El presidente Juan Manuel Santos hizo un anuncio histórico. Este sábado, desde la Base Naval de Cartagena, dio a a conocer lo que calificó de gran noticia. Se trata del hallazgo del galeón San José, la embarcación que naufragó hace 330 años y que en su interior cargaba un tesoro de esmeraldas, barras de lingotes macizos de oro y de plata, custodias y valiosos objetos, valorados en más de 10.000 millones de dólares, una cifra cercana a la deuda externa de Colombia. Desde cuando se anunció su descubrimiento, en 1982, la empresa Sea Search Armada (SSA) y el Estado colombiano se disputaron por quién debería quedarse con los tesoros encontrados, aunque primero se debería establecer la veracidad del hallazgo. Por el millonario tesoro, SSA ha mantenido un tire y afloje con el Estado colombiano desde los años 80. La empresa ha asegurado tener ubicado el galeón desde 1982. Por eso en 1994 presentó una demanda ante un juez de Barranquilla, alegando la propiedad de lo que hallara en el galeón por encontrarse en zona económica exclusiva donde la Nación sólo ejerce derechos de soberanía respecto de explotación y conservación de los recursos naturales. En el 2007, la Corte Suprema de Justicia falló que las piezas que fueran halladas en el San José y catalogadas como de valor histórico, artístico y arqueológico serían propiedad del país, y que sólo daría el 50 % a SSA si eran inventariadas como tesoro. El tire y afloje pareció haber terminado en el 2011 cuando la Corte Distrital del Distrito de Columbia falló a favor de Colombia en la disputa legal por los derechos sobre las piezas del galeón San José, hundido el 8 de junio de 1708 a unas nueve millas de Cartagena. La historia del galeón El lugar donde yace el galeón desde hace más de 300 años no se conoce con exactitud, pero se sabe que este puede estar a unas nueve millas de la Bahía de Cartagena y a 300 metros de profundidad. El tesoro hundido se calcula en más de US$3.000 millones de dólares. Es la plata que se quedó esperando Felipe V de España cuando estaba en pleno fragor la guerra de Sucesión. Hacía seis años que de sus colonias españolas no le llegaba un peso y el viaje de regreso del San José, repleto de las riquezas acumuladas en ese tiempo, era la gran inyección económica con que contaba para mantener se en buen pie de guerra. Pero para los ingleses, el bando contrario, aquella perspectiva era inquietante. De manera que atestaron el Caribe de navíos, con el ánimo de impedir que llegaran a España los galeones. Doce navíos ingleses se desparramaron por los sitios estratégicos que calcularon deberían cruzar las naves españolas y estuvieron a la espera. Los españoles no se quedaron a la zaga en precauciones defensivas. Durante tres meses estuvieron cargando el San José, cambiaron de cargueros periódicamente, mantuvieron durante y después de la faena aislados a los estibadores. Cuenta la historia del San José, reconstruida por especialistas como Eugene Lyon, que por cada baúl de tesoros se cargaban otros dos con piedras y sólo el capitán del San José y el comandante de la guarnición de Cartagena sabían a ciencia cierta el detalle de la carga del poderoso galeón, cuyo cuaderno de bitácora se conserva en Sevilla y ha sido copiado por quienes se interesan en el rescate, básicamente en lo relacionado con el contenido de la nave. Obviamente, fuera del registro están las pertenencias de más de 300 personas que emprendieron el viaje, entre ellas los familiares del virrey de Perú. Se estima que entre el contrabando que llevaba el San José y las mandas, esto es las remesas libres de impuestos que tenían derecho a enviar a España los colonos en baúles sellados y que se lo pagaban flete por el peso, el casco del buque puede contener no menos de 500 millones de dólares extra. Así zarpó el galeón, acompañado de una flotilla de 20 naves y con buen tiempo, por lo menos lo suficientemente despejado para que sus 66 cañones pudieran apuntar con precisión en caso de necesidad. Pero los ingleses volvieron a imponer su clásica supremacía en los mares. Un certero cañonazo alcanzó al San José en su base inferior, le hizo un roto tremendo y el galeón se fue a pique, al lugar donde reposa hoy. Eran más o menos las 5 de la tarde según los registros de Lyon, uno de los más cotizados historiadores navales contemporáneos.