En medio del paro nacional que se vivió a mediados de este año en Colombia, hubo dos palabras que se escucharon constantemente en los medios de comunicación y redes sociales: primera línea. Esta organización es reconocida por ser la encargada de organizar los actos de protesta que posteriormente terminaban en disturbios con la fuerza pública.
Sin embargo, más que ser un simple grupo de jóvenes “inconformes con el sistema”, esta banda considerada por la Policía como “delincuencial” tiene toda una serie de protocolos y reglamentos internos con los cuales distinguir a sus miembros, además de ser la ‘biblia’ con la cual organizar sus planes en medio de las manifestaciones.
Así lo confirmó un integrante de la Policía que logró infiltrarse en el corazón de la primera línea hasta ganarse la confianza de su líder, llamado el ‘Diablo’. Con el tiempo, el investigador, que pertenece a un grupo especial de la institución conformado por miembros de la policía judicial e inteligencia, caló hasta las altas esferas de la organización, ganándose un alias y, por supuesto, un carné que lo identificaba como uno de sus miembros.
“Estaba sentado cerca al conjunto residencial Parques del Pireo, en Engativá. Ahí llegó la ‘Mama’ y me preguntó si me le iba a medir; de inmediato me paré y empezamos a caminar hacia un lugar en el [barrio] Garcés Navas. Todo lo manejaban con sigilo, me quitaron el celular. En ese momento fue mi primer encuentro de frente con los integrantes de la primera línea Engativá. Dentro de mí sabía que lo había logrado, que estaba empezando una peligrosa misión. Ellos eran los encargados de hacer frente al Esmad en las manifestaciones, me dijeron que si deseaba colaborar con la causa. No lo pensé, de inmediato dije que sí”, es el relato de ‘Carlos’ (nombre ficticio por seguridad), en relación con su primer contacto con la primera línea.
Ya dentro, ‘Carlos’ se dio cuenta de que ninguno de los pasos que daba este grupo era algo improvisado, sino que, por el contrario, cada plan estaba perfectamente articulado entre los miembros de la organización. No se dejaba nada al azar.
“Al otro día fui citado en las canchas de fútbol del parque Garcés Navas. A los 15 minutos llegó el ‘Flaco’, que hasta el momento no lo conocía. Me dijo que había prestado servicio militar y nos empezó a dar instrucción de combate: cómo teníamos que pararnos en las manifestaciones, cómo defendernos de los ataques del Esmad, lo que en las Fuerzas Militares llaman orden cerrado. Era una preparación para el combate, nos enseñó cómo encapucharnos y cómo cambiarnos de ropa rápidamente para no ser detectados”, indicó.
“Lo había logrado, era un primera línea a los ojos de ellos. Así pude conocer a alias Diablo y a alias Cuba, quien se presentó como médico y me decía que trabajaba en el Hospital Militar; nos dio instrucción de cómo atender los heridos, cómo sacarlos y prestar los primeros auxilios. Así terminó la tarde y ratifiqué que no había movimientos espontáneos, todo estaba articulado”, añadió.
Sin embargo, como parte de la Policía, el hombre también se dio cuenta de los pecados cometidos por los integrantes de esta banda. Aseguró que, aunque eran un grupo organizado y con experiencia en las situaciones que abordaban, les ganó el orgullo y la ambición.
Asimismo, fallaron al creer que podrían tener el control de todos sus integrantes e incluso que podrían pasar por encima de las autoridades; creían que siempre iban un paso por delante de estas, cuando lo cierto es que desde hace semanas, tanto la fuerza pública como la Fiscalía, tenían a algunos de sus miembros adentro.
Explicó que otra de sus fallas era abandonar los ideales con rapidez, incluso en medio de las protestas. Al finalizar una manifestación solían sumergirse en el licor y los narcóticos.
“El 28 de mayo fuimos citados en el Monumento a los Héroes a eso de las cinco de la tarde. Cuando llegué, estaban alias Diablo, Nena, Flaco y Pollo; empezaron a encapucharse y a lanzar las bombas molotov. Hablaban mucho por celular indicando los puntos de encuentro en Héroes, norte-sur por la calzada de TransMilenio. Pasadas las seis de la tarde, empezó a llover y gran parte de la multitud se fue alejando del lugar. Ellos se ‘descarparon’ (se quitaron las capuchas). Ya no protestaban, dejaron de lado su supuesta convicción de lucha, se pusieron a consumir alucinógenos y a emborracharse”, señaló ‘Carlos’.
Hoy, meses después de la captura de varios de los cabecillas, ‘Carlos’ celebra que no haya sido descubierto durante las semanas que estuvo infiltrado en la organización, aunque asegura que su vida aún se encuentra en riesgo a pesar de que lo peor ya haya pasado.
“Yo sigo en el anonimato, mi vida está en juego. Pero esos meses infiltrado me dejan claro que no es solo mi trabajo, prefiero estar del otro lado de la línea”, concluyó.