiento del tema.
Pero yo no puedo estar de acuerdo con que las FARC no eran un cartel de la droga, como él lo decía, porque sí lo eran. Reconozco los resultados del acuerdo. El procreo trajo unos resultados importantes, pero no puedo estar de acuerdo con el general Naranjo.
Cuando yo fui comandante del Ejército y de las Fuerzas Militares, sabía del compromiso de las FARC con el narcotráfico. Las FARC estaban metidas en todos los campos y en todo el proceso del narcotráfico. Está demostrado que eran un cartel de la droga.
Muchos miembros de las FARC fueron extraditados a los Estados Unidos por estar metidos en el negocio del narcotráfico.
V. D.: Y mire como estamos en el tema del narcotráfico, que fue una de las cosas que más le gustaron a las FARC en La Habana...
El capítulo del narcotráfico está muy bien explicado en el libro. Ese fue un asunto que me llevó prácticamente a renunciar al equipo negociador del Gobierno. La forma como quedó para mí es inaceptable.
Los FARC no aceptaron ninguna responsabilidad, ninguna conexión con el tema del narcotráfico, y las evidencias eran todas. ¿Cómo podríamos nosotros decir allá en La Habana que las FARC no tenían nexos con las drogas?
Pues desafortunadamente en los acuerdos así quedó y yo no podía estar de acuerdo con esa situación.
J. L.: ¿Cómo es eso de la seguridad humana de la que usted habla en relación con el general Naranjo?
En algún momento el general Naranjo habló de la seguridad humana, a los dos equipos en La Habana. Y de inmediato las FARC lo asumieron como una decisión del gobierno y del equipo. Y para las FARC eso equivalía a que Colombia renunciara al concepto de seguridad nacional, que era un objetivo de ellos. Pidieron que firmáramos un comunicado aceptando ese término, de inmediato.
En ese mismo momento hablé con el doctor De la Calle y le expresé mi desacuerdo total. Le pedí que me dejaran averiguar, llamé a la Cancillería y me dieron la razón. El tema de la seguridad humana murió en ese instante.
V. D.: ¿Qué fue lo que pasó entre usted y el padre Vicente de Roux, que es quien le va a contar la verdad del conflicto al mundo?
Las FARC lograron una serie de cosas que no formaban parte de los acuerdos, pero que terminaron aceptándose. Ellas propusieron hacer unas conferencias en Colombia, sobre diferentes temas, cosa que se les aceptó.
Lo otro que propusieron fue llevar a las víctimas. Y se les aceptó.
Se propuso que fueran cinco grupos de víctimas a La Habana, y que esos grupos fueran seleccionados por la Universidad Nacional y la ONU.
Pero finalmente se incluyó también a la Iglesia en cabeza del presidente de la conferencia episcopal, que era monseñor Castro.
En una de esas visitas con víctimas apareció el padre De Roux. En un descanso de la reunión pregunté a Sergio y a Humberto de La Calle que por qué la presencia del padre De Roux. Y me respondieron que no sabían, que probablemente lo había llevado monseñor Castro.
Me fui donde monseñor Castro y le pregunté, y él me explicó que el padre De Roux no forma parte de la Conferencia Episcopal. Había ido como invitado.
Y la verdad era que Sergio Jaramillo lo había invitado.
V. D.: ¿O sea que a usted lo engañaron? ¿Se pasaban todas las pelotas delante de usted?
Sí, y se las cogí todas. Y ahí están en el libro.
J. L.: ¿Qué pasó cuando los colombianos salieron a votar en el plebiscito y le dijeron ‘no’ al proceso de La Habana?
Yo creo que el presidente Santos nunca pensó que iba a perder el plebiscito. Hubo una discusión sobre el tema de campaña. El presidente decidió que el tema de campaña sería el proceso. Las encuestas mostraban que la situación no estaba tan fácil. El presidente creía que lo ganaba, pero lo perdió, y ese fue un golpe muy duro para el presidente.
Una de las preguntas que nos hacíamos en La Habana era: ¿qué pasa si se pierde el plebiscito? Humberto de La Calle nos dijo muchas veces: si se pierde el plebiscito, se acaba el proceso. El presidente Santos en una declaración pública le dijo el país qué si el plebiscito se perdía, tenía que regresar los guerrilleros al monte. Pues nada de eso pasó.
