Sinchi, una palabra quechua, significa sabedor de plantas. Por ese significado y por lo que representa en la cosmovisión indígena los fundadores bautizaron de ese modo al instituto en 1993. Los científicos de esta institución pública adscrita al Ministerio de Ambiente no solo hacen investigación biológica, sino que buscan comprender mejor la Amazonia, y emprender trasformaciones económicas, sociales y culturales para preservarla. Puede leer: Casa de Paso Divina Providencia, un oasis de fe y esperanza Con sus investigaciones, el Sinchi ha generado nuevo conocimiento sobre ese 42 por ciento del territorio nacional que corresponde al pulmón del mundo y, a su vez, ha servido para impulsar la innovación, la ciencia y la tecnología en las comunidades de la región. Durante estos 25 años, el Sinchi ha transferido su conocimiento a los pobladores de la Amazonia para que aprovechen de manera sostenible la biodiversidad. Por ejemplo, ayudan a difundir el uso de algunas frutas selváticas para que las comunidades vivan de ellas y dejen de talar ilegalmente árboles exóticos. También promueven los acuerdos para contribuir a detener la deforestación en el Amazonas. Sinchi cuenta hoy con más de 52.000 hectáreas de bosques con estos acuerdos y más de 1.400 familias comprometidas en mantenerlos. El Instituto Sinchi trabaja en toda la región, con más de 200 científicos basados en Leticia, Florencia, Guaviare, Mitú y Puerto Leguízamo. Buena parte de ese conocimiento ha quedado en colecciones biológicas como el Herbario Amazónico Colombiano, que tiene la colección de especies de flora más grande del país. Se podría decir que con los años el Sinchi se ha convertido en ese sabedor y guardián que, a partir de la ciencia, la tecnología y la investigación, agrupar a las comunidades locales para evitar la destrucción de la Amazonia, el lugar más biodiverso del mundo. Ese precisamente es la razón de su liderazgo en el área de las ciencias y el ambientalismo.