Tres días después de su triunfo electoral, irónicamente, Guillermo Torres Cueter no ha hablado con ningún miembro de las Fuerzas Alternativas Revolucionarias del Común, el partido político fundado por los exguerrilleros de las Farc. Eso dice mientras se balancea en una mecedora en la puerta de su casa. No le preocupa. Es lo que esperaba, pues inmediatamente después de la firma de los acuerdos de La Habana se retiró del partido por diferencias con la manera en que este fue constituido. Aunque recogió más de 22 mil firmas para inscribir su candidatura y las envió en los plazos establecidos al Consejo Nacional Electoral, el proceso fue fallido porque la entidad nunca le confirmó haberlas recibido. A última hora, tres días antes del cierre del plazo, solicitó el aval al partido Colombia Humana. Se lo aprobaron enseguida al reconocer a Torres como uno de los fundadores de la Unión Patriótica. El aval del partido Farc fue una opción descartada desde el comienzo.
Esa decisión parece que influyó mucho en su triunfo, ya que con solo tres excepciones, el resto de excombatientes se quemaron en estas elecciones locales. Es decir, el panorama político no cambió mucho para ellos desde las legislativas del año pasado, las primeras en las que participaron después del Acuerdo, en las que Farc obtuvieron solo 52 mil votos para el Senado y 32 mil para la Cámara de Representantes. A pesar de que el partido Farc inscribió 248 candidatos con listas propias y 60 a través de coaliciones, solo obtuvieron dos ediles en Bogotá y la Alcaldía de Gaupi, en el Cauca, como parte de la Coalición Frente Amplio por Guapi (MAIS, UP, Farc y Colombia Humana). En total presentaron 13 candidatos a alcaldías, 60 listas a concejos municipales, 18 aspirantes a asambleas y 30 a Juntas Administradoras Locales (JAL), en 93 municipios de 23 departamentos. En las calles de Turbaco, que ya pasa los 100 mil habitantes, no muchos saben quién es Julián Conrado, uno de los alias con el que el nuevo alcalde era conocido en el grupo armado y entre las autoridades. Pero si se les pregunta a los mayores por Guillermo Torres Cueter saben que se trata del hijo de Edith y Oswaldo, explican los motivos por los que la madre se fue a vivir a Estados Unidos y como el papá fue el primero que manejo un bus entre Turbaco y San Onofre.
Claro que después de las elecciones hasta los jóvenes se refieren a él como “la esperanza de cambio” tras muchos años de dominio de un solo grupo político. Yo sabía que ese era el man, dice Eder Utria, un motocarrista veinteañero, que sabe de memoria la ruta para llegar a la casa del alcalde electo. Habla con fluidez, la palabras se pierden entre el ruido del motor, no se le escucha decir guerrilla, secuestro, masacre o reinsertado. Se enfoca en el voto de castigo contra “los mismos de siempre” y la estrategia ‘púyale el ojo’, que consiste en vender el voto a un candidato corrupto pero marcar en el tarjetón la casilla del que considera mejor.
Con el lema ‘Amor por Turbaco’, un discurso contra la corrupción y guitarra en mano, la modesta campaña Torres derrotó a Leonardo Cabarcas, el candidato más opcionado y señalado de contar con el apoyo de Alfonso del Cristo Hilsaca, quien ha ejercido poder absoluto en las alcaldías de varios municipios de Bolívar en los últimos años. El Turco Hilsaca, como es conocido el empresario originario de Mompox, ha estado tras las rejas en dos ocasiones, una de ellas por ser señalado de patrocinar el grupo criminal ‘Los rastrojos costeños’. Actualmente enfrenta, en libertad, un juicio por homicidio. La historia guerrillera de Torres empezó en abril de 1983 cuando se incorporó al frente 19 José Prudencio Padilla del Bloque Caribe de las Farc. Sin ninguna instrucción militar y con un periódico insurgente como guía llegó a la Sierra Nevada de Santa Marta. Fue la única opción que tuvo para proteger su vida de la persecución de la que era víctima en su pueblo por denunciar actos de corrupción a través de sus canciones, cuenta el ahora político. Allí tomó el alías de Julián Conrado, en homenaje a un amigo médico asesinado. En sus casi 33 años en el monte lo dieron varias veces por muerto. La más publicitada fue después de la denominada Operación Fénix, realizada el 1 de marzo de 2008, en la que el Ejército dio de baja a alias Raúl Reyes en un bombardeo al campamento Angostura, en territorio ecuatoriano, cerca de la frontera del departamento de Putumayo.
