En la carrera por la Presidencia en el 2018 todos esperan la llegada de quien decidió lanzarse primero: Germán Vargas Lleras. Aunque el vicepresidente lleva en el Palacio de Nariño desde la reelección de su jefe, Juan Manuel Santos, para nadie es un secreto que su principal aspiración siempre ha sido sucederlo. Por eso, todos los escenarios políticos dan por hecho que en los primeros meses del 2017, el vice anunciará que no va más.Nadie sabe a ciencia cierta cuándo presentará al Senado su renuncia. Sin embargo, más que la precisión de la fecha, la gran incógnita de la política es quién podría ser su reemplazo. El que llegue a ocupar su silla también jugará un papel clave en el ajedrez del poder y por eso, muchos partidos aspiran a quedarse con ese privilegiado lugar.Puede leer: Termómetro a las presidenciales 2018El vicepresidente Vargas seguramente está pensando muy bien cuándo renunciar. Por Constitución esta decisión se debe tomar antes de un año de la elección presidencial, es decir, en el próximo mes de mayo. Pero Vargas seguramente le apostará a elegir una fecha que le permita sortear con holgura cualquier dificultad.La primera es jurídica. El vicepresidente no puede arriesgarse a que una interpretación distinta de las normas electorales lo saque de la contienda. Las cosas estaban claras hasta hace unos meses cuando el Consejo de Estado hizo público su fallo sobre la gobernadora de La Guajira, Oneida Pinto. En ese momento, el alto tribunal dijo que la renuncia se debía dar no un año antes de las elecciones sino un año antes de la inscripción de la candidatura. Si las cosas son así, el 27 de enero del 2017 podría ser el último día del vice.La segunda es política. Por el momento, se anticipa que Vargas tendrá que hacer un acuerdo con el presidente Santos e informarle con tiempo la fecha de su renuncia. En el momento en que lo haga, comenzará la campaña en forma, pues el presidente también tiene que preparar sus cartas para el 2018.Le puede interesar: Los presidenciables que catapulta la victoria del NoEn este momento no está claro si el hombre de Santos sea Vargas Lleras. Como se recordará, hace unas semanas las FARC y el Gobierno hablaron de la posibilidad de tener un gobierno de transición. Es decir, lanzar un candidato que garantice la implementación de los acuerdos de paz y el tránsito de los guerrilleros desmovilizados a la vida civil. Si ese fuera el objetivo, Vargas Lleras no sería el hombre. En ese escenario suena más un candidato como Humberto de la Calle.Sin embargo, en ese panorama falta una ecuación importante: Álvaro Uribe. El triunfo del No en el plebiscito demostró que el expresidente tiene mucho con que pelear y que en la contienda electoral en el 2018 el candidato que designe el Centro Democrático dará la batalla. Uribe derrotó al Sí en medio de circunstancias políticas muy adversas para él: no tenía partidos, ni medios tradicionales, ni mucho qué ofrecer. Aunque las mentiras y el componente religioso jugaron un papel determinante, nada indica que estas no se repetirán en la contienda presidencial. Frente a un escenario en el que el país gire un poco a la derecha, la mejor opción para Santos podría ser su segundo a bordo.La confianza: el factor clave de la sucesión.Mientras tanto, la gran pregunta es quién reemplazará a Vargas en el Palacio de Nariño. Su sucesor debe cumplir varios requisitos para nada fáciles. Lo más esencial es tener la cercanía y la confianza de Santos. Por eso, a pesar de que en este momento suenan muchos nombres, la decisión final no depende más que de él. Normalmente la designación que hace el presidente de su copiloto obedece a un cálculo político, pues agrega capacidad de votos, aporta una visión diferente y busca conquistar un electorado con el que no se cuenta. Pero al estar Santos al final de su gobierno y después de firmar la paz y recibir el Nobel, lo más seguro es que su decisión sea ante todo personal.La situación es casi inédita. En Colombia no es usual que los vicepresidentes renuncien. Lo hizo Humberto de la Calle cuando la crisis del proceso 8.000 y entonces el presidente Samper postuló a Carlos Lemos