“Huele a formol”, le dijeron a Rossman Monterroza, un joven de 27 años de edad, estudiante de instrumentación quirúrgica en Barranquilla y jugador de fútbol, que alcanzó a vestir la camiseta de la selección Colombia Sub 20, cuando llegó a visitar a su mamá en el barrio Sevilla de Sincelejo, Sucre.
Se trató de una amenaza directa y que salió de algunos conocidos de dos hombres que en agosto de 2022 resultaron comprometidos en un supuesto atraco a la novia de Rossman, en el mismo barrio. Rossman los persiguió, los alcanzó con una pedrada y uno llevó la peor parte. Quedó inconsciente. Un año y medio después, es Rossman quien tiene que responder ante la justicia por un intento de homicidio. (VER VIDEO)
La Fiscalía, que nunca investigó el hurto a la novia de Rossman, se lanzó con determinación en su contra. Radicó el escrito de acusación por tentativa de homicidio, con el objetivo de obtener una condena. Ahora las víctimas se convirtieron en acusados.
Fue la noche del 25 de agosto de 2022 cuando Rossman esperaba a su novia. Estaba en la casa de su mamá, en el barrio Sevilla, de Sincelejo, de repente se escucharon unos gritos: “cójanlos, cójanlos”. Eran dos motoladrones, y la víctima, una mujer, la novia de Rossman. El joven salió tras los delincuentes que se llevaron el celular.
Como Rossman conocía el barrio, cortó camino por una cuadra y alcanzó a los supuestos ladrones. Su novia y los vecinos los reconocieron. La única defensa que encontró fueron algunas piedras en el camino. Una impactó al pasajero de la moto y terminó en el suelo e inconsciente. El conductor salió corriendo y Rossman lo alcanzó, pero el celular ya había desaparecido.
En cuestión de minutos llegó la Policía. Se llevaron al supuesto ladrón, inconsciente y herido de gravedad por el golpe de la piedra. Escucharon a las partes y mientras Rossman trataba de explicar lo que ocurrió, el otro presunto ladrón juraba no tener nada que ver con el hurto. La novia de Rossman los reconoció, sin embargo, todos en ese momento quedaron en libertad.
A los pocos días, Rossman y su familia fueron víctimas de amenazas. Su casa se convirtió en una piñata que delincuentes escogieron para llenar de piedras. Rompieron los techos, las ventanas, el carro. Fueron desplazados, huyeron para evitar los ataques y las amenazas. Mientras tanto, la Fiscalía recogió una parte de la historia, el capítulo donde Rossman había cometido un intento de asesinato.
Tanto Rossman y su novia, como los supuestos atracadores, radicaron denuncias en la Fiscalía. Una de un atraco, la otra por un ataque con piedras. Pero fue la segunda la que prosperó en el ente acusador. Sin saberlo, y mientras lidiaban con las amenazas de los delincuentes, un fiscal estaba convencido de que Rossman tenía que estar en una cárcel.
Nueve meses después de los hechos y en plena Semana Santa de 2023, Rossman fue capturado por la Policía. Le leyeron los derechos y le informaron que era buscado por el delito de tentativa de homicidio. Fue en ese momento donde arrancó el infierno para Rosman y su familia, todo como consecuencia de un impulso por hacer justicia con sus manos.
A Rossman lo llevaron ante un juez, le imputaron cargos y en un hecho particular, a pesar de solicitar su captura, la Fiscalía se abstuvo de pedir una medida de aseguramiento en centro carcelario. El fiscal del caso se esforzó por capturar a Rossman, cuando pudo citarlo a una audiencia de imputación. No era necesaria la captura.
Lo llevaron a una URI en Sincelejo. En días santos, Rossman estuvo rodeado de demonios. Asesinos, abusadores y secuestradores eran sus compañeros de celda. Más de 48 horas, mientras el juez definía su situación jurídica y la Fiscalía exponía la declaración de los hombres que fueron señalados del atraco y que se convirtieron en víctimas, solo con su versión de los hechos.
La familia de Rossman, desplazada por la delincuencia y las piedras lanzadas por los criminales, ahora estaba señalada por la justicia. La Fiscalía le dio crédito a las declaraciones de quienes fueron señalados del hurto y que Rossman logró detener, pero que ahora se convierten en sus verdugos. Es claro que lamenta con el alma haber hecho de héroe esa noche.
Rossman no tiene antecedentes y desde niño se destacó en el fútbol. Llegó a las ligas menores del Junior de Barranquilla, a los microciclos de la selección Colombia Sub 20 en Honduras y después del hurto del que fue víctima su novia, de las amenazas en contra de su vida y los ataques a su familia, tuvo que liquidar un negocio de calzado y ropa que tenía en Sincelejo. Se fue para Barranquilla.
En la sede del Carnaval sacó un crédito del Icetex. Se inscribió en la Universidad Libre. Ahora es estudiante de instrumentación quirúrgica, destacado en su clase, sin problemas y con una vida llena de sueños como profesional, pero advierte que tiene miedo, no de los atracadores, sino de la justicia.
“Miedo, claro. Tengo temor, todo esto nos ha desbaratado, perder tanto trabajo, los sueños que se tienen, que espera mi familia, estoy rogando porque la Fiscalía entienda que fue un hecho particular, fuimos víctimas de un atraco, no era un extraño, era alguien cercano quien fue víctima de atraco”, señaló Rossman, quien insiste deja todo en manos de Dios, aunque es la Fiscalía la que busca condenarlo.
En el escrito de acusación de la Fiscalía, de escasas cinco páginas y solo media dedicada a narrar los hechos, el ente acusador señala la responsabilidad de Rossman en el delito de tentativa de homicidio. En el documento, donde hasta redactaron mal el nombre del acusado, se remiten al testimonio de los denunciantes y que claramente dejan a Rossman como el responsable de atacarlos cuando ellos esperaban, supuestamente, capturar a los verdaderos ladrones.
Rossman, que apenas puede cubrir sus gastos de manutención en Barranquilla mientras estudia, tuvo que contratar abogado para defenderse de la Fiscalía. Su acto de valentía, cuando trató de recuperar el celular que le robaron a su novia, se convertirá en su condena, si el ente acusador insiste en llevarlo a juicio, en lugar de investigar el hurto del que fueron víctimas.
Miguel Oliveros, abogado de Rossman, se encargará de su defensa. Está convencido de la inocencia de su cliente y tendrá la urgente misión de evitar que vaya a la cárcel. Todo mientras quienes fueron señalados del hurto se convierten en víctimas de un proceso que está por condenar Rossman y a toda su familia.
“Mi mamá llora cada vez que recuerda cómo ocurrió todo, porque fue ella la primera en ver cómo atracaban a mi novia y me avisó, fue cuando salí corriendo para detenerlos, usé la piedra porque no tenía más con qué defenderme, todo fue una reacción en caliente”, señaló Rossman.
La Fiscalía ya tiene fecha para la acusación y aunque Rossman, junto a su familia, saben el riesgo que corren, insisten que todo se lo dejan a Dios. Se arrepiente, pero le pide a la justicia valorar su situación, entender el peligro en el que estuvo, que no es un delincuente, no tiene antecedentes, que representó al país y que su sueño está en salvar vidas, no en quitarlas.