En el comunicado oficial Juan Manuel Santos, ministro de Defensa durante esos días del mandato presidencial de Álvaro Uribe, presentó a Conrado como un mando medio e ideólogo del frente 49 de las Farc. A las pocas horas el gobierno tuvo que rectificar, el cuerpo presentado era de un ecuatoriano de nombre Franklin Aisalla. Ahora, sentado en la mecedora, Torres cuenta la historia con un humor descarado, como un niño que relata una travesura cotidiana. Tres años después, siendo ya presidente, Santos se sacó el clavo del anterior error. El cantante de las Farc fue capturado a finales de mayo de 2011 cuando comandos de la Guardia de Venezuela lo hallaron en una finca del estado Barinas. Se identificó con una cédula falsa, pero las huellas dactilares lo delataron. Había llegado hacía ocho meses en búsqueda de tratamiento médico, después de una larga travesía desde la Amazonía colombiana. Torres tenía circular roja de Interpol debido a ocho ordenes de captura vigentes en su contra por condenas de rebelión, secuestro extorsivo y homicidio. También era buscado por el gobierno de Estados Unidos que ofrecía 3 millones de dólares por información que llevara a su captura. Los gobiernos de Venezuela y Colombia iniciaron entonces un tira y afloje por su extradición. Nunca se pusieron de acuerdo. Conrado tiene claro que Hugo Chávez no lo permitió. En cuanto iniciaron los diálogos de La Habana, Torres voló directo a Cuba y permaneció allí hasta la firma. Estuvo entre los 13.202 miembros de las Farc Ep que se acogieron al acuerdo. Fue asignado al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Tierra grata, cerca de Valledupar, a donde llegaron más de 160 excombatientes provenientes de los frentes 19 y 41 del Bloque Caribe.
Cuando los exguerrilleros fueron organizados, lo mandaron a su pueblo a hacer pedagogía. Le pareció un chiste, porque reconoce que aunque estuvo mucho tiempo en Cuba nunca participó de reuniones importantes y desconoce la letra menuda de lo pactado. Lo que confirmaría las versiones que circularon en esos días que decían que viajó a la isla a recibir tratamiento médico especializado. Se dedicó entonces a cantar en las asambleas comunitarias de Turbaco. Ese fue su verdadero proceso de reincorporación a la vida civil y el lugar donde surgió la invitación para pensar en una posible candidatura. Según el informe más reciente de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), de los excombatientes que firmaron el acuerdo, 9.138 viven fuera de las ETCR y 3.038 permanecen en una de estas 24 zonas. De 820 exguerilleros no se sabe el paradero. Y se han desembolsado 118 mil millones de pesos solo entre agosto de 2018 y septiembre de 2019, para todos los procesos de reinserción. Pero las cifras del conflicto siempre generan polémica y críticas. Las Farc han acusado al Estado de no cumplir lo pactado. Torres es uno de los 10 mil excombatientes que recibe un pago mensual equivalente al 90% de un salario mínimo. Ríe cuando le hablan de esa plata. Prefiere hacer bromas sobre su permanencia en la denominada Lista Clinton, “yo ni conozco a ese mono”. Pero las acusaciones son muy serias, el Departamento de Estado de Estados Unidos lo señala de narcotráfico y conspiración.
Cuando se le insiste en que dé su opinión sobre el proceso de reincorporación o de la vuelta al monte de excompañeros como Iván Márquez y Jesús Santrich, evita hablar con nombres propios. Se limita a generalizaciones sobre la división en el partido de las Farc desde el momento de su creación. “Ellos sabían que eso iba a pasar. No solo en las Farc, en todos los movimientos sociales de Colombia ha faltado unidad y sencillez. No han sido capaces de tener un candidato único a la Presidencia, ‘cada uno pila para su afrecho’”. Después del triunfo del domingo se ha dedicado a visitar las veredas del municipio para agradecer el apoyo. Viste bluyín, sandalias, camiseta y dos mochilas cruzadas. Antes de seguir respondiendo se sacude el barro de los dedos, se estira en el mecedor. Toma agua de la botella que le da su esposa Lola Pérez, también exguerrillera y conocida con el alias de Estrellita Guevara. Pareciera una imagen prefabricada para el marketing o la foto, pero así lo recuerda la gente durante la campaña. Dice que su esencia es campesina y que las armas dejaron de ser una opción para él hace días. Como no es experto en administración sabe que tiene que rodearse bien para no decepcionar a la gente que lo eligió e invertir bien los $80 mil millones del presupuesto municipal. Está dispuesto a sacrificar su vida por la paz. Dice que hay que evitar la trampa de la guerra del “Señor del mal” -como se refiere al expresidente Álvaro Uribe-. Estrellita le trae la guitarra. “Al fin de cuentas lo que yo soy es cantante”, aclara y empieza a tararear.