Simmonds, quien terminó reemplazando temporalmente a Samper. Por apenas nueve días que estuvo al mando del Palacio de Nariño quedó con el título y la pensión de expresidente por el resto de su vida. Algo similar a la situación de Rafael Azuero Manchola con Misael Pastrana Borrero y Víctor Mosquera Chaux con Julio César Turbay Ayala y, mucho antes, el jurista Carlos Lozano y Lozano, durante la República Liberal de Alfonso López Pumarejo.En estos últimos ejemplos la designación de estos personajes fue ante todo un acto de gratitud. En la política del momento se consideraba esto un gesto político para alguien que le fue clave en su vida pública. Azuero había sido el mentor de Pastrana en Huila y Mosquera fue un aliado de toda la vida de Turbay. Al punto de que algunos historiadores aseguran que el primer mandatario se practicó una operación oftalmológica de una semana para que Mosquera fuese expresidente. ¿Tiene que ser de Cambio Radical?Una pregunta clave es si el sucesor de Vargas tendría que ser de Cambio Radical. En la política colombiana sí es usual que la persona que reemplaza a un funcionario sea, o al menos así lo desean muchos, de la misma colectividad de su antecesor.En el caso de la Vicepresidencia, el Consejo Nacional Electoral ya precisó que existe una obligación jurídica de que quien llegue a reemplazar a Vargas Lleras sea de su mismo partido. El organismo aclaró que sí debe ser de alguno de los partidos que conforman la Unidad Nacional. Esto, de entrada, casi asegura que los candidatos que elija serán viables en la votación en el Congreso que debe ratificar esa designación.Y quizá la última característica importante es el ímpetu. La persona que llegue debería defender al gobierno Santos en los momentos difíciles de la implementación del proceso de paz. No será fácil, pues la aprobación del paquete legislativo que se necesita más la aplicación en terreno se tendrá que dar en el comienzo de una campaña electoral muy polarizada. A eso hay que sumarle el difícil contexto internacional, con el estrene de la Presidencia de Donald Trump, y el panorama económico no muy alentador, pues se comenzarán a sentir los efectos de la reforma tributaria.¿Quiénes suenan?Por ahora, hay varios nombres que entraron al sonajero. El que más fuerza ha tomado los últimos días es el general (r) Óscar Naranjo. El exdirector de la Policía no sólo es uno de los hombres con mayor favorabilidad del país, sino que ha acompañado a Santos en momentos definitivos, por ejemplo, como negociador en la Mesa de la Habana. Estuvo con él en la entrega del premio Nobel y también en la histórica cita con el Papa Francisco y el expresidente Uribe. Tendría como ventaja que ha manejado el tema del posconflicto y que no tiene enemigos políticos, pues no se ha movido en esas arenas.La segunda es la ministra María Ángela Holguín. Es de las pocas funcionarias que han estado con Santos desde el pitazo inicial, hace casi siete años. Se sabe que fue clave en las negociaciones en La Habana y que es una mujer muy práctica y muy trabajadora. También tiene de ventaja estar lejos de las rivalidades políticas, pues ha sido una funcionaria de carrera diplomática por años.El tercero que suena es el exministro de Defensa Juan Carlos Pinzón. Es uno de los funcionarios favoritos de Santos y ha sido cercano a él desde la Fundación Buen Gobierno. Fue su secretario privado cuando este era ministro de Hacienda y cuando llegó a Palacio fue el secretario general de la Presidencia. Actualmente es el embajador de Colombia en Estados Unidos.En esa linea de personas muy de confianza, también suena otro ex ministro de Defensa:Gabriel Silva, uno de los mayores escuderos del presidente.  Además de ellos han sonado varios de sus ministros como Aurelio Iragorri, Luis Carlos Villegas, Mauricio Cárdenas, Juan Fernando Cristo, pero como se dice que los dos últimos tienen aspiraciones presidenciales, se descarta tanto que el presidente les ofrezca como que ellos acepten eventualmente.La llegada del sucesor de Vargas Lleras, en todo caso, se tendrá que conocer en enero y por eso, en la alta política casi no se habla de nada más.