El martes pasado, las directivas de Empresas Públicas de Medellín (EPM) tomaron una de las decisiones más difíciles en la ya larga y compleja crisis del proyecto Hidroituango: cerrar la segunda compuerta de la casa de máquinas y suspender definitivamente el paso de las aguas del río Cauca por esa parte de la obra. Esperaban tomar esa decisión dentro de unos meses cuando regresara el invierno, pero tuvieron que adelantarla para evitar que el continuo flujo de las aguas erosionara aún más el interior de la montaña y desatara un colapso que pondría en riesgo no solo la obra, sino la vida y bienes de las comunidades aguas abajo. El cierre de la compuerta fue un éxito para EPM y las firmas que construyen el proyecto, pero tuvo un efecto dramático: el caudal del Cauca, uno de los ríos más vigorosos y dinámicos del país, prácticamente se secó. Pasó de 650 metros cúbicos por segundo a menos de 40. Puede leer: El Cauca no morirá, pero jamás volverá a ser el mismo En pocas horas, los miles de habitantes de las riberas vieron cómo se les fue agotando la fuente e hilo conductor de sus vidas. Las imágenes inimaginables del poderoso cauce seco empezaron a circular entre los colombianos. A partir de ese momento, comenzó para EPM un debate de proporciones mayores por haber intervenido y secado el río, hecho que algunos incluso calificaron como la apropiación privada de un bien público. Sin embargo, tomaron la decisión siguiendo la tríada que han mantenido como un mantra para superar esta crisis: primero la vida, después lo ambiental y tercero el proyecto. Al cierre de esta edición, EPM esperaba que el nivel del embalse llegara al punto del vertedero para permitir así que el Cauca continúe su curso y pueda recuperar el caudal mínimo ambiental. De acuerdo con las exigencias de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla), este caudal debe alcanzar 450 metros cúbicos por segundo. Sin embargo, recuperarlo en pocos días resultará muy difícil, para no hablar del daño ambiental causado. Las comunidades seguían con expectativa frente a la posibilidad de que el río pudiera recobrar su vitalidad.
RICARDO LOZANO Ministro de Ambiente Esto porque el impacto ambiental, económico y social ha sido enorme: miles de peces murieron, lo que golpeó el sustento de casi 35.000 pescadores de la región, y puso en riesgo la manutención y alimentación de las comunidades y regiones aguas abajo. Ello sin contar otros aspectos, como acueductos locales y el riego de cultivos que dependen del Cauca. Un hecho sin precedentes Hace casi 50 años un derrumbe entre La Pintada y La Felisa taponó el Cauca y la Fuerza Aérea tuvo que destruirlo con bombas. Salvo ese episodio, el país no tenía registros de una situación como la actual. Para expertos ambientalistas se trata de una de las peores situaciones asociadas a actividades humanas. Le recomendamos: Abren compuertas de vertedero de Hidroituango, ¿se recuperará el río Cauca? Las imágenes de miles de peces muertos en sus orillas, acompañadas de grandes playas de arena y un hilo de agua verdosa conmovieron al país y llamaron la atención sobre los 17 municipios que están aguas abajo de la represa. Si bien la tragedia es mucho más evidente en las poblaciones cercanas a Hidroituango, la afectación llegó hasta Magangué, donde el Cauca desemboca en el Magdalena.
MARÍA FERNANDA SUÁREZ Ministra de Minas y Energía Desde el año pasado, cuando estalló la crisis inicial, Pedro Manuel Alí, alcalde de ese municipio, buscó a EPM para encontrar soluciones a las afectaciones del proyecto en los municipios de Bolívar y Sucre, pero no obtuvieron respuesta. “En ese momento se vieron afectados los arroceros de La Mojana: perdieron 50.000 hectáreas del grano. Ahora vemos cómo el nivel del río disminuye, el terreno cenagoso se seca y los sistemas de riego se hacen cada vez más complicados de alimentar”, afirma el mandatario local. Unas 113.000 personas de Antioquia, Sucre, Córdoba y Bolívar resultarían directamente afectadas por estar en el área de influencia de la hidroeléctrica. Primero lo fueron por las inundaciones que causó el destaponamiento del túnel, y ahora por una sequía absurda. Por lo menos 35.000 de ellos viven de la pesca y los demás encuentran en ella su principal fuente de proteína. La falta de peces representa una amenaza para la seguridad alimentaria de las poblaciones ribereñas. Y más porque en esta época la subienda de pescado significaba un ingreso económico seguro para las comunidades.
