El comienzo de año fue tormentoso para los bogotanos. Una serie de pequeñas detonaciones en diferentes lugares de la capital causaron zozobra y algunos no dudaron en afirmar que se podía tratar de una oleada terrorista. Sin embargo, dos hechos en particular llamaron la atención de la ciudadanía y las autoridades.En la tarde del 11 de febrero estalló un artefacto en el baño de un restaurante en el sector de Teusaquillo. El lugar era propiedad de un hombre de ascendencia iraní que llegó al país hace una década. Siete personas resultaron heridas. Inicialmente las autoridades contemplaron la hipótesis de que se trataba de una posible retaliación por el no pago de una extorsión. Rápidamente esto quedó descartado por lo que ocurrió tan solo siete días después y que desconcertó a la opinión pública.Le puede interesar: Explosión de granada en una discoteca deja 36 heridos en San Pedro, ValleA las cuatro de la madrugada del 18 de febrero nuevamente otro petardo detonó en la puerta del local de comida iraní. Aunque no hubo heridos el tamaño de la carga explosiva afectó seriamente el sitio y varias viviendas cercanas. Para el grupo de investigadores de la Fiscalía y la Policía de Bogotá fue claro en ese momento que dos detonaciones en el mismo lugar con una semana de diferencia no era un tema de extorsión. El análisis link de cientos de llamadas arrojó algunos números con pistas sobre personas que estuvieron cerca del lugar en los dos casos. También lograron dar con varias fuentes que resultarían claves. Agentes encubiertos con diferentes fachadas se desplegaron por el sector durante semanas enteras. Simultáneamente otro grupo de sabuesos de Fiscalía y Policía siguió la pista de las líneas telefónicas hasta un lugar al sur de la ciudad. Enfocaron su atención en un apartamento en donde entraban y salían hombres sospechosos.Descubrieron que se comunicaban con personas en el Magdalena Medio a quienes les pedían elementos para armar bombas, como detonadores. Las alarmas se encendieron y se intensificó la vigilancia. Vieron que el sábado 8 de abril uno de los hombres salió a medianoche del apartamento, llegó hasta los alrededores del restaurante atacado, dio varias vueltas por las calles y regresó. Para los investigadores era evidente que estaba haciendo vigilancia en el sitio y muy posiblemente planeando otro ataque. No se equivocaron.Le recomendamos leer: Así han sido los atentados con explosivos en los últimos dos años en BogotáEn la madrugada del domingo 9 el hombre salió del apartamento con un morral. Llegó a pocas cuadras del local iraní. Y cuando se disponía a dejar la mochila en la que llevaba 2 kilos de explosivos y metralla fue arrestado por los policías encubiertos y el artefacto desactivado de manera controlada. Otro equipo entró al apartamento y detuvo a cinco hombres más. Allí encontraron a uno de ellos justo cuando estaba armando otra bomba. Acababan de frustrar el tercer atentado. Los motivos de semejantes ataques aparentemente empezaron a quedar más claros.El dueño del restaurante sostuvo una relación con una mujer con la que vivió varios años y aunque se separó de ella continuaron como socios. Allí se presentaron varias diferencias económicas. La casa contaba con un seguro que rondaba los 400 millones de pesos y el restaurante tenía otro adicional por 50 millones. El hombre quería luchar por sacar adelante su negocio, algo con lo que ella no estuvo de acuerdo. Optó por buscar la banda y arrasar con el sitio para conseguir el pago de los seguros, del cual tendría al menos la mitad. Esta es la hipótesis más fuerte del caso para las autoridades.Sugerimos: En imágenes: detonación de artefacto deja más de 30 heridos en BogotáPor ahora, los autores materiales del ataque están detenidos y sindicados de terrorismo y concierto para delinquir. Las investigaciones para terminar de establecer con absoluta certeza la responsabilidad de la mujer aún continúan. Lo cierto del caso es que las pesquisas fueron lo suficientemente sólidas, tanto es así que se evitó un nuevo atentado. Falta ver si el capítulo final de esta historia termina siendo, como creen las autoridades, una macabra historia de divorcio y negocios que pasó al terreno del terrorismo.