Más de año y medio lleva el nombre de la DJ Valentina Trespalacios en la boca de muchos; algunos se han atrevido, incluso, a justificar la muerte de la joven de 21 años asesinada por su pareja, el estadounidense John Poulos, el mismo que manifestó amarla, pero que en enero de 2023 no solo la asesinó, sino que trató de desaparecer su cuerpo.
El pasado 4 de junio, el juez Guillermo Adame Suárez, quien sentenció a John Poulos a permanecer 42 años en una cárcel colombiana dijo: “Que nos venga a meter el cuento de que fue un homicidio culposo”; para el togado, a Valentina la asesinó por el simple hecho de ser mujer y porque él no pudo contener los celos.
Adame indicó dentro de la diligencia judicial que la conducta de Poulos fue dolosa, pues aparentaba ser el gran señor, pero en realidad no lo era y por eso le puso una trampa a Valentina. “¿Le tenemos que creer por qué, porque es de Wisconsin?”, cuestionó. Las pruebas que presentó la Fiscalía General de la Nación para argumentar el feminicidio, aunque fueron contundentes, no alcanzaron a revelar toda la pesadilla que vivió durante meses la DJ y que sí quedó evidenciada en el libro Valentina, muerte y vida, de las autoras Maureén Maya y Laura Hincapié.
En la investigación realizada por ellas, obtuvieron las claves de acceso a cientos de archivos que la joven almacenaba en la nube. Valentina, cada vez que se sentía agredida por su pareja, sacaba pantallazos de las conversaciones, lejos de imaginar que esto se convertiría en una especie de bitácora para desenmascarar el crimen. Estas no alcanzaron a ser presentadas dentro del proceso, pero SEMANA hace un recuento de las imágenes más reveladoras.
Hay un chat que evidencia el enojo y la conducta posesiva del estadounidense. Normalmente, él le escribía a Valentina en español utilizando el traductor, pero ese día era tanto su afán que envió el mensaje en el idioma original, inglés. Le hizo el reclamo por la manera en la que vestía y las publicaciones que hacía. Al parecer estaba tan enfadado que no tuvo tiempo de traducir. Tenía la clara intención de manifestarle que en la relación se cumplían las reglas que él había establecido.
“I made rules. you agreed. And all was a lie”, fue una de las contundentes frases, que traduce: “Hice reglas. Estuviste de acuerdo. Y todo fue mentira”. Ese mismo día se mostró como el hombre posesivo que era; según él, lo único que tenía que hacer Valentina era hacer caso y seguir instrucciones: “All you had to say was I was number one. That was too hard?, no, you only care about yourself. Your promises are empty and you can’t follow simple directions”, se lee en otro fragmento de la conversación; la traducción textual es: “Todo lo que tenías que decir era que yo era el número uno. ¿Era demasiado difícil? No, solo te preocupas por ti misma. Tus promesas son vacías y no puedes seguir instrucciones simples”.
Lo única que ella respondió fue: “Yo no le estoy haciendo daño a nadie por subir un video de mi oufit”. John Poulos, en el mensaje, asegura que como regla general, él no permite personas a las que considera como mentirosas en su vida. “The real reason I am single - I don’t allow liars in my life. I never will”. El problema es que él a toda hora sentía que le mentían, no confiaba nunca, incluso en algún momento insinuó que Valentina le era infiel hasta con su hermano, por lo que la DJ le sugiere que visite un psicólogo.
Valentina sacó pantallazos hasta del acoso telefónico al que era sometida: en menos de hora y media la llamaba 17 veces con intervalos de dos minutos en promedio. El juez que lo condenó avaló el testimonio de la mamá de Valentina, quien entregó detalles incluso del investigador privado que él pagó para seguirla en un evento, una de las veces que ella decidió terminar la relación.
Otro de los detalles inéditos que se cuentan en el libro es el documento que prueba que Poulos tenía todo tan planeado que, una vez detenido, cuando tuvo la oportunidad de comunicarse con alguien, buscó a un amigo en Turquía, al que le pidió que “destruyera todo”.
Entre las reglas que el estadounidense había establecido están, según el proceso, que tenía que rendirle cuentas diarias de sus actos, “en ese marco de dominación debía poner en conocimiento oportuno de su agresor horarios, actividades realizadas, a dónde y con quién iba, so pena de que aquel le reclamara por su comportamiento, llegando incluso a cuestionar su forma de ser, su comportamiento social, su conducta y sus decisiones de vida, circunstancias que afectaban psicológicamente a Valentina, quien en varias oportunidades dio por finalizada la relación con Poulos, pero este no se resignaba”, se lee en el fallo condenatorio que resaltó las circunstancias de desigualdad que evidenciaron el ejercicio de poder de este extranjero sobre una mujer y que hizo un llamado a la justicia para que se llevara el caso con tratamiento y perspectiva de género.