La inseguridad en Bogotá dejó de ser un tema de simple percepción o cifras. Cada tanto se registran casos en todas las localidades y en diferentes modalidades que sorprenden a las autoridades y a los ciudadanos que terminan por ser víctimas.

Así le pasó a Luisa Rey, una influenciadora y artista –exparticipante de la primera temporada del Factor XS– quien fue atracada a las 2:20 de la tarde el pasado sábado en la calle 94 con carrera 13 en Bogotá. Ella, junto con dos amigas, una de ellas extranjera y menor de edad, transitaban por este exclusivo sector de la ciudad cuando un motociclista las empujó, forcejeó y le arrebató el celular marca Apple de última generación y emprendió la huida. Ella reaccionó tratando de alcanzarlo, pero fue en vano porque el ladrón desapareció.

Sin embargo, ese fue solo el inicio de una pesadilla que aún no termina. No contento con obtener el celular de alto costo en el mercado, el atracador empezó a pedir dinero a nombre de Luisa a sus contactos por valores entre los 400.000 y 700.000 pesos. Varios de ellos cayeron en la trampa.

Por medio de artimañas que aún hoy son desconocidas, los delincuentes lograron ingresar a las aplicaciones y solicitar transferencias bancarias a sus contactos haciéndose pasar por la joven artista. Varios amigos de ella consignaron las sumas antes de que Rey alertara a sus seguidores a través de las redes sociales, donde cuenta con miles de seguidores. Pensaban que era genuino y que Luisa necesitaba el dinero para una emergencia, como se lee en los chats conocidos por SEMANA.

Chats estafa Luisa Rey. | Foto: LUISA REY

Nicolás Guerrero, uno de los amigos más cercanos a Luisa, fue una de las víctimas. Guerrero, quien frecuentemente habla con Luisa, no vio nada extraño cuando el delincuente le pidió dinero. Se hizo pasar por Luisa aunque cuando consignó los 500.000 pesos que le pidieron a través de la plataforma Nequi se dio cuenta de que llegó a nombre de otra persona llamada Daniel Flórez.

Aun así no sospechó nada porque pensó que se trata de alguien conocido de Luisa. Solo supo que había sido estafado cuando ella le contó que también lo habían robado. Guerrero no contaba con el dinero, pero por ayudar a su amiga realizó un avance de su tarjeta de crédito, que fue el dinero que le consignó al ladrón.

Pero el asaltante no se detuvo ahí. En busca de obtener mayores ganancias le exigió a Luisa un dinero por devolverle el celular. Ella, ante la necesidad de recuperar su teléfono, coordinó un punto de entrega: el mismo lugar donde fue robada.

Las autoridades ya estaban al tanto del caso, así que montaron el operativo para acompañarla. Luisa ya había hecho las denuncias correspondientes en la Sijín y la Fiscalía. Los agentes la acompañaron en ese proceso en busca no solo de recuperar el celular, sino también de capturar a los ladrones. Las autoridades tienen la hipótesis de que se trata no solo de un simple atracador, sino de toda una red criminal que se dedica a este tipo de delitos y tiene toda la experiencia del caso.

El ladrón nunca llegó al punto de encuentro. Hizo tiempo diciéndole a Luisa que ya estaba cerca al lugar, pero nunca apareció. Hoy las autoridades consideran que su objetivo era generar tiempo para seguir pidiendo dinero y poder estafar a más personas.

Una de las grandes lecciones que le queda a Luisa con este episodio es que por más seguridad que tengan estos dispositivos, o así se encuentren bloqueados y se reporte ante las autoridades el robo del celular, como se hizo en este caso, los delincuentes tienen la astucia para lograr volverlo a configurar y acceder a los contactos y hasta generar enlaces para que la misma persona caiga en la trampa y desbloquee el dispositivo, así como hacerse pasar por ella para estafar a sus amigos y conocidos.

A todo esto se sumó que en un momento, en medio del desespero por recuperar su celular, le llegaron mensajes, links y llamadas a otro celular en donde había instalado su nueva sim card. Estos tenían toda la apariencia de ser auténticos de la marca del celular robado. Decían que el dispositivo había sido encontrado y que para bloquearlo solo debía ingresar sus credenciales. Ella no sabía de este modus operandi y la aparente veracidad de los contactos, en los que incluso la llamaron en inglés, la hicieron ingresar a su cuenta. Posteriormente un experto informático le explicó que es una modalidad de estafa para desbloquear el celular y poderlo vender en el mercado negro.

Luisa no ha podido recuperar el móvil y lo más posible es que ya no lo encuentre. Pero el caso alertó a las autoridades y a sus contactos. Luisa aún no se siente tranquila sabiendo que debido a su actividad ha cultivado importantes relaciones que ahora se podrían ver afectadas con este episodio. Eso sumado a las secuelas que dejó en ella, sus amigas y los contactos estafados. Dice que cuenta su historia para alertar a más personas y a las autoridades de estas modalidades que cada vez son más innovadoras y perjudiciales.

Según la información que le han dado a Luisa, en este caso los delincuentes podrían incurrir en delitos como hurto agravado y calificado, por la situación de violencia que se dio con una de las víctimas que es menor de edad y el forcejeo con Luisa; usurpación de base de datos que se trata de un delito informático que puede dar penas privativas de la libertad entre 48 a 96 meses de prisión, suplantación de la identidad y estafa. El problema es que hasta ahora los delincuentes no han sido encontrados.