El presidente Gustavo Petro sorprendió en la Asamblea General de las Naciones Unidas con un discurso retador, en tono de reproche. El mandatario no dudó al señalar a los culpables de la crisis climática y, en medio de su argumentación, sugirió que la cocaína es menos “venenosa” que el petróleo y el carbón. “¿Qué es más venenoso para la humanidad, la cocaína, el carbón o el petróleo?”, se preguntó.

Además, señaló a los países del norte de ser “adictos” a los combustibles fósiles, tanto como su población es adicta a las drogas. De la misma manera, por esta necesidad de hidrocarburos, culpó a los países “poderosos” de destruir la selva amazónica.

No es la primera vez que Petro hace ese tipo de símil. En campaña, equiparó la cocaína con los recursos energéticos. Incluso, en el Senado, aseguró que el carbón es “más peligroso para la humanidad” que la droga. Sin embargo, esta vez lo hizo como jefe de Estado, enviando un mensaje confuso y poco digerible para la comunidad internacional. Incluso, lleva a pensar que se hace una apología a la cocaína, como lo advirtieron en la prensa argentina.

SEMANA consultó con expertos en seguridad y drogas sobre la comparación que hizo el presidente. Todos coinciden en que fue desafortunada. “Es un disparate hacer esa comparación”, sostuvo Daniel Mejía, experto en seguridad y drogas, y profesor de la Universidad de los Andes. Sobre el llamado a cambiar el enfoque de la lucha contra las drogas, el economista Hernando Zuleta, experto en política de drogas, dijo que no es un debate nuevo. “No es diferente de lo que han hecho otros mandatarios antes”, añadió.

El tema de la hoja de coca y todos los derivados que tiene es supremamente complejo.

Sin embargo, Zuleta resaltó lo poco propositivo que fue el presidente Petro, centrándose más en lo poético. Sobre la comparación de la cocaína con el carbón y el petróleo, “es un paralelo desafortunado porque los humanos no consumimos esos recursos, los utilizamos para procesos productivos”, aseguró.

Por su parte, el médico psiquiatra Pablo Zuleta, directivo del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas de la Universidad de los Andes, aseguró que la analogía del mandatario es “equívoca”. “No es preciso establecer ese tipo de comparaciones, así tengan un buen propósito. Esto lleva a conclusiones complejas”, dijo. Aseguró que debe haber una reinvención de la política pública en materia de drogas como la cocaína, pero la comparación de Petro sigue estando fuera de contexto.

“El tema de la hoja de coca y todos los derivados que tiene es supremamente complejo. El problema es comparar eso con el petróleo y el carbón, que no tienen nada que ver con ese tema. Genera más confusiones que soluciones”, agregó el experto.

Satanización de hidrocarburos

Más allá de la comparación, lo dicho por el mandatario tuvo varias intenciones. Entre ellas, retratar el petróleo y el carbón como sustancias altamente adictivas, irracionalmente utilizadas y que solo afectan al medioambiente. De esta manera, quedó en evidencia que el presidente no toma en consideración que se trata de productos energéticos que constituyen la columna vertebral de la economía colombiana, que significan avances sustanciales en las regiones por medio de las regalías que produce su extracción y que su exportación conjunta supera los 14.000 millones de dólares.

El petróleo atrae el 26 por ciento de toda la inversión extranjera que llega al país, mientras que la minería, encabezada por el carbón, logró el 15 por ciento. Además, para beneficio de los colombianos en departamentos como La Guajira, Cesar, Córdoba, Santander, Meta, Casanare y Arauca, genera más de 145.000 empleos directos y más del doble de plazas laborales indirectas.

Todo esto, mientras el petróleo y la minería son, respectivamente, el primer y tercer sector que más aportan a la renta, como proporción de su tamaño en la economía. Según Daniel Mejía, se trata de una “satanización” del petróleo y el carbón por parte del mandatario. “Es un grave error satanizar así la exploración y explotación de recursos minerales, eso significa básicamente satanizar el 30 o 35 por ciento de los ingresos fiscales que recibe el país. Lo que financian esos recursos son el gasto de las regalías, que primordialmente son programas sociales, infraestructura y vías primarias”, dijo el economista.

Además, el mandatario, mientras asegura que el petróleo es veneno, se niega a eliminar por completo los subsidios a la gasolina y prefiere no incrementar el precio del ACPM o el diésel. “Lo que tiene que hacer el Gobierno es ser coherente”, sostuvo Mejía.

Con su postura frente a los hidrocarburos, también se entiende que el mandatario emite su dura opinión en el marco de una propuesta de transición energética acelerada, para la cual el país no estaría preparado por falta de capacidad tecnológica y económica.Según Hernando Zuleta, “no podemos empujar a las malas una transición energética”.

“Los combustibles fósiles son una fuente de recursos para el fisco y divisas para el país superimportante, una transición acelerada sería totalmente desastrosa. Los mensajes son peligrosos. Estamos empujando al resto del mundo a llevar a cabo políticas que nosotros no podríamos realizar”, expresó.

El petróleo, según el mandatario colombiano, es comparable, en daños, a la cocaína.

La contaminación de la cocaína

Asimismo, es falta de coherencia retratar la cocaína como solo un producto de la hoja de coca, proveniente de la selva amazónica que Petro pidió proteger en el discurso. Las implicaciones ambientales y sociales que tiene la producción del estupefaciente en Colombia son altamente dañinas para el mismo ecosistema, destruido en muchas ocasiones por grupos narcotraficantes.Mejía, exsecretario de Seguridad de Bogotá en la segunda alcaldía de Enrique Peñalosa, recordó que la producción de cocaína requiere de grandes cantidades de gasolina, lo cual hace aún menos coherente el mensaje del mandatario.

“Para producir un kilo de base de coca, se necesitan aproximadamente 380 litros de gasolina. No es que estén muy desconectadas, no es que la cocaína sea mucho mejor en términos medioambientales que el petróleo”, manifestó. En ese proceso, también se utilizan sustancias como permanganato de potasio, ácido sulfúrico y amoniaco, entre otros: “Muchos de estos precursores químicos, una vez son utilizados, son vertidos a los ríos y quedan en las selvas de Colombia. Generan un daño muy grande”.

También resalta el impacto en la violencia en los territorios. “Cerca del 30 y 40 por ciento de la tasa de homicidios que hay en Colombia está explicada por la guerra contra las drogas y el narcotráfico”, dijo Mejía. “Si no tuviéramos estas muertes, la tasa de homicidios en Colombia no sería de 25 por cada 100.000 habitantes, sino de 15 homicidios por la misma cantidad de habitantes. Significativamente menor”, señaló.

La comparación que hizo el presidente Petro, guiada por la poesía y por una ya constante satanización del sector de los combustibles fósiles, le hace daño a un sector prevenido por los últimos anuncios del Gobierno.

A pesar de que la intención del presidente fue proponer al mundo un replanteamiento de la guerra contra las drogas, que entre los expertos es válido y necesario, equiparar una sustancia criminal con una actividad económica lícita es un desacierto por donde se mire.