El país regresó a finales de los noventa. El nivel de pesimismo que se registra hoy se asemeja al que había caracterizado a los gobiernos de Ernesto Samper y Andrés Pastrana, y la caída en la imagen del presidente Juan Manuel Santos lo acerca a la que en su momento atravesaron estos antecesores.

La ola pesimista arrasa con todo, en materia de opinión. La evaluación del gobierno, la imagen de las instituciones y la percepción sobre las autoridades componen un panorama tormentoso y desesperanzador. Reflejan las consecuencias de los eventos que en los últimos meses golpearon el ánimo colectivo: el escándalo en la Corte Constitucional y el ataque de las FARC a un grupo de soldados en Buenos Aires, Cauca, que dejó un lamentable saldo de 11 soldados muertos.

Estos hechos incrustaron en la mente de los colombianos una visión negativa de la realidad nacional. Solo un 23 % cree que el país va por buen camino, una cifra parecida a la que se vio durante la crisis del paro agrario en 2013, que no se había registrado durante los ocho años de mandato de Álvaro Uribe ni en los primeros cuatro de Santos. Esta es la principal conclusión de la primera Gran Encuesta de 2015, realizada por la firma Ipsos-Napoleón Franco y contratada por La FM, RCN La Radio, RCN Televisión y SEMANA. Apenas un 13 % de los colombianos afirma que las cosas van a mejorar en los próximos tres meses, 11 menos que hace dos años y 23 menos que a mediados del año pasado. El pesimismo ha ido creciendo. La mala racha afecta incluso la percepción sobre el desempleo de la economía: un 66 % piensa que su situación es muy mala, 11 más que hace 12 meses. El desánimo colectivo no tiene diferencias notables si se hacen comparaciones por estratos, ni en las distintas regiones de Colombia, aunque el optimismo es ligeramente superior al promedio nacional en la costa Atlántica y en los santanderes. Por estratos, hay diez puntos más de pesimismo en los sectores de menores ingresos, comparados con los más altos. La imagen del presidente Santos es la más golpeada en esta fotografía de la opinión pública, tomada apenas unos días después de la muerte de 11 soldados en el Cauca. Una serie larga indica que el 29 % de imagen positiva es igual a la de septiembre de 2013, en medio de las protestas sociales y el paro agrario. Y ambos son los puntos más bajos de sus cuatro años y nueve meses en el poder. De nuevo, los sectores bajos y la costa Caribe son los espacios en los que Santos sale menos mal librado, pero el desplome de su imagen es generalizado. Otras cifras corroboran la misma conclusión. En lo que se refiere a la calificación de la gestión presidencial, solo un 25 % se considera satisfecho (un 30 % en la costa norte). Nunca había sido tan baja desde que Santos asumió el cargo en 2010 y ahora un 23 % afirma que el primer mandatario ha cumplido lo que prometió. La mayor parte de las áreas de gestión están calificadas con menos de 50 %, con excepción del manejo de las relaciones internacionales y la política de vivienda. Varios de los hallazgos de la encuesta alimentan la hipótesis de que la tragedia que se produjo en el Cauca es el principal determinante del desánimo de los colombianos y el factor que arrastra, hacia abajo, las cifras de imagen y gestión del presidente Santos. Solo un 17 %, por ejemplo, aprueba la gestión en el campo de la seguridad, cifra que a comienzos del primer cuatrienio santista alcanzaba un 83 %. Como es de esperarse, también se cayeron las cifras que tienen que ver con el proceso de paz. Mientras la imagen de Santos cayó, la del expresidente Álvaro Uribe –principal opositor de los diálogos– creció en 16 puntos y recuperó un nivel de 57 %. También se disparó la percepción positiva de las Fuerzas Armadas: pasó de 58 a 76 % mientras que la desfavorable bajó de 34 a 20 %. Y la negativa de las FARC, de por sí muy alta, se incrementó todavía más: pasó de 90 a 93 %. Resulta paradójico, pero la verdad es que un acto de la guerrilla –el del Cauca– fortaleció la derechización del país en la actual coyuntura.

