Una escena propia de una película de terror fue con la que se encontraron patrulleros de la Policía en el barrio Marruecos, en la localidad de Rafael Uribe Uribe, en el sur de Bogotá. Tras la alerta de un ciudadano, los policías encontraron que en una destartalada carretilla de madera dos recicladores trasladaban un cuerpo sin vida con evidentes signos de tortura.

Inmediatamente, los patrulleros pidieron apoyo para realizar la inspección de la carretilla y realizar el respectivo levantamiento del cuerpo. A los pocos minutos, un equipo interdisciplinar de agentes del CTI de la Fiscalía General y de la Sijín de la Policía llegaron al lugar para recopilar evidencias y determinar tanto la identidad de la víctima como los hechos que generaron su muerte.

Los cerca de 300 extraditables detenidos en La Picota y El Buen Pastor consideran que su aporte es clave para la reconciliación.

Las primeras pesquisas arrojaron dos datos aterradores: el cuerpo iba a ser arrojado al canal de aguas lluvias Chiguaza, ubicado a pocos metros de la cárcel La Picota, de Bogotá, y el cadáver presentaba 50 heridas con arma blanca (en la zona del mesogastrio, el tórax y las manos) y su cabeza estaba envuelta en una sábana.

Conforme pasaban las horas, las autoridades pudieron establecer –con ayuda de los videos captados por las pocas cámaras de seguridad de la zona vecinal– la casa de la cual los carretilleros recogieron el cadáver y, al parecer, las instrucciones precisas de lo que debían hacer con el mismo. En el camino, y cuando llegaban a la parte en que debían botar el cuerpo, hicieron un movimiento brusco que dejó ver parte del cadáver y grandes cantidades de sangre, las cuales intentaron limpiar desesperadamente para borrar evidencias.

Fue así como se organizó un operativo en tiempo récord para realizar un allanamiento en la vivienda de rejas blancas. En el lugar fueron ubicados Ferney Andrés Varela Monroy y Maiol Stiven Peña Mesa, quienes tienen antecedentes por variedad de delitos relacionados con el tráfico de drogas y el porte ilegal de armas. Sus nombres tienen varios registros en el sistema judicial colombiano.

Los hombres, conocidos con los alias de Stuart y El Sicario, han sembrado durante años el miedo y la zozobra en el barrio Marruecos, puesto que han emprendido una guerra a muerte por el control del mayor expendio de drogas en la zona, para lo cual han ejecutado homicidios selectivos y amenazas a comerciantes.

El trabajo nocturno de los recicladores y el equipo de basura en Corabastos. | Foto: Semana

Tras verificar que tendrían alguna participación y conocimiento con el cuerpo que apareció en la carretilla de reciclaje procedieron a su captura y presentarlos ante un juez de control de garantías. Una fiscal les imputó los delitos de homicidio agravado en calidad de coautores.

En la imputación se hizo la salvedad que muchos de los testigos pidieron que sus datos estuvieran bajo extrema reserva, puesto que temían represalias por parte de estos dos hombres, que tienen un reconocimiento de vieja data por estar en el mundo del hampa y tener relación con la venta de drogas en el barrio.

En la cárcel La Picota el Inpec adelanta un importante operativo para confirmar la población que existe en ese centro de reclusión. | Foto: César Flechas - Semana

Uno de los testigos aseguró que desde la casa en la que habitaban Stuart y Sicario escuchó una noche varios gritos de un hombre. Otro testigo indicó que vio cómo una carretilla de recicladores estuvo frente a la vivienda varias horas hasta que montaron algo pesado y los dos recicladores se fueron.

En la vivienda los peritos encontraron varias manchas de sangre en diferentes partes y prendas de vestir. En el informe presentado ante el juzgado de control de garantías se destacó la presencia de “manchas rojas secas” tanto de “data antigua” como más recientes en cercanías al baño y una navaja. Igualmente, se encontró un zapato tenis, del mismo modelo y características al que se encontraba dentro de la carretilla.