El 4 de septiembre de 2020 pasará a la historia como el día en que Colombia logró poner en funcionamiento una de las obras de infraestructura más difíciles de su geografía: el túnel de la Línea, de 8,6 kilómetros. La inauguración, que tuvo lugar después de 11 años de escándalos, retrasos y mayores costos, se convierte en una señal positiva para una nación que precisa de buenas noticias. Un túnel carretero recorta distancias, ahorra costos para transportadores y turistas, disminuye los niveles de accidentalidad e incentiva la inversión en las regiones. Se trata de obras transformadoras que también simbolizan el progreso de un país. “Es una muestra de resiliencia, porque aprendimos a superar los retos que debimos enfrentar cuando llegamos al Gobierno y encontramos unas obras desfinanciadas, abandonadas e inconclusas”, le dijo el presidente Iván Duque a SEMANA. También entregaron otros cuatro túneles, cinco viaductos, dos intercambiadores viales y 13,4 kilómetros de vía nueva que conforman una parte de la doble calzada que conecta los municipios de Calarcá y Cajamarca. Esta inauguración ratificó a Colombia como una potencia en el tema en América, pues los seis túneles carreteros más largos del continente están en el país.
En abril de 2021 entregarán otras obras y quedará disponible para los usuarios de esta carretera una doble calzada de 30 kilómetros con 31 viaductos, 25 túneles y 3 intercambiadores viales para atravesar la cordillera Central. Los viajeros que han padecido alguna vez el cruce de esta cordillera notarán los beneficios de pasar de 18 kilómetros por hora, generalmente detrás de una o varias tractomulas, a 60 kilómetros por hora. Esa mayor velocidad mejorará la calidad del viaje y representará un ahorro en tiempo de 50 minutos, nada despreciable para usuarios que llevan horas frente al volante. Los transportadores de carga, que circulan al menos una vez a la semana o más por allí, también sentirán un alivio en el bolsillo. En efecto, consumirán menos combustible al circular a una mayor velocidad y en un recorrido más corto. Una tractomula varada o estrellada en la vía era uno de los mayores temores de la subida a la Línea debido a que sobrepasarla era imposible o generaba riesgos. El alto de la Línea se convirtió para miles de viajeros en un ‘hotel’ donde tenían que pasar la noche a la espera de un desbloqueo. El Invías calcula que, con las nuevas obras, se evitarán cierres que cada año suman 850 horas.
Con la construcción de viaductos, puentes, dobles calzadas y túneles, los ingenieros estiraron la carretera y eliminaron curvas y pendientes peligrosas, lo que derivará en menor accidentalidad. De hecho, con las obras en la Línea, el recorrido entre Armenia e Ibagué tendrá 21 kilómetros menos, lo que representará una disminución de 270.000 millones de pesos en costos de operación y logística de transporte cada año. Otras obras en esta misma zona no llaman tanto la atención de periodistas y fotógrafos, pero son claves para mantener operativo este importante corredor. Por ejemplo, los ingenieros lograron estabilizar decenas de taludes (paredes externas de la montaña), lo que permitirá reducir en esta zona a casi cero los deslizamientos en la temporada de lluvias. Esta megaobra deja muchas enseñanzas. En las facultades de ingeniería es uno de los casos de estudio más importante para futuros profesionales, pues trata varios pecados y retos del entorno nacional. Desde la manera como se contrató la obra en 2009, pasando por los errores en materia ambiental y en la escogencia de contratistas, hasta haber subestimado los caprichos de las ocho fallas geológicas detectadas. Pero todo indica que el país ya aprendió la lección.