Aunque los diálogos de paz, de por sí, han sido vistos con escepticismo por los colombianos, el nivel de pesimismo sobre su futuro nunca había llegado a un punto tan alto: 69 % en este momento cree que los diálogos no culminarán con un acuerdo de paz y con la desmovilización de las FARC, 16 puntos más que en noviembre de 2014, cuando se había hecho la última medición. La tendencia, leve pero sostenida, hacia un mayor respaldo del proceso de paz –que se había observado durante 2014–, se desplomó: hoy menos de la tercera parte de los colombianos cree en las negociaciones de La Habana. Y como es lógico, se debilitaron aún más los sectores dispuestos a hacerles concesiones a las FARC en aras de llegar a la paz. Solo un 8 %, casi insignificante, aceptaría que los miembros de ese grupo guerrillero no tuvieran que pagar cárcel. En lo que se refiere al proceso de paz, los colombianos quieren un cambio. Apenas un 7 % apoya la continuación del proceso, tal como va, y una mayoría de 64 % es partidaria de continuar, pero con plazos perentorios. Un 27 % –más de una cuarta parte– dice que se deberían romper las negociaciones y que el gobierno lance una ofensiva militar. Hay una relación recíproca entre la imagen del presidente Santos y la percepción sobre el proceso de paz. Una hipótesis que le da piso a la crítica de que el primer mandatario se ha asociado demasiado a la marcha del proceso y a que, en consecuencia, su imagen –y hasta su gobernabilidad– depende de los impredecibles diálogos con las FARC. La investigación de Ipsos es más generosa con los personajes de la vida nacional que han criticado o han puesto distancia con los diálogos de La Habana. Entre ellos, en primer lugar, el expresidente Álvaro Uribe. Pero también el vicepresidente Germán Vargas Lleras, cuya imagen favorable creció seis puntos y volvió a localizarse por encima de la desfavorable. En medio del pesimismo generalizado, hay preocupantes resultados que tienen que ver con la aceptación y legitimidad de las instituciones. La peor librada es la Justicia. Un 83 % de los colombianos desaprueba la gestión del gobierno en este campo. Las percepciones de las cortes, Constitucional y Suprema, se acercan a un inquietante 60 %. La encuesta preguntó qué deben hacer los magistrados de la Corte Constitucional, después del escándalo que se desató por las denuncias de sobornos –que afectan a su expresidente Jorge Pretelt–, y más de la mitad de los encuestados opinó que debían renunciar a sus cargos. Ya en anteriores ocasiones la Gran Encuesta de Ipsos-Napoléon Franco, contratada por La FM, RCN TV, RCN La Radio y SEMANA, había detectado un creciente deterioro de la confianza de los colombianos en las instituciones. Esta encuesta prueba que ese descrédito no había tocado techo y la situación se deterioró aún más. La excepción son las Fuerzas Armadas y la Policía. Pero las instituciones políticas y la Justicia –es decir las cortes, los partidos, el Congreso– han seguido bajando. Porque la gran pregunta que surge es si el diagnóstico grave que arroja esta encuesta es un punto transitorio o es una tendencia de largo plazo. Los presidentes colombianos que antecedieron a Álvaro Uribe empezaban con un periodo de luna de miel que poco a poco se iba deteriorando y caía a niveles muy bajos al final del cuatrienio. El expresidente Alfonso López bautizó este fenómeno como el sol a la espalda. Uribe, en cambio, logró mantener niveles altos de aceptación durante ocho años, con cambios marginales. Santos, ahora, ha subido y bajado según las circunstancias del momento. Tuvo momentos de gloria en su primera elección, en el lanzamiento del proceso de paz y en su reelección. Y las caídas más profundas le llegaron en el paro agrario y, ahora, después de la tragedia del Cauca. Lo que es un hecho es que su imagen está ligada al proceso de paz, la carta a la que se jugó con todo, sobre todo en su segundo periodo. Y el éxito o fracaso del proceso también depende de unas FARC que, lo han dicho en múltiples ocasiones, no creen en las encuestas. (Ver encuesta completa)