El exvicepresidente Germán Vargas Lleras decidió cambiar de papel. De ser uno de los más duros contradictores del presidente Iván Duque se alista para debutar ahora como su principal escudero en momentos en que el mandatario requiere respaldo político y defensores ante la opinión pública. A partir de marzo, cuando regrese en forma el Congreso, Vargas Lleras cumplirá ese papel y ejercerá un poder en la sombra que puede resultar vital para que el Gobierno saque adelante un paquete de reformas impopulares pero necesarias. ¿A qué obedece este viraje del líder de Cambio Radical y qué riesgos corre? La historia de esta alianza, impensable hasta hace un año, nació al fragor del debate de la ley de financiamiento. Vargas Lleras la demandó ante la Corte Constitucional por vicios de trámite y puso su empeño para que se cayera, tal como ocurrió. Pero luego, alineado con la Casa de Nariño, que aceptó sus recomendaciones, ayudó a que la nueva versión de dicha reforma triunfara en el Congreso, gracias a los votos de su bancada. A finales del año pasado, Duque captó el mensaje rápidamente, lo invitó a reuniones a Palacio e hicieron un pacto por la gobernabilidad. Eso incluye, por ahora, la llegada de Fernando Ruiz Gómez, un hombre de las entrañas del exvicepresidente, al Ministerio de Salud a nombre de Cambio Radical. Este acuerdo, por lo menos en el papel, pretende convertirse en una especie de “gana-gana”. Pero hay muchos riesgos en el camino. De entrada, Duque ganaría porque logra el respaldo de un líder político nato que tiene una enorme fuerza en el Congreso, representada en 16 senadores, excepto Rodrigo Lara (en la disidencia), y 40 representantes a la Cámara. Para sacar adelante cualquier reforma, la nueva ministra del Interior, Alicia Arango necesita esos votos. Hoy Cambio Radical puede inclinar la balanza. Hace un año, por ejemplo, sus congresistas fueron determinantes para que se hundieran las objeciones a la Justicia Especial para la Paz (JEP) que presentó Duque.
Con este copiloto, el presidente también podría sumar puntos porque Vargas Lleras ejerce influencia en otros partidos que ven con buenos ojos su nueva relación con el Gobierno. Ahora lo empiezan a percibir como un puente directo hacia la Casa de Nariño, la misma que estuvo cerrada con candado durante año y medio debido a la negativa del mandatario de tener representación partidista en el gabinete. Vargas Lleras fue congresista, presidente del Senado y ministro del Interior, tres posiciones que le permitieron saber cómo funciona realmente el Congreso. De ahí que todo indique que será un aliado estratégico para la ministra Alicia Arango, con quien ya se reunió en días pasados. Y Duque también ganaría por la confusa coyuntura de 2020. El mandatario, con su favorabilidad en picada, no tiene un partido unido que lo respalde a capa y espada, ni voceros con fuerza que metan la mano al fuego por él. Santos tenía varios ministros conocidos y mediáticos que hacían esa tarea; Uribe se defendía por sí solo; Samper tuvo a Horacio Serpa para lidiar los peores momentos; pero Duque no tiene una voz fuerte en su propio equipo. "La apuesta es grande. El gobierno no está en su mejor momento y nadie sabe lo que pasará en las reformas en el Congreso. Vargas Lleras ejercerá un poder en la sombra". Mientras tanto, desde las últimas elecciones locales, la centroizquierda viene tomando la delantera en varias regiones del país, incluida Bogotá, y la oposición liderada por Gustavo Petro y Jorge Enrique Robledo se ha venido fortaleciendo. A ello se añade que el Centro Democrático, el otrora partido monolítico y disciplinado del uribismo, está muy dividido y algunos de sus militantes ya no quieren nada con el Gobierno Duque. Otros antiguos aliados del mandatario, como el expresidente César Gaviria, le ayudaron a su triunfo en la segunda vuelta, pero lo dejaron a la deriva al sumarse al coro de los cuestionamientos. Álvaro Uribe tampoco tiene tanta fuerza como antes. Por esa razón, Vargas Lleras, que desde siempre ha querido ser presidente de la república, llega a la cabina de mando en plena turbulencia. ¿Intentará acaso tomar el control? ¿Qué callos pisará con su liderazgo en esta especie de cogobierno? ¿En qué puede terminar este viaje que, sin duda, estará lleno de tormentas? Una de las principales razones por las cuales el exvicepresidente quiso acercarse a Duque tiene que ver con un paquete de reformas que propuso en su campaña presidencial, de donde salió derrotado y en el cuarto lugar con apenas 1’407.840 votos. Tras su derrota, ha venido escribiendo sobre esas iniciativas en su columna dominical en El Tiempo y ahora, en la llave que ha hecho con el Gobierno, quiere convertirlas en realidad.
Entre ellas, se sabe que Vargas Lleras se echará al hombro el trámite de las reformas a la justicia, a la salud, a las consultas previas, a las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR). Y también que impulsará leyes relacionadas con el ordenamiento territorial, la seguridad ciudadana y el transporte aéreo. Si tiene éxito y le resulta bien su pacto con Duque, Vargas Lleras puede quedar bien posicionado para dar de nuevo la pelea en 2022. En efecto, volverá a demostrar que es un hombre de resultados, como hizo cuando lideró los temas de vivienda e infraestructura en el Gobierno Santos. Sin embargo, algunos riesgos evidentes pueden llevar a que Vargas Lleras termine chamuscado. El mayor de ellos es que el Gobierno definitivamente no atraviesa por su mejor momento y el presidente aún no logra armar un relato que convenza al país sobre lo que viene haciendo. Hay expectativa por los resultados que tendrá en el Congreso la reciente coalición con Cambio Radical y La U. Pero la conexión con los ciudadanos no está asegurada y el timonazo en la Casa de Nariño en materia ministerial no resultó tan profundo como muchos esperaban. Además al Gobierno le ha faltado estrategia para poner al país a debatir reformas controversiales pero necesarias, como la pensional y laboral, una tarea pendiente desde hace muchos años. En ese sentido, Vargas Lleras podría terminar por absorber el desgaste que se avecina y una buena dosis de impopularidad, pues defenderá esos proyectos ante los medios y el Congreso. Allí tendría además como aliado a Arturo Char, que asumiría la presidencia del Senado, aunque su suerte está en entredicho por los señalamientos que ha hecho en su contra la prófuga excongresista Aida Merlano desde Venezuela.
En los últimos días, Vargas Lleras les ha dicho a sus colaboradores que al apostar por Duque no tiene nada que perder, pues según él no tiene una agenda electoral inmediata. Eso no es del todo cierto, ya que a nadie se le ocurre pensar que detrás de su nueva movida no haya un objetivo político y menos cuando las fichas del ajedrez de 2022 se están moviendo intensamente. Petro, Robledo y Sergio Fajardo, cada uno a su manera, han arrancado prematuramente la campaña presidencial y están capitalizando el descontento social de las calles. Falta ver también cómo recibirá el uribismo puro y duro al nuevo copiloto. Vargas Lleras y Uribe han tenido altibajos desde que el primero ayudó al segundo a llegar a la Presidencia en 2002, pero luego tomó distancia y se le atravesó en el fallido intento de la segunda reelección. El nombre del exvicepresidente levantará ampolla en el uribismo más radical, pero Duque ya montó a otros partidos al avión y llamó a un antiguo contradictor a la propia cabina de mando.