Se perdió el plebiscito, pero se buscó una manera diferente de legalizar los acuerdos de la cual nunca se había hablado y los resultados del acuerdo quedaron avalados en el Congreso de la República.
V. D.: ¿Y en eso usted también se sintió engañado?
No el general Mora. Las declaraciones habían sido publicadas. Si el plebiscito se perdía, las FARC retornaban al monte, pero no pasó.
V. D.: ¿Cuál fue el papel de Enrique Santos, el hermano del presidente, en el Acuerdo de Paz?
Hubo tres procesos. El primero de ellos se realizó en la fase secreta y duró como ocho meses. El país no sabía lo que se estaba haciendo. Cuando se filtraron las primeras informaciones, el presidente tuvo que aceptar lo que estaba ocurriendo. Ese fue el primer acuerdo y en ese estuvo Enrique Santos, el hermano del presidente, en La Habana.
El segundo proceso se realizó en La Habana durante los cuatro años y fue el que terminó con la firma en Cartagena, y en esa parte Enrique Santos estuvo tres o cuatro veces en La Habana. Iba de un día para otro, hablaba con Humberto de la Calle y nos saludábamos.
Y el tercer acuerdo fue el que se firmó en el Teatro Colón.
J. L.: ¿Qué tanta influencia tenía Enrique Santiago, el abogado de las FARC?
Enrique Santiago tuvo un papel muy importante en el proceso. Fue miembro del equipo que negoció a nombre de las FARC, es un abogado español comunista. Pero él no era solo un abogado que se ocupaba del asunto jurídico, sino que participaba en todo como miembro del equipo de las FARC. Yo un día le pregunté: ¿Dr. Santiago, usted está aquí como miembro de las FARC, como asesor? Y eso generó un debate terrible. Es un hombre muy hábil, casi más recalcitrante en sus ideas de izquierda que las propias FARC.
Santiago fue la persona que más incidió en el componente jurídico del acuerdo, en temas como la JEP y la Comisión de la Verdad.
Me habría gustado el equipo del Gobierno tuviera un tipo tan clave como Enrique Santiago lo fue para las FARC.
V. D.: ¿Por qué el general Mora se quedó hasta el final con algo que no estaba de acuerdo y por qué firmo?
Yo me gradué como subteniente del Ejército en 1964. En ese momento comencé a recorrer el país como oficial del Ejército. Y en ese mismo año nacieron las FARC como movimiento armado que le declaró la guerra al Estado y a la sociedad.
Mi nacimiento como oficial y el nacimiento de las FARC como organización armada fueron simultáneos. Eso me permite a mí afirmar que durante toda mi vida militar los conocí quiénes eran.
Yo estaba convencido como militar de que la participación militar en la guerra tiene como fin último lograr la paz. Total, yo estaba convencido de que entraba como miembro de un equipo, no como Jorge Mora, sino como el general Mora. Con una representación institucional y con mis convicciones institucionales. Total, ese fue mi papel en La Habana.
J. L.: A usted le dijeron que atenderían sus reclamos que siempre hizo para que no renunciara, pero eso nunca ocurrió. ¿Por qué?
Fueron muchas las veces en que tuve mis desacuerdos con el equipo negociador del Gobierno. Y fueron muchas las veces que yo le dije a Humberto de la Calle que me iba de la negociación. Y hubo ocasiones en que Humberto hablaba con el presidente y luego yo hablaba también con el presidente. Otras veces me vine de La Habana ya renunciado. La mayoría de ellas fue de conocimiento público.
Lo hice porque estaba en desacuerdo con muchas cosas que se estaban discutiendo de manera equivocada.
Yo creo que las FARC conocían las debilidades del Gobierno y del equipo negociador del Gobierno y ellos hábilmente explotaron situaciones y circunstancias para lograr posiciones ventajosas.
