SEMANA: ¿A qué le apuesta Gustavo Petro con elegir este camino de la consulta popular?
Alfonso Gómez Méndez (A. G. M.): Tengo tres consideraciones. La primera es si el presidente está realmente decidido a dejar a un lado el camino del Congreso y escoger el de la consulta. O si de lo que se trata es de mantener los proyectos, en este caso, el proyecto en el Senado y buscar que —de todas maneras— lo aprueben, porque ahí la presentación de la consulta queda como una especie de amenaza para forzar la sesión del Congreso, esa es la primera consideración.
SEMANA: ¿Y cuál es la segunda?
A. G. M.: La segunda consideración es que no tiene mucho peso la tesis del bloqueo institucional. Es el fundamento que ha señalado el gobierno, pero no veo un bloqueo, lo que veo es que el Congreso está funcionando. El Congreso hace lo que tiene que hacer, los jueces también hacen lo que tienen que hacer y el gobierno, a su manera, también está haciendo lo que le toca.
SEMANA: ¿Y la tercera?
A. G. M.: La consulta popular sí es uno de los mecanismos de participación derivada de la Constitución del 1991, pero no puede ser concebida para reemplazar al Congreso. Es decir, la tesis de que un gobierno, cada vez que un proyecto no pase por cualquier razón, esté en la posibilidad de acudir directamente a las urnas, pues me parece que desnaturaliza un poco el sentido de este mecanismo. Porque lo mismo podría pasar si hay una decisión del Consejo de Estado o de la Corte Constitucional. Por ejemplo, lo que pase con la pensional o con la conmoción interior. Detrás de eso puede haber muchas cosas.
SEMANA: ¿Por ejemplo?
A. G. M.: Pues agitar es muy propio del presidente que podrá buscar, por ejemplo, que esta consulta se haga muy cerca a la consulta del Pacto Histórico para que la consulta sea una especie de estimulante para la participación en la consulta partidista.
SEMANA: Usted es un experto jurista, pero también un testigo de la historia política de este país. ¿Sí está adelantando Petro el 2026 con la consulta popular?
A. G. M.: Sí, como ya lo han dicho algunos, puede ser que el presidente haya decidido anticipar el proceso electoral, pero el camino no es tan fácil. La historia reciente demuestra que a quienes han escogido esa ruta no les ha ido tan bien. El expresidente Uribe, por cierto, en el mejor momento de su popularidad, escogió el camino del referendo para aprobar o pretender hacer aprobar una serie de normas jurídicas. Solamente una pregunta se aprobó. El presidente Santos eligió otro mecanismo, el plebiscito, para aprobar los acuerdos de La Habana y finalmente por escaso margen no fueron aprobados. Tuvo que recurrir a un mecanismo, non sancto —y cabe la expresión acá— para dar por aprobado lo que realmente se había desaprobado.
SEMANA: Hay un antecedente de consulta que fue la anticorrupción.
A. G. M.:Esa fue una consulta, por cierto, engañosa. Claro, con un gran gancho popular, porque era preguntar a la gente si quería que se luchara contra la corrupción, pues quién iba a decir que no. Se le preguntaba a la gente si le bajaban los sueldos al congresista, pues quién iba a decir que no. Pero se preguntaban cosas que ya estaban establecidas, como que existiera casa por cárcel para los corruptos. Todos ganchos populares por sectores del Partido Verde como Sandra Ortiz, como Carlos Ramón González, como Olmedo López, que fueron los que dentro de los verdes impulsaron esa consulta. Y esa consulta con todo y lo llamativa por acudir al populismo, pues tampoco alcanzó el umbral. Entonces de verdad que eso no es tan fácil. La llamada democracia plebiscitaria no siempre es una muestra de voluntad democrática.
SEMANA: ¿Usted ve posible que esta consulta llegue a las urnas?
A. G. M.: Depende, por lo siguiente, esta consulta no llevaría, por ejemplo, a que se apruebe integralmente el texto de la reforma laboral. ¿Por qué? Porque a través de la consulta no pueden expedirse normas jurídicas. Y ahí lo que saldrían serían mandatos para el Congreso en temas muy puntuales para que los acoja como leyes. Pero no se puede utilizar la consulta, por ejemplo, para que se apruebe el texto que no ha sido aprobado en el Congreso.
SEMANA: Si la tesis del presidente es hacer una consulta porque no pasaron las reformas, pero en la consulta efectivamente no se pueden pasar las reformas, ¿no es engañosa la presentación que hace Petro de la consulta?
A. G. M.: Claro, es que a veces se recurre al engaño en la presentación de las consultas, como lo acabo de decir en lo que fue la consulta anticorrupción. Aquí la gente está creyendo que si dice ‘sí’, por ejemplo, automáticamente todo lo que está establecido en el proyecto se aprueba. No. Hay unas cosas muy puntuales. Creo que el ministro del Trabajo ya ha dicho como decir, usted es partidario de que haya horas extras, eso se puede hacer. Por cierto, hay una ironía histórica en todo este debate.
SEMANA: ¿Cuál?
A. G. M.: Aquí, en Colombia, sí tuvimos incluso salario triple los domingos, pero ¿sabe quién lo estableció? El gobierno de Guillermo León Valencia, el abuelo de Paloma, a través de un decreto de estado de sitio, el Decreto 2351 de 1965.
SEMANA: Buen dato. Volviendo al tema, ¿Usted cree que la consulta es un camino populista?
A. G. M.: Sí, yo creo que a lo mejor le funciona y que puede arrastrar más esto que una consulta de otra naturaleza. Y también debo decir que hay muchas cosas de la reforma laboral que son buenas. Yo creo que al presidente todavía le quedan recursos en el Congreso. Usted sabe que en Congreso no todas las firmas conducen a decisiones finales. Cuando se planteó la reelección de Uribe había 18 firmas para hundir la reelección de Uribe en la Comisión Primera de la Cámara. Y en una noche, al estilo Copperfield, hicieron desaparecer los votos de Yidis Medina y de Teodolindo Avendaño y fue aprobada la reelección. De pronto aquí también puede aparecer Copperfield para que aparezcan o desaparezcan los votos y continúe el trámite.
SEMANA: ¿El presidente alcanza a sacar los 13 millones que se necesitan para el umbral?
A. G. M.: Es muy difícil, la verdad. Uno no puede desconocer que el presidente tiene un 30 % todavía de aceptación, que es como el equivalente al 30 % del censo electoral que se necesita. Sería muy aventurado decir, “No, el presidente no lo saca”. A lo mejor lo puede sacar, pero no lo veo tan fácil.
SEMANA: Una eventual victoria del presidente o una eventual derrota, ¿qué tanto afecta al candidato del petrismo en 2026?
A. G. M: Claramente, una victoria lo fortalecería mucho. Y una derrota podría afectar la gobernabilidad. Aunque recordemos que cuando el presidente Santos perdió el plebiscito, hubo una reunión en la que se pensó incluso en que el presidente renunciara y, sin embargo, eso no pasó y el presidente pudo seguir adelante y sacaron varias cosas.
SEMANA: Hay quienes dicen que el presidente gana con cara y con sello porque igual tendría una bandera que ondear este año, previo a las elecciones. ¿Está de acuerdo?
A. G. M.: No lo veo tan claro porque si bien puede aprovechar esos seis meses de agitación, pues parece que el país es mucho más que ese 30 %. Entonces, esos seis meses de agitación pueden tener como consecuencia que desaprueben aún más la gestión del presidente.