JORGE LONDOÑO Gerente de Empresas Públicas de Medellín (EPM) Usualmente, un pescador podía vender hasta 15 cavas en una semana. Cada una de estas con capacidad de más o menos 40 pescados con un valor de unos 240.000 pesos. Hoy no alcanzan a vender una sola. ¿Volverá a ser el mismo? Varios expertos ya han hecho diagnósticos iniciales sobre las consecuencias ambientales de haber secado el Cauca. Por la pérdida de la fauna representada en peces, aves marinas, tortugas, invertebrados, algas, hongos y bacterias que mantenían en el equilibrio, los ecosistemas tardarán un buen tiempo en volver. Para Juliana Delgado, directora de ciencias para el norte de los Andes y sur de Centroamérica de The Nature Conservancy, y Mauricio Valderrama, director de la Fundación Humedales, el daño ya está hecho. Y aunque hagan procesos de compensación que incluyan la repoblación de peces, factores como la diversidad y variabilidad genética de las especies se fueron con la sequía del Cauca. Le recomendamos: Cauca, el poderoso río que el hombre secó La gran cuenca Magdalena-Cauca es el hogar de 235 especies de peces –tres veces más que todos los peces de agua dulce de Alemania–. Por lo menos la mitad son endémicos, es decir, solo están en este lugar del mundo. El 10 por ciento de ellos son migratorios y corresponden al 70 por ciento del recurso pesquero en esta zona del país. Bocachico, bagre rayado, nicuro, dorada, blanquillo –importantísimos para la pesca– hacen parte de los más afectados y amenazados. Determinar con certeza los daños medioambientales es casi imposible. Según el ministro de Ambiente, Ricardo Lozano, el Instituto Humboldt está haciendo la investigación y análisis; mientras tanto, desde esta cartera, “que hace parte del Puesto Unificado de Mando, se garantiza que se mitiguen los daños y los procesos de compensación se den de la mejor forma”, dijo. Qué viene ahora
Al cierre de las compuertas de la casa de máquinas que redujo el caudal, se suma ahora el fenómeno de El Niño, que puede ser más leve que el de 2015, pero más largo. Lo más preocupante es que nadie puede asegurar que este último capítulo de la novela de Hidroituango, que arrancó en abril del año pasado, no se repita. Y alarma aún más la dificultad de pronosticar el destino final del proyecto de generación de energía nacional más importante, que debería ya producir 2.400 megavatios de energía y al que el país le ha invertido cerca de 10 billones de pesos. Desde que comenzó la emergencia, todas las alarmas han estado encendidas. En su agenda han estado algunos de los temas clave como la carrera contrarreloj para terminar la presa y que el agua del embalse alcanzara la cota del vertedero; o las amenazas de posibles desprendimientos de la montaña que cayeran sobre el embalse y generaran una ola que amenazara con arrasar la presa y afectara las poblaciones aguas abajo; o la apertura del túnel de desviación por “condiciones naturales” que generó una creciente súbita. Aunque han logrado sortear con éxito esos hitos, la incertidumbre ha persistido. En enero apareció un socavón en la montaña que obligó a EPM a acelerar el cierre de las compuertas que permitían el paso de las aguas del río Cauca por la casa de máquinas. A mediados de enero cerró una de las dos compuertas y, con la operación de la segunda, causó la tragedia ambiental de esta semana. Con el fenómeno de El Niño –que algunos estiman puede ser más leve que el de 2015, pero más largo–, el nivel de los embalses del país llegó, el 4 de febrero pasado, a 58,6 por ciento de capacidad. A comienzos de 2019 estaban en 71,4 por ciento. En los últimos días se conoció una imagen parcial de la casa de máquinas tras el cierre de las compuertas, y a primera vista no aparecen caídas ni desprendimientos de los techos, pero EPM no tiene aún control total del proyecto. Ya con el cierre del paso del agua por la casa de máquinas y la reducción de los niveles internos, la empresa empezará a evaluar el corazón de la obra para determinar su viabilidad, y si la puede recuperar, en cuánto tiempo y cuál será el valor al que ascenderá, análisis que puede tomar semanas e incluso meses. Entre los expertos consultados por SEMANA persisten preocupaciones de carácter técnico sobre la situación real del proyecto y la posibilidad de que tenga fallas estructurales. Para algunos, el vertedero no debe estar operando permanentemente y, con el embalse lleno, genera una presión sobre la montaña que puede afectar cavernas que han sido sometidas al paso de las aguas del río por ocho meses, en un hecho sin antecedentes en el mundo. Pero no solo los expertos técnicos están inquietos. SEMANA conoció una carta de la Procuraduría General a la Superintendencia de Sociedades en la que advierte que “nuevas situaciones de amenaza latente no fueron comunicadas por parte de EPM, lo que genera total incertidumbre frente al nivel de riesgo del proyecto”, y le solicita a esa entidad que “someta a Hidroituango a vigilancia y control, teniendo en cuenta que han suministrado información que presuntamente no se ajusta a la realidad”. Impacto en la energía Este no es un proyecto de generación de energía aislado. Representa un eje fundamental del futuro energético del país, de la competitividad, de las finanzas de la región y hasta del bolsillo de las familias colombianas. Además de los terribles impactos sociales y ambientales, y de mantener en zozobra a las poblaciones aguas abajo del proyecto, los efectos económicos ante la demora de Hidroituango en operar ya se ven no solo para las personas que viven cerca de la obra o a lo largo del río Cauca, sino también para todos los colombianos. Una de las mayores preocupaciones está relacionada con el precio de la energía. Según un estudio de la firma Efizity, en los primeros 35 días de este año, los precios en la bolsa de energía han aumentado de manera significativa: en lo que va de 2019, el precio se ha ubicado, en promedio, en 287,11 pesos por kilovatio/hora, cuando en 2018 fue de 116,77. Para la consultora, esto se explica por el inicio del efecto climático del fenómeno de El Niño. Sin embargo, para otros analistas, este aumento también tiene que ver con el aplazamiento de la operación de Hidroituango, que debió empezar a generar energía a finales de 2018.