V. D.: General, le leo esta frase: “La política del gobierno de Santos era lograr el acuerdo a como diera lugar, y como un tsunami arrolló la ética, la moral, la justicia, la vida y la lucha de tantos años de los colombianos de bien. La paz del presidente Santos terminó en un sofisma de distracción para justificar el terrorismo y el narcotráfico de las FARC”. ¿Qué más se puede decir?
Esa es mi convicción, Vicky. Yo todos los días, cuando terminábamos las discusiones, regresaba a mi habitación y me sentaba a escribir mis reflexiones del día y a opinar sobre lo que había sucedido. Y fueron muchos los desacuerdos a los que asistí.
Un proceso de paz o un proceso de fin de conflicto, cómo se le quiera llamar, es un proceso muy difícil, muy complicado. Es un proceso que enfrenta mínimo dos posiciones totalmente contrarias, y cada una de ellas queriendo sacar ventaja a la otra. Ese era el diario transcurrir en La Habana.
Yo sabía cuáles eran las FARC de la guerra. Sabía de su presencia en el narcotráfico, en el reclutamiento de menores, de los miles y miles de secuestrados. Colombia es el país del mundo con más secuestrados. El tema del secuestro quedó desdibujado en los acuerdos de La Habana. Quedó desdibujado en una comisión de búsqueda de desaparecidos. Cuando uno va a mirar el tema de secuestro en el Acuerdo, eso no está. Están son unos desaparecidos. Todo eso era asunto de mis reflexiones en La Habana.
Las FARC no reconocen su responsabilidad ni en el tema del narcotráfico, ni en el tema del secuestro, ni en el tema del reclutamiento forzado y de menores. Todo esto que está pasando ahora es el resultado del acuerdo de La Habana.
Yo estuve sentado en La Habana. Conozco qué pasó en La Habana. Estuve allá con mis convicciones de soldado. Yo estaba convencido, primero de la victoria militar como una realidad. Las FARC llegaron a La Habana derrotadas militarmente y por eso yo fui a La Habana. Porque estoy convencido de la victoria de nuestros soldados y de nuestros policías.
J. L.: ¿Cuál es su reflexión sobre la participación de Cuba y Venezuela en el proceso?
Es fácil deducir. A mí me parecía inconveniente la participación de Cuba y Venezuela en el proceso.
Primero porque Cuba fue el país que tuvo participación en todos los movimientos guerrilleros que ha habido en Colombia. Fueron entrenados y apoyados por Cuba.
Y lo mismo pasaba con Venezuela. Los guerrilleros de las FARC que participaron en el proceso de La Habana salieron de Venezuela. Y durante los acuerdos las FARC tuvieron una presencia muy importante en Venezuela.
Y hoy día, después de los acuerdos, la situación sigue siendo la misma.
Veo la presencia de Cuba y de Venezuela en el proceso de La Habana como una jugada política para darle confianza a las FARC. Y se sentían cómodas. Las FARC en La Habana, como dicen en el fútbol, jugaban de locales. Y lo mismo con Venezuela.
V. D.: ¿Por qué usted habla de días de tristeza, días de angustia, días de dolor, días de desilusiones, pero también días de traiciones? ¿Por qué de traiciones?
Yo fui a La Habana absolutamente convencido de que íbamos a llegar al fin del conflicto, pero sin entregar la victoria militar, porque la victoria militar era una realidad, un hecho.
Y resulta que los acuerdos terminaron con las FARC en la absoluta comodidad de sus aspiraciones. Por eso yo un día me senté y escribí lo que usted acaba de leer ahí. Y es una demostración de las preocupaciones, de las angustias que yo tenía como militar, como soldado, como general, frente a una organización que había hecho tanto daño, causado tantas muertes, tanta destrucción, tanto terrorismo y ver que ellos se sentían logrando lo que siempre había querido. Esas eran las angustias que me llevaban a escribir lo que usted acabo de leer.
V. D.: Usted también habla muchas veces de manipulación. ¿De cuál manipulación habla usted y que el país debe conocer?
Invito a los colombianos a leer el libro. Es mi verdad. Fueron mis vivencias. Yo escribí el libro con una gran responsabilidad, con un inmenso respeto, pero, sobre todo, con la verdad de lo que sucedió en La Habana.