En Sweida, una población ubicada al sur de Siria, cerca de la frontera con Jordania, viven menos de 100.000 personas. Pero desde hace algunos años las agencias de inteligencia estadounidenses, europeas y colombianas consideran esa pequeña y lejana ciudad un objetivo de alto interés. No es para menos.

Integrantes del grupo Hizbulá salen de allí hacia América del Sur. Llegan a Venezuela, y con cédulas y pasaportes reales de ese país, pasan a Colombia, donde gracias al dinero del narcotráfico, enlaces claves en Barranquilla, Riohacha, Maicao y Cartagena les ayudan a viajar a otras naciones para incorporarse a células terroristas. SEMANA tuvo acceso a informes confidenciales de inteligencia de agencias extranjeras y nacionales que contienen los detalles de esta preocupante situación. A Sweida la conocen también como “la pequeña Venezuela”, “Sweidazuela” o “Vene-Suweida”. No se trata de una referencia caprichosa. De acuerdo con datos de la Embajada de Venezuela en Damasco, en la actualidad el 60 por ciento de los habitantes de ese lugar viene del vecino país. Por eso, en las calles abundan locales comerciales con nombres en español como Apure, Guasdualito, Calabozo, Cabruta o Porlamar. Así mismo, es fácil encontrar ventas de arepas venezolanas, caraotas o hallacas, como si se tratara de Táchira, Maracaibo o Caracas; y afiches de Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Simón Bolívar. Las puertas de los taxis o los tanques de gasolina de las motos ostentan banderas tricolores. El árabe y el castellano conviven con naturalidad es esa zona. La historia de esa relación se remonta a comienzos del siglo XX, cuando miles de sirios cristianos y judíos llegaron a Latinoamérica como consecuencia del caos desatado por el final del Imperio otomano, después de la Primera Guerra Mundial. Décadas más tarde, en los años setenta y ochenta, Venezuela atravesaba uno de sus mejores momentos gracias al petróleo. En contraste, Siria vivía tiempos difíciles, lo que generó una nueva gran migración de sus ciudadanos a buscar oportunidades en estos lares. Hace diez años el Instituto de Estadística de Venezuela calculó que un millón de venezolanos descienden de sirios, como quien años más tarde sería el vicepresidente, Tareck El Aissami.

Tareck El Aissami - Ministro del Poder Popular de Venezuela / Según diversas agencias de inteligencia extranjeras, Tareck El Aissami y otros altos funcionarios venezolanos han impulsado el plan para la expansión de Hizbulá en Latinoamérica. En la foto, reunido con Nicolás Maduro en su palacio de Damasco. Para mediados de los años noventa, como parte del ajedrez geopolítico, el presidente Hugo Chávez comenzó una campaña para formar un bloque contra “el imperialismo estadounidense”. Rusia, China, Irán y Siria formaron parte de los aliados para tal fin. Entre los nuevos mejores amigos de Chávez, y posteriormente de su sucesor, Nicolás Maduro, estaba justamente el dictador sirio Bashar al-Assad. Chávez envió buques cargados de petróleo a Siria, aún en contra de las sanciones internacionales. Vuelos directos Caracas-Damasco y múltiples visitas de Estado entre los dos dictadores fueron acciones de esa alianza y despertaron reservas en Occidente.

El Aissami fue el primero pero no el único sirio-venezolano en la cúpula del régimen del vecino país. El ministro de Transporte, el jefe de la Policía Nacional, así como varios generales en cargos claves de las Fuerzas Armadas empezaron a tener un papel determinante dentro de los planes de expansión de Hizbulá en Latinoamérica. Aunque no descienden de sirios, entre ellos estaban el general retirado Hugo Carvajal, exjefe de la poderosa Dirección General de Inteligencia Militar (DGCIM), hoy prófugo, por quien Estados Unidos ofrece una recompensa de 10 millones de dólares.