Para algunos expertos, persisten las preocupaciones de carácter técnico sobre la situación real del proyecto. Esta situación se puede reflejar, en especial, en las distribuidoras y comercializadoras que no alcanzaron a firmar contratos de largo plazo con los generadores y tienen que cubrir sus necesidades con las ofertas día a día de la bolsa. Uno de esos afectados es Electricaribe, que atiende casi la cuarta parte del mercado nacional que representa siete departamentos de la costa Caribe, pues para parte de sus contratos contaba, precisamente, con la generación de Hidroituango. Con el fenómeno de El Niño –que algunos estiman puede ser más leve que el de 2015, pero más largo–, el nivel de los embalses del país llegó, el 4 de febrero pasado, a 58,6 por ciento de capacidad. A comienzos de 2019 estaban en 71,4 por ciento. Para atender la emergencia en el río Cauca, se desembalsaron aguas de las centrales de Salvajina, en el Valle, y de Porce I y II, en Antioquia, situación que permite atender el caudal del río, especialmente a partir del río Nechí, y disminuir las afectaciones a las ciénagas que alimentan a partir del Bajo Cauca. Sin embargo, para las autoridades ambientales y energéticas esta situación se convierte en un profundo dilema porque, por un lado, es necesario buscar los mecanismos que permitan restablecer el caudal del río, pero, por otro lado, es necesario cuidar el agua destinada a generar energía en medio de un fenómeno de El Niño, y no correr riesgos que conduzcan a posibles racionamientos. Escucha"Hidroituango: el preocupante panorama en las riberas del disminuido río Cauca" en Spreaker. Otro efecto estructural de Hidroituango tiene que ver con la subasta de energía prevista para finales de febrero, que busca cubrir la energía que no entró de este proyecto. Se estima que Colombia podría tener una limitación en la oferta del sector para el periodo 2021-2022, dependiendo del nivel de crecimiento y dinámica de la economía. Aquí, las autoridades tendrán que tomar medidas en dos escenarios: uno, avanzar en una subasta –cuyos tiempos ya están apretados para que los proyectos nuevos entren a operar en dos o tres años– y que Hidroituango, en ese momento, ya esté operando. Esto produciría una sobreoferta de energía al sistema, que de todas maneras los usuarios van a pagar en los cargos por confiabilidad a los que se compromete el esquema. Y, dos, que los proyectos de la subasta no logren entrar a tiempo y que una eventual recuperación de Hidroituango se alargue, lo que podría llevar al país a un escenario opuesto: menos oferta y una amenaza de restricción de energía. el país está en manos de la destreza y capacidad de los ingenieros para evitar una tragedia y sacar adelante la obra, pero, en gran medida, sigue en manos de la madre naturaleza. En este contexto, sería necesario contar con un plan adicional para darle confiabilidad al sistema y garantizar energía disponible en eventuales momentos de dificultades. Esto se podría lograr al comprarle, por ejemplo, energía a Ecuador. Finalmente, la crisis en Hidroituango le va a pasar una larga cuenta de cobro a EPM, cuyo valor se puede desprender de la gimnasia financiera que hará la empresa este año. Los cálculos iniciales de este importante grupo de servicios públicos establecen que el retraso de la obra será de tres años y que recuperarlo podría valer entre 1,5 billones y 2 billones de pesos. Sin embargo, EPM está buscando recursos por 7 billones de pesos para atender las obligaciones y necesidades de este periodo, mientras entra en operación la central. Lo hace vía venta de activos –como su participación en ISA o de las empresas que tiene en Chile–, con el aplazamiento de inversiones y con una reducción de gastos. Pero mientras consolida su estrategia financiera, varios interrogantes quedan para EPM: ¿en qué condiciones volverán las aguas de nuevo al cauce del río? A pesar de que ha avanzado en cada uno de sus hitos, ¿cuándo tendrá control pleno del proyecto? Pero la más importante y que tomará algún tiempo en responder: ¿Hidroituango será o no viable tal como se concibió? Aunque la prioridad hoy es recuperar el control del proyecto y minimizar todos los riesgos, las investigaciones de las autoridades avanzan para determinar las responsabilidades no solo de la última emergencia, sino de las decisiones que se tomaron a lo largo del desarrollo del proyecto. Por ahora, el país está en manos de la destreza y capacidad de los ingenieros para evitar una tragedia y sacar adelante la obra, pero, en gran medida, sigue en manos de la madre naturaleza.