Érika Ospitia está lejos de poder tener una cuarentena como los demás bogotanos. Por el contrario, la llegada al país del covid-19 la ha confinado a su trabajo más que nunca. En el laboratorio de virus respiratorios del Instituto Nacional de Salud (INS), ella hace parte de la tropa de expertos que procesa la mayoría de muestras de posibles infectados con el nuevo coronavirus. Allí no entra nadie sin un traje especial que ella llama de astronauta. Es un protector de seguridad blanco de arriba abajo, tipo Tyvek, que cuenta con ventilación y los protege del peligro en esas largas jornadas en el laboratorio. Ospitia pasa allí fácilmente ocho horas, pero hoy, ante la demanda de casos por resolver, hacen turnos para rotar el personal. Todos luchan por tener los resultados en menos de 24 horas.
Érika Ospitia - Viróloga del INS. Cuando ella recibe las pruebas que han tomado otros expertos en el país, debe destapar el tubo en el que se encuentra el virus, como ella dice, “vivito y coleando”. Es el momento más peligroso del proceso, el más sucio, porque las muestras pueden contener las células virulentas. “Somos muy cuidadosos porque pueden generar aerosoles y escapar e infectar a cualquiera. Por eso, tenemos extremas medidas de bioseguridad”, dijo a SEMANA. A pesar del riesgo, ella y sus colegas han asumido esa labor con mucha responsabilidad para lograr darle al país los datos con rapidez. No importa si llegan 50 muestras o 1.000, ellos trabajan igual de duro. “Estamos tratando de dar respuesta en el menor tiempo posible”, dice esta joven, que ya ha tenido que lidiar con otras amenazas, como el H1N1.
Muchos en esta semana han criticado al INS por la demora en las pruebas y señalan que deberían tener más kits para realizarlas. Ospitia explica que ellos siempre tienen abastecimiento de reactivos. Es una tecnología que les transfirió la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y que en cuestión de un par de horas puede determinar si un paciente es positivo o negativo. La capacidad del INS no está agotada. A pesar de eso, transfirió metodología para el diagnóstico del covid-19 a algunas universidades y laboratorios departamentales. El obstáculo más grande, sin embargo, es la toma de la muestra, no tan rápida como debería. Pero el INS procesa a tiempo todo lo que le llega. Ospitia recuerda que al principio eran cuatro casos, luego 20, pero cada día han ido aumentado. “A veces tenemos 100 casos; otros, 500 casos. Es una cifra variable que depende del número de muestras que tomen”. "Existe la capacidad instalada para hacer más pruebas, pero al Instituto no le llegan tantas muestras como debería". La cifra de infectados ha ido en aumento porque se amplió el criterio para decidir quienes deben hacerse la prueba. Ahora se presentan cuatro situaciones: personas que vienen de países donde hay casos confirmados y tienen síntomas; quienes han tenido contacto con personas de diagnóstico positivo; aquellos con infección respiratoria aguda grave que no han tenido antecedentes de viaje; y, por último, los casos de infección respiratoria aguda que llegan a las IPS centinelas. El INS inspecciona los diferentes territorios del país para ver los virus que circulan. En este momento también está presente el de la influenza. Recolectan las muestras en todo el país. El proceso es sencillo pero molesto, pues hay que tomar células de la faringe, donde se aloja el virus, y para ello hay que introducir un escobillón por nariz y boca. Esa muestra viaja por avión con triple embalaje de seguridad, puesto que el virus está vivo. En el laboratorio las abren y limpian y las ponen en un equipo que les saca el ARN, es decir, su código genético.
El proceso dura varias horas porque lo hacen dos veces para confirmar el resultado. “Primero tamizamos al marcador del gen de la envoltura, y si da positivo, se confirma la muestra con otra reacción para ver la polimerasa del virus, que nos indica si es del tipo SARS”. Ellos comunican los resultados al ente territorial, y este, a su vez, informa a clínicas y hospitales del país. Ese flujo de información ya está establecido. “No nos da miedo, somos responsables, capacitados, hemos estado en muchas epidemias, incluso la pandemia de 2009. Hacemos nuestro trabajo bien y sabemos la importancia que jugamos en este momento. Por eso estamos orgullosos de estar aquí”, dice la viróloga.
Cuando la prueba es positiva, aparecen estas curvas que indican la presencia del genoma del coronavirus. El proceso dura unas cuantas horas porque hay que corroborar el resultado dos veces. Ella no descansa por estos días. Si llegan 500 muestras, se queda hasta el final y “me voy a la casa pensando en esto, en el paciente que salió positivo, me doy en la cabeza con eso”, dice. En su hogar se preocupan, pero Ospitia les explica las normas de bioseguridad que tienen para que no les de temor estar en contacto con ella. “Al virus le tengo más bien respeto”. El número de los infectados crece exponencialmente. Cada caso nuevo trae otros por contacto y van sumando. Le preocupan, sobre todo, los pacientes sin síntomas porque contagian el virus sin saberlo. Un estudio con base en datos de China reveló que por cada caso confirmado habría entre cinco y diez casos detectar.
Mientras más positivos encuentren es mejor, dice Ospitia. Ella cree que la pandemia “nos cogió más preparados que a Europa”, donde no cuidaron tanto la transmisión y por eso el contagio avanzó muy rápido, lo que hizo que en un momento dado los casos positivos aumentaran. Colombia está en ese punto crítico de contención y por tanto se han puesto en marcha las campañas para no salir de la casa. “Yo les digo que tengan autocuidado”. Este virus no produce síntomas en la mayoría, pero contagia y enferma a muchos a su paso. “Debemos ser conscientes de eso. Puede que no me enferme y no me dé miedo, pero tengo que pensar en los demás”. Para ella no es una gripa más. Seguramente, más adelante, en un periodo prudente lo será, pero por ahora el mundo debe luchar contra esta pandemia.