Cinco personas entraron sobre las diez de la mañana del pasado 30 de junio a una joyería de un exclusivo centro comercial al norte de Bogotá. Estaban muy preparados para el asalto. No solo llevaban armas de fuego automáticas, sino que activaron un dispositivo que inhibió las señales de comunicación en los alrededores del lugar. Así pudieron perpetrar el robo, que se alargó durante unos cinco minutos, y huir sin problema. Se llevaron todo un botín que incluye esmeraldas y diamantes. Tres días después de ese asalto, en el otro extremo de la capital, en Ciudad Bolívar, el intendente Erick Cruz fue asesinado. El policía recibió una alerta de los vecinos que reportaron un vehículo con comportamiento extraño, y atendió la situación junto a uno de sus compañeros. Cuando quisieron registrar a los ocupantes del carro, estos abrieron fuego. En el cruce de disparos murieron el uniformado y uno de los sospechosos. Tres más fueron capturados. Las investigaciones indicaron que los hombres estaban en movimientos para asaltar un carro de valores cuando fueron abordados por los policías. Puede interesarle: El misterio alrededor del robo en una joyería en Bogotá Tras un par de meses de investigaciones, la Policía de Bogotá concluyó que había relación entre el ataque a la joyería y el intento de robo al carro de valores. La semana pasada, esas labores condujeron a la desarticulación de una banda bautizada como los Kronos. Miembros suyos habían participado en ambos casos. Lo que llamó la atención de las autoridades fue el actuar de la banda, planeando complejos asaltos, y el uso de elementos sofisticados como armas de fuego automáticas y un inhibidor de señales de comunicación que le fue incautado a uno de los presuntos integrantes de la agrupación. Mientras la Policía de Bogotá estaba por concretar la desarticulación de los Kronos, tuvo que atender otro caso que también causó impresión. El pasado 7 de septiembre, sobre las cuatro de la tarde, una banda intentó asaltar una tractomula que se desplazaba por la localidad de Fontibón. Y para hacerlo, utilizaron fusiles 5.56 y otras armas automáticas. Además, uno de sus integrantes, quien fue capturado, vestía prendas de la Policía. El intento de robo terminó en un enfrentamiento con las autoridades, que frustraron el ataque. Para completar la huida, los otros miembros de la banda se robaron un carro particular y un taxi. Pero allí no se agotó el caso. Cuando la Policía registró la tractomula, encontró 60 paquetes de cocaína. El botín que la banda quería llevarse. Esto podría responder a una guerra de narcos en Bogotá. Este tipo de casos hablan de la sofisticación que los criminales están alcanzando en la ciudad. El general Hoover Penilla, comandante de la Policía de Bogotá, se refirió a ambos casos. “Sobre estas estructuras, son estructuras de delincuencia organizada, con capacidad de asociación no solo a nivel de la ciudad de Bogotá sino por fuera. Con capacidad de tener logística con elementos como los que estamos mostrando hoy, elementos tecnológicos para lograr inhibir señales de comunicación. Con capacidad de movilidad, de elementos como armas automáticas y con capacidad de tener injerencia en ciertas instituciones que les faciliten su actuar. Esto es delincuencia organizada, no son delincuentes callejeros, y sobre eso es que estamos trabajando”. Le recomendamos: Golpe al hurto: capturados 175 ladrones en Bogotá A este tipo de complejos asaltos se suman otros fenómenos como la aparición de varios cuerpos desmembrados en el sur de la ciudad en lo que va del año, en hechos que estarían relacionados con batallas entre bandas del narcotráfico. O la proliferación de la modalidad de robo de los rompevidrios en el norte de la ciudad. Este tipo de delitos, que por sus características atrapa la atención de la ciudadanía, contribuyen a alimentar la paradoja de la ciudad. La gente se siente cada vez más insegura, aunque la ciudad no sea, necesariamente, cada vez más peligrosa. El indicador más importante de la seguridad, los homicidios, lleva varios años a la baja. De hecho, en el primer semestre de 2019 alcanzó su punto más bajo en la última década (479 casos frente a 499 del año pasado). En 14 de las localidades, los homicidios están por debajo de sus promedios históricos y en tres más ni siquiera se registraron. Sin embargo, mientras los homicidios bajan, otros delitos que causan alto impacto en la ciudadanía se disparan. El hurto a personas aumentó en un 17 por ciento entre el primer semestre de 2018 y el primer semestre de 2019, según reportó el programa Bogotá Cómo Vamos. El indicador más importante de la seguridad, los homicidios, lleva varios años a la baja. De hecho, en el primer semestre de 2019 alcanzó su punto más bajo en la última década (479 casos frente a 499 del año pasado). La encuesta Invamer para SEMANA, Caracol Noticias y Blu Radio reveló hace dos semanas que la inseguridad es, de lejos, el problema que más preocupa a los bogotanos, y que esa percepción está al alza. Mientras en abril pasado el 48,6 por ciento dijeron que ese era el problema principal, en agosto esa respuesta fue del 51,2 por ciento de los encuestados. Superando de lejos al siguiente problema: el transporte público, con el 11,4 por ciento. Con ese panorama, aunque la ciudad pasa por su mejor momento en materia de homicidios, la sofisticación del crimen representa todo un reto para las autoridades, que deben adaptarse a bandas más poderosas, mejor equipadas. Sin duda, un punto clave en la agenda de los candidatos que aspiran a dirigir la ciudad en los próximos cuatro años.