Los generales venezolanos Hugo Carvajal, hoy prófugo, y Clíver Alcalá, en manos de la justicia de Estados Unidos, conocen los secretos de la estrategia de expansión de Hizbulá en América Latina. El otro es igualmente un viejo conocido para Colombia. Se trata del general retirado Clíver Alcalá, quien el 27 de marzo se entregó a la DEA en Bogotá, después de reconocer que era el responsable de un arsenal encontrado cerca de Barranquilla con el que, según aceptó, buscaba atacar el régimen de Maduro. Dos días después su nombre y foto aparecieron en afiches de recompensa del Departamento de Justicia, señalado de formar parte de la organización de narcotráfico de su país conocida como el cartel de los Soles, en referencia a las insignias de los generales. Alcalá, cuyo hermano desempeña el cargo de embajador de Venezuela en Irán, es clave para la justicia estadounidense no solo por lo que sabe de los negocios de narcotráfico y armas entre las desaparecidas Farc y el Gobierno de Maduro, en los cuales él participó directamente. También porque, al igual que Carvajal, conoce los detalles de la estrategia de Hizbulá en esta parte del mundo. Esa es una de sus grandes cartas para negociar con las autoridades estadounidenses. El plan De acuerdo con los documentos de diversas agencias de inteligencia extranjeras, el cerebro de ese plan es Tareck El Aissami. Con el pretexto de que muchos venezolanos que viven en Sweida querían regresar a su país con sus descendientes, o simplemente tener la doble nacionalidad, El Aissami autorizó la expedición masiva de cédulas y pasaportes venezolanos. Todo con el conocimiento de Chávez, y, posteriormente, de Maduro y algunos de sus ministros y generales.

De ese modo, a lo largo de la última década expidieron 10.300 pasaportes a sirios, pero asimismo a iraníes y libios. Parte de esta estrategia comenzó a quedar en evidencia en aeropuertos desde Canadá hasta Argentina en los últimos tres años. En ese periodo, 172 casos cayeron en controles migratorios. Al llegar a las aduanas presentaban el pasaporte venezolano, auténtico. No obstante, prácticamente ninguno hablaba castellano a pesar de que en algunos casos sus nombres y apellidos lo indicaban. En el momento de revisar sus huellas en las bases de inteligencia, la mayoría de ellos aparecía en listados de integrantes de grupos terroristas como Hizbulá o Al Qaeda.

Como este, el régimen de Venezuela entregó más de 10.000 documentos de identificación a ciudadanos de Siria, Irán y Libia. El dinero del narcotráfico financia en gran parte esa migración mediante aportes directos del cartel de los Soles al régimen venezolano. Pero también por medio de empresas fachada dedicadas a lavar dinero. En los informes de inteligencia aparecen cerca de 20 compañías, ubicadas en Venezuela y Colombia, señaladas de ser lavaderos desde donde salen los recursos para pagar los desplazamientos de los miembros de Hizbulá, así como para sufragar sus alojamientos y logística.

En varias ciudades de la costa colombiana las autoridades han identificado al menos cuatro de los colaboradores de estas células en territorio nacional. SEMANA se abstiene de revelar sus nombres para no entorpecer las investigaciones. Su labor consiste en recibirlos una vez pasan la frontera desde Venezuela. Y, de ser necesario, se encargan de conseguir cédulas y pasaportes colombianos originales. Uno de esos casos quedó al descubierto en enero. Tres hombres intentaban viajar a Dallas, Estados Unidos, cuando los funcionarios de migración se percataron de algo irregular. Con más de 45 años, Al Raefee,Tuameh Tuameh y Al Harari Al Harar mostraron sus registros civiles, así como sus pasaportes, pero estos presentaban números que correspondían a personas cercanas a los 20 años de edad. Todos dijeron no conocerse, aunque en los papeles aparecía que habían nacido en Cartagena y que sacaron el pasaporte el mismo día en Riohacha. Verificaciones posteriores corroboraron que ellos aparecían en las bases de agencias estadounidenses como integrantes sirios de Al Qaeda. En 2018, las autoridades arrestaron a los registradores de Pivijay y Ciénaga, en Magdalena, así como a las coordinadoras de las oficinas de pasaportes de este último departamento y La Guajira, por haber vendido más de 500 documentos de este estilo. Esto es tan solo una pequeña parte de ese peligroso matrimonio entre el régimen de Maduro, sus generales y terroristas llegados del otro lado del mundo.