En Los Mártires, una localidad de Bogotá, es común ver deambulando habitantes de calle. Uno de ellos, un hombre joven de tez morena y abundante cabello, se acerca. Le dicen Gato. Mira directo a los ojos y defiende su gusto por vivir en la calle, y habla de lo pesado que le resulta llegar a los centros de refugio del Distrito. “Los patios son cárceles improvisadas porque le quieren quitar a uno todo. Usted no puede entrar allá con esto —nos dicen—. Sería chimba que dijeran ‘sabe qué, métase allá a su patio y métase sus bombazos. A uno no lo reciben así que porque uno está loco’”, dice.Como el Gato hay 9.538 de habitantes de calle en Bogotá. Según las últimas cifras del Dane, al menos el 90 por ciento consume algún tipo de droga y el 38 por ciento llegó a la calle por esta razón. El 51 por ciento de esta población no se siente a gusto con los centros de acogida del Distrito. Aunque el Dane no ha publicado el informe completo, estos datos dan luces sobre la situación de esta población y permiten revisar las políticas públicas del gobierno.En la capital, donde se concentran la mayor cantidad de habitantes de calle, existen 15 centros a donde pueden acudir para recibir ayuda. Más de 100 ‘Ángeles Azules’ recorren las esquinas y avenidas más peligrosas para tratar de convencer a estas personas de que se acerquen a estos refugios para intentar cambiar sus vidas. Así han logrado que más de 2.000 personas se integren a este programa y 400 hayan superado la vida en la calle. Sin embargo, esta estrategia parece no ser suficiente.En video: La estrategia para evitar otros BronxLa Administración ha celebrado que en el censo de 2017 se redujo en 76 personas la cantidad de habitantes de calle, respecto a 2011, o por lo menos que no ha aumentado tal como estaba previsto. Sin embargo, para Fray Ñero, como el padre Gabriel Gutiérrez prefiere que le digan, 9.538 es una cifra tan alta debería ser una “vergüenza” para un gobierno. Ciudades como Buenos Aires y Ciudad de México tienen alrededor de 4.300 habitantes de calle, mientras que Bogotá dobla esa cifra.Fray Ñero, un sacerdote que le ha dedicado su vida al trabajo social con habitantes de calle, asegura además que “la cifra real” puede acercarse a 13.000 habitantes de calle. De hecho, la Secretaría Social y el Idipron han atendido en 2017 a más de 11.000 ciudadanos que viven en la indigencia, ya que hay una población flotante que sale y entra a la calle.Más allá de las cifras, Omar Oróstegui Restrepo, director del programa Bogotá Cómo Vamos, dice que es necesario revisar “por qué no hay un cambio sustancial a pesar de todos los esfuerzos que se hacen desde el Distrito. No tenemos una política transversal y de largo plazo. No es por falta de normatividad, porque ya hay suficiente jurisprudencia, está la ley y dos sentencias de la corte”.Le recomendamos: Viejas glorias de la salsa y habitantes de la calle¿Qué se está haciendo?Además de los refugios y los Ángeles Azules, desde el Distrito las acciones que se han tomado también tienen que ver con mejorar la seguridad y no “no hacerle cómoda la calle a esta población”. Por eso se desarticuló el Bronx, donde muchos de ellos eran presa fácil del los traficantes de droga. Si bien estas estrategias han mejorado la seguridad y sin duda se ha ganado espacio contra las redes de microtráfico, no es una solución definitiva y tendría que ir acompañada de otras acciones para avanzar en este tema.La secretaria de Integración Social, Cristina Vélez Valencia, le dijo a SEMANA que con este censo se han dado cuenta de que tienen que seguir mejorando en la diferenciación de una población que es distinta y por eso trabajan en atención específica para las mujeres, adultos mayores y para aquellos que tengan dependencias con sus mascotas. Además, reconoció que como los problemas en el hogar son la segunda razón para llegar a la calle, se hace necesario seguir trabajando con las familias.Una de las críticas a la estrategia del gobierno es que al parecer ya tocó su techo. Julián Quintero, director del programa Échele Cabeza, le dijo a SEMANA que el Distrito “solo tiene programas basados en la abstinencia y los centros tienen barreras muy altas: No les dejan guardar cosas, no pueden ir en pareja, no pueden portar su dosis, tienen que pasar por un registro, les exigen perdurabilidad y hasta hace muy poco se abrió un centro donde pueden ir con mascotas”.Mientras la campaña de abstinencia se ha fortalecido —y que ha sido importante— se han dejado de lado estrategias valiosas de otros gobiernos como la de reducción de riesgo, trabajos de baja complejidad para las personas que consumen y tratamientos alternos a la abstinencia. “Quisiéramos que todos dejaran de consumir, pero va a haber población que nunca va a dejar de consumir. ¿Qué hay para ellos?, el gobierno los trata como si fueran disfuncionales y es claro que no es así”, explicó Quintero.Para el experto, otro de los grandes lunares es que no se ha fortalecido la estrategia de prevención de consumo de droga o consumo responsable, quizá por eso se ha mantenido el número de habitantes de calle en estos años.La personera de Bogotá, Carmen Teresa Castañeda, ha dicho que las políticas públicas no deberían ser a gusto de las administraciones sino producto de investigación científica y planes pilotos que permitan verificar la puesta en práctica de cada estrategia, ya sea ser flexibles y tener una gran oferta para esta población, o continuar con métodos estrictos.Habrá que ver cuáles son las medidas que tomará la Alcaldía de Bogotá después de conocer las cifras del Dane. La forma en que un habitante de calle es tratado y las posibilidades de salir de esa situación también miden el nivel de una sociedad y la capacidad del Estado para ayudar a estos ciudadanos.Puede leer: Del Bronx al Capitolio: un exhabitante de calle sería candidato